París, noviembre de 2015 (2015)
Resulta difícil por no decir imposible sentarse hoy ante el ordenador y escribir algo, lo que fuere... sin que te asalte el grito silencioso de la masacre ocurrida en París.
La mente no está para otras cosas, ni siquiera lúdicas. Es como una herida sangrante que no cesa, como un sueño iterado.
Más que la muerte el terrorismo busca el miedo y el terror: su objetivo es el horror individual y colectivo. Y los instigadores del mismo lo consiguen una y otra vez, a la vista está.
Lo peor de todo es que la seguridad absoluta no existe, es una falacia.
Ni siquiera los servicios de inteligencia disponen de las herramientas necesarias para luchar contra actos de estas características o similares y eso da pavor, claro que sí, y mucho.
Pero el dolor, con ser grande, la condolencia a los familiares de las víctimas, las banderas a media asta, el luto si me apuran... no basta. No.
Lo peor es sentirse huérfano de Estado y a merced de los terroristas. Y esto no debe significar que haya que utilizar métodos no constitucionales en la defensa de la integridad de la ciudadanía, sino lo contrario. Que hay que reforzarlos aún más sin coartar el libre derecho de circulación y todos aquellos otros que nos amparan.
Los gobiernos tienen el deber de reforzar la Inteligencia y buscar la cooperación internacional de todos los países contra un fenómeno que desnuda sin pudor alguno nuestras carencias.
No es fácil, lo sé. Pero esa es su obligación.
Paco Huelva
14 de noviembre de 2015