La posesión del humo, de Violeta C. Rangel
Cocina negra de humo,
empastada de humo,
asfixiante de humo,
con leñas resistidas a ser humo
y la seguridad del pan siempre lejana,
inapresable como el humo.
Indio Naborí
La editorial Baile del Sol ha reeditado con acierto, dieciséis años después de su aparición, un poemario que, a pesar de su aparente corta edad, es ya un clásico traducido a media docena de lenguas.
Se trata de La posesión del humo, de Violeta C. Rangel, que en su momento fue galardonado con el Premio Ciudad de Córdoba, Ricardo Molina 1997, y que en esta edición viene coronado por la inclusión de tres nuevos poemas.
En literatura, digan lo que digan quisquillosos académicos todo es prosa, lírica o dramaturgia; las demás cosas son elementos accesorios, variantes o florituras que adornan uno de los troncos citados.
Pues bien, la lírica de Violeta C. Rangel participa de esa totalidad de géneros, si me permiten la digresión: sus poemas sujetan el prosaico drama de las ocultas voces que explican la vida.
TODO LO PERDí
Perdí una noche de amor en Casablanca,
un reino perdí y perdí el limbo,
la apuesta de nadar a corazón abierto,
perdí la noche, un autobús, perdí la vida
como se pierde un bolso en un atraco.
Perdí el gusto por el vómito y la luz,
perdí en la playa una estocada.
Perdí una guerra,
el alma, el número de un móvil,
la fe en las cosas que me importan.
Perdí los ojos, la juventud perdí
en un mal sueño.
Todo lo perdí. Lo que he ganado.
A Violeta C. Rangel hay personas que la adoran, que la aman, que darían algo por tener sus asaduras, su genio, su siempre justa palabra llana, su temperamento para afrontar la vida, aunque esta venga sesgada con negras y peligrosas afiladuras que rajan, que hacen daño... y, otras personas, que la odian a rabiar, que si pudieran la matarían en pública plaza y, de hecho, lo hacen cada vez que pueden en esos conciliábulos de poetastros que no son otra cosa que efímeras hogueras de vanidades, pabilos tristes, estrellas de una noche, barcas sin agua, oración sin dios, vuelo de anémicas alas...
PORQUE la noche, niña, tiene sus gorilas
sus putas, sus tarados,
y oigo el mar cercano y hueco
como aspas de un ventilador,
¡nena!, ¿a qué juegas?
Violeta C. Rangel como es sabido, nació en Sevilla en 1968. La mayor parte de su vida transcurre en Barcelona. Dedicada a la prostitución, en 1992 fue recluida en el Hospital A. Gossier de Marsella, del que escapó un año más tarde. Su vida desde entonces ha consistido en un continuo peregrinaje por los dispensarios sociales de media España, como refleja su novela autobiográfica Vamos, puerta. En la actualidad vive en un pueblo andaluz (que desea mantener en el anonimato) dedicada a la botánica. Aparte de la novela citada y el poemario del que hablamos, publicó en 2007, también en Baile del Sol, Cosecha Roja, otro ejemplo de su dominio de la poética.
POÉTICA
un poema es una sepultura,
y, cielo, tú debes caber dentro.
La vida hizo posible que Violeta y yo nos conociéramos hace años. Es un don o una gracia que me ha debido ser concedida de forma inmerecida por algún dios desconocido, pero, al que, en momentos de reflexión, le regalo preces por esa impagable dádiva.
Quiero finalizar con el último de sus poemas nuevos que este libro aporta, pero, no voy a dejar pasar la ocasión para decir que Violeta C. Rangel sigue viva para la poesía y para la vida, y que ojalá nos dure muchos años.
Quienes desconozcan la fuerza de sus poemas, lo sangrante de sus palabras, la crudeza de sus disertos (tal que la vida), que no espere más, que la lea, será como una revelación; a partir de ese momento la amará o la odiará porque Violeta no es mujer de medias tintas.
ESTABA todo en paz,
el folio en blanco
y la lluvia triste
escupía en la ventana.
Había encendido un cigarrillo
me había tomado un buche,
sólo un buche de café.
¿A qué esperas, te dije,
pa ponerme mirando pa gerona,
pa enterrar en mí tu sabia negra?
He huido en otros trenes,
me he roto en otros cuerpos,
y es mentira el mundo.
Paco Huelva
Octubre de 2013