Usted está aquí: Inicio / Pedro Gabo / Blog / Marzo, por Pedro Gabo

Marzo, por Pedro Gabo

Pasó el día de la mujer, y falta poco para el del padre. Y desde hace un año, hay otra fecha que merece un silencio respetuoso.
Mes también de los idus. Con esto del barco de los ecologistas parece que se han adelantado. Cuando para unos todo empezaba a sonar a perdido, y para otros parecía que ya el mal rato había pasado, vienen los de Greenpeace (” ¿Estos no eran de las ballenas?”) y se derrumba todo. No es necesario añadir nada más a la evidencia; sólo que es posible que el rumbo de la historia, de la vida, cambie de un momento a otro. La cuestión ya ha trascendido el tema de la licencia a Endesa. Después del bajonazo de Perico de no recurrir al Tribunal Supremo, los datos de Greenpeace han significado un aval muy importante para la Mesa de la Ría sobre la situación medioambiental en la ciudad de Huelva. Frente al desánimo, marzo siempre cobija una primavera.

Además en el muelle de las canoas, como si el espíritu del Chimbito se hubiera rebelado. La Mesa hace tiempo que ganó la batalla de la originalidad; que siempre está de parte de quién no está construyendo un discurso forzado. Y más que confrontación como se le acusa, está proponiendo la paz. Paz verde, para Huelva.
La ciudadanía se merece una respuesta seria. Las contradicciones son de tal calado que más de uno, o una, tiene que estar sintiendo temblar el cargo. Las carteras de medioambiente se van a convertir en regalos envenenados. No va a ser fácil contrarrestar el efecto de los datos, de las mediciones. Muchas personas reacias ante las propuestas de la Mesa de la Ría, han visto que todo lo que ha sucedido no era ningún numerito y que se está faltando a la verdad.

Se intentará jugar la baza del descrédito: al final los ecologistas de Greenpeace también serán una pandilla con intereses inmobiliarios. Pero hay una realidad que está en la calle, en el pueblo. Y hace ya mucho tiempo que todos, sin excepción, sabemos que en Huelva algo se está moviendo y no es fácil de parar. Ha pasado el tiempo de los discursos medioambientalmente correctos. Están en juego nuestras vidas.
*
Todo empezó con una licencia. El culpable será César; aunque he echado en falta que alguien haya vertido toda la culpa de la contaminación al alcalde. A todo esto, dónde está. Parece que abatido entona el “¿Tú también Greenpeace?”. Él que contaba salir airoso del Senado, del Pleno (perdón), en marzo, con la aprobación mayoritaria del Pacto por la industria. Si lo llegan a advertir, tal vez hubiera intentando otra vez el truco de bailar unas sevillanas a bordo (otra cosa es que lo hubieran dejado). Y hubiera llevado el caso al Supremo.
La Semana Santa, encima, este año en marzo y aunque viendo una foto de penitentes y otra del barco entra la angustia de No se lo digas a nadie, en marzo se está preparando la vida para lucir bonita, otra vez, porque sí. El barco de la paz verde tal vez haya sido un buen augurio.