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La muerte (2014)


La muerte se manifiesta en nosotros justo al nacer.
El berrido inicial al salir del líquido amniótico algo tiene que ver con el estertor que damos al morir.
Las primeras arrugas, las pecas que se expanden por el cuerpo, la tersura de la piel que se deteriora, el vello que encanece o desaparece, el aumento de los dolores... son síntomas de la cercanía de la muerte que nos negamos a reconocer y sin embargo, nos informa que estamos encauzando el inevitable camino de la extinción.
Ni la familia, ni la escuela, ni la universidad nos enseñan que la muerte es parte de la vida, la consumación de la vida. Que para que siga existiendo vida hemos de morir.
No queremos aceptar nuestra transitoriedad, pero si hay algo cierto en nuestro acontecer, en la vida de cada cual, es que vamos a fenecer, vamos a cambiar de cometido como decía Tolstoi: "la muerte no es más que un cambio de misión", y lo único que deberíamos desear es tener un buen tránsito de un estado a otro.
Parafraseando a Ramón y Cajal ésta se nos presenta siempre como algo nuevo, impensado e incomprensible.
John Hurt, un cantante de baladas dice en una de ellas lo siguiente: "cuando mis tribulaciones terrenas hayan terminado/ arrojad mi cuerpo al mar/ ahorraos la factura del empresario de pompas fúnebres/ y dejad que las sirenas coqueteen conmigo".
Lo cierto es que la muerte a pocos satisface, pero, en algunos casos como en la película de Amenábar "Mar adentro" o en el de las personas que solicitan por enfermedad incurable, por cansancio vital extremo, por decisión propia y en pleno juicio, marcharse de este mundo, debiéramos ser menos mojigatos y más comprensivos.
Paco Huelva
Noviembre de 2014