Mujeres
Como siempre, llego tarde; al entrar recojo un libro elaborado para la conmemoración del que luego hablaré. Cuando entro en la oscuridad de la sala, no sé por qué, alguien piensa que soy un pez gordo o algo así y me pregunta que a qué organismo represento, le contesto que vengo de forma privada; a pesar de todo, me coge de la mano y pasillo adelante, me sienta en la segunda fila, yo me callo y agradezco el detalle. Debo tener cara de mandamás. Cuando termina el pase de fotos, que después veo que son las que están en el libro, encienden las luces tenuemente y me encuentro sentado en medio de Carmen Sacristán y Rosa López (concejala del PP en Huelva y Coordinadora del Instituto de la Mujer de la Junta respectivamente), las beso a ambas y sigo a lo mío...
Después se producen múltiples intervenciones de la Junta, de la Diputación, de la Fundación El Monte, del Alcalde, de CCOO, del Archivo Histórico de Comisiones, de...
Una presentadora lee las biografías de las dos personas homenajeadas en Huelva, Doña Victoria Yañez y Doña Carmen Sánchez. Dos señoras que, posiblemente y sin menospreciar su pretérito, se parecen mucho a mi madre, a la de l@s que me leéis y a muchas que ya no están porque fallecieron. Victoria y Carmen son el ejemplo vivo de lo que pasó en nuestro país y de ahí el reconocimiento, que lo entiendo más plural que particular -aunque escenificados en ellas- de todas las mujeres que vivieron una posguerra plagada de sinsabores y de miserias, de ausencia de libertades, de cárceles y malos tratos, de hambre y sometimiento, de anonimato;en un régimen que las trató más como efectos secundarios, como costillas de Adan, como elementos necesarios para procrear y cuidar de la casa del hombre, que como seres individuales, que vivieron sometidas al macho, a la supremacía de la raza encarnada en los valores del nacionalcatolicismo, esa aberración que nubló la vista de los españoles por más de cuatro décadas.
Después del reconocimiento -merecido sin duda- y las fotos de rigor de la prensa, la compañía Estuaria, formada sólo por mujeres: en la cuerda (dos guitarras), una a la caja, al cante (dos voces) y tres personas al baile, interpretan bulerías, alegrías ("que a onde te viá a llevá, cuando te vengas conmigo, que a onde te viá llevá, que a dá una vueltecita por la muralla reá"), unas malagueñas afandangadas, colombianas (que acaban no sé por qué, con aquello de: "y si no se le quitan bailando, los colores a la molinera, y si no se les quitan bailando déjala que se vaya y se muera), con sabor a Chano Lobato, ese monstruo de la Isla, para finalizar la actuación con soleares y tientos.
Magnífico este grupo de mujeres de reciente creación. Habrá de mejorar algunos aspectos al cante y al toque; al baile muy buenas, se defenderán en este también mundo de hombres que es el flamenco. Recuerdo que en la Peña Flamenca de Huelva no admitían mujeres, de ahí que naciese la Peña Femenina...
Cuando salgo y, mientras compro tabaco -esa maldita adición que me mata lentamente- ojeo el libro, en él se reproducen 22 fotografías sobre la actividad de las mujeres en nuestro pasado reciente. Son fotos que los que ya peinamos alguna cana tenemos aún en la memoria porque en ellas, si nos detenemos un poco, reconocemos a nuestros padres, especialmente a nuestras madres: mientras hacen la colada en las pilas públicas -usando jabón hecho de manteca de cerdo- y restregan la ropa por la dura piedra, y atizan, y atizan y no dejan de atizar con un palo para sacar la mierda a fuerza de golpes y de esfuerzo-, o seleccionan uvas de mesa ante la atenta mirada de los amos de la finca, o comen en un descanso de las tareas agrícolas un trozo de pan con una arenque -el único alimento diario-, o reparten la leche que acaban de extraer de las ubres, aún caliente, y la venden de casa en casa, midiendo con un cazo las medidas de cada cual, o protestan (¡en el año 1976!) por la legalización de los anticonceptivos (todavía la Iglesia no permite el condón, recuerdo, ni para evitar la transmisión del SIDA), o colocan carteles pidiendo la amnistía de los presos políticos un año después de la muerte de Franco...
Mujeres, mujeres en lucha; en lucha, entonces y ahora.
Cada una de las fotos viene comentada por una persona. Están, Rosa Aguilar, Pilar Bardén, Ana Belén y Víctor Manuel, Noñi Benegas, Carlos Berzosa, Caballero Bonald, Juana Castro, José Mí Fidalgo, Luís García Montero, Guadalupe Grande, Almudena Grandes, María del Mar Moreno, Mercedes de Pablos, Benjamín Prado, Nativel Preciado, Rosa Regás, Miguel Ríos, Isaac Rosa, Ana Rossetti, Rosana Torres, Julia Uceda y Luís Antonio de Villena.
Reflexiono un poco sobre todo esto, muy poco, lo suficiente. Estos actos son necesarios, es evidente. Pero más necesario aún es conseguir que los partidos políticos de las autoridades presentes en el acto, que prácticamente conforman la realidad nacional desde un punto de vista político, entiendan que ya está bien. Que las mujeres en este país y en cualquier otro del mundo lo que necesitan en realidad es otra cosa. Menos homenajes y más igualdad, más equidad, más paridad, menos machismo, menos desprecio por parte de los hombres. Sólo necesitan lo siguiente: ser reconocidas en igualdad de derechos y de obligaciones. SE ACABÓ.
Lo demás, sea realizado por CCOO, o por quien fuere, me sigue sonando a campaña políticosindical. No es que no crea en las buenas intenciones de los organizadores y en el merecido reconocimiento de las galardonadas, se lo merecen seguro. Pero es hora de predicar con la igualdad y no con la diferencia.
Quisiera tener alma de mujer para haberlas defendido hoy y poder defenderlas siempre sin recelos por su parte. Por que si yo fuese mujer no me fiaría de los hombres. ¡Ni un pimiento! Todavía en nuestra sociedad a las niñas se les compran muñecas y casitas con trapitos y a los niños tanques y pistolas o flechas o cualquier otra barbaridad. Menos flores, menos claveles como los que hoy se han entregado y más igualdad en las oportunidades, en la educación, en el trabajo, en la casa, en la vida...
Se han modificado muchas, muchas cosas. Pero la distancia entre el hombre y la mujer a la hora de acceder a lo que fuere en igualdad de oportunidades aún queda lejos. En algunas unidades familiares aún, en nuestro país, las mujeres son casi como esclavas. No estoy hablando de otro país más que de éste en que vivo. Queda mucho por hacer, mucho por luchar, mucho por lo que pelear.
PD: No os fiéis ni de quien esto escribe. Es un hombre, lo educaron de una manera determinada y muy diferente a las de las mujeres de su generación. Habrá de pasar mucho tiempo aún, por desgracia, para que la igualdad entre hombres y mujeres preconizada por los partidos políticos y sindicatos se haga realidad. Así que..., nos queda mucho por luchar, y he dicho nos queda.
UN SALUDO
PACO HUELVA
Razones tengo para enviar al vertedero de Nerva a algunos varones, sino fuera porque tengo dos hermanos a los que adoro, un hijo de quien espero mucha solidaridad y algunos amigos cuyos corazones se deshacen de tiernos y generosos. Pero es cierto que aquéllos culpables de no dar amor por cercanía familiar y otros culpables de no facilitar la vida, el trabajo, por cercanía laboral, ésos bien merecen el olvido y el ostracismo mí s definitivo.
Pero Paco, es mucho más duro, más triste, incluso más peligroso la misoginia femenina. Para llorar. Son enemigas feroces, te lo aseguro. A veces pienso -sin documentación ni información científica- que demasiadas mujeres actúan como enemigas de su propia condición y género. Impotencia.