Imágenes (IX)
Una moto -con escape libre que irrita el oído e invita a la mirada fugaz- aparece sorteando a los vehículos que están en espera de que el semáforo cambie de color. Justamente en el instante en que el poste tricolor anuncia que pueden continuar la marcha, una señora está a punto de culminar el paso de cebra que le lleva de una acera a otra de la calle. En ese mismo instante, la moto -ocupada por dos jóvenes- que no ha perdido el paso ni aflojado la marcha, se acerca como un toro bravo a punto de embestir a la señora que ya tiene un pie en el arcén y, el muchacho que hace de paquete, de un tirón limpio le arrebata el bolso, no sin dejar atrás a la mujer tendida sobre los rayones negriblancos pintados sobre el asfalto. La motocicleta arrea a "todo puño" llevando ahora el peso de la carga de esperanza depositada en el fondo de ese objeto negro que se mantiene entre la espalda y el pecho de los dos ocupantes. Aprisionado. Resguardado de las miradas ajenas.
Es noche de sábado. Las venas piden su ración de estímulo y muerte..., quizás hayan tenido suerte y dentro del bolso haya lo suficiente como para picarse hoy ¿quién sabe?
La señora, que fue ayudada a levantarse por los transeúntes, gesticula en medio de la avenida. Los conductores de los vehículos más alejados del semáforo y que no han observado el incidente, aporrean las bocinas contra esa loca que está en medio del paso de cebra, con los brazos levantados hacia el cielo y gesticulando contra no se sabe qué.
Mientras tanto, el semáforo se vuelve a cerrar. Un coche de caballos aparece desde la otra intersección con una pareja de recién casados que sostienen unas caras acartonadas de beatífica felicidad. Miran a la señora, la señora los mira a ellos, los recién casados se van, la señora también, el tráfico se restablece, los jóvenes vete a saber..., quizás hoy hayan conseguido la dosis que les dará muerte o, en todo caso, se habrán acercado un poco más a ella.
Es noche de sábado. Las venas piden su ración de estímulo y muerte..., quizás hayan tenido suerte y dentro del bolso haya lo suficiente como para picarse hoy ¿quién sabe?
La señora, que fue ayudada a levantarse por los transeúntes, gesticula en medio de la avenida. Los conductores de los vehículos más alejados del semáforo y que no han observado el incidente, aporrean las bocinas contra esa loca que está en medio del paso de cebra, con los brazos levantados hacia el cielo y gesticulando contra no se sabe qué.
Mientras tanto, el semáforo se vuelve a cerrar. Un coche de caballos aparece desde la otra intersección con una pareja de recién casados que sostienen unas caras acartonadas de beatífica felicidad. Miran a la señora, la señora los mira a ellos, los recién casados se van, la señora también, el tráfico se restablece, los jóvenes vete a saber..., quizás hoy hayan conseguido la dosis que les dará muerte o, en todo caso, se habrán acercado un poco más a ella.