Doñana, Kumara (2017)
"Manchas entre los arenales del color de la miga del pan bazo. Personas que se miran con el recelo que usan los animales para otear lo desconocido y luego con deleite. Ver la inmensidad en lo pequeño, la Naturaleza en cada hojita suya, en cada minúsculo brote, en mí, en cada gota de agua. La desnuda inmensidad de la vida, ese prodigio disfrazado de normalidad que ensambla la Naturaleza, situaciones y personas."
Las frases anteriores son de la periodista, filóloga, poeta y narradora Alfonsa Acosta, y están incluidas en el libro Doñana, Kumara puesto en circulación por la editorial Niebla con la colaboración de la Diputación de Huelva.
Alfonsa y quien firma esta columna hemos nacido en un mismo territorio y poseemos los estigmas de la aculturación que inocula el desarrollarse en una tradición dada. Ambos somos moradores y adoradores de una misma tierra: Doñana.
Desde mis años mozos he rendido a Alfonsa Acosta una suerte de pleitesía que con los años se acrecienta más y más. Su costumbrismo, la inmensidad de su amor, su forma de hablar y de estar, su constancia, su tesón en el tortuoso camino de la vida, su ética estética tan inusual, su apuesta por el ecologismo, la filosofía y el humanitarismo, la hacen a mis ojos una persona inconmensurable a la que por supuesto adoro.
Se pregunta Alfonsa en Doñana, Kumara: ¿Cómo adquirir el conocimiento de la verdad profunda que subyace en los aconteceres, en las acciones de las personas, en los seres todos, más allá de la ficción de la apariencia...?
En el conjunto de escritos que componen el libro Alfonsa lleva a cabo un ajuste con su memoria pero también con lo universal primigenio.
He leído el libro de un tirón en una madrugada cargada de humo y café. He caminado por sus veredas como un sonámbulo lo hace cuando se levanta, en su casa, andurrea por la misma, por esas conocidas estancias, y luego se acuesta de nuevo sin pronunciar palabra alguna, para seguir en el reposado sueño del que nunca saldré; porque al igual que la narradora, ese espacio me pertenece, como lo es también de la humanidad toda. Doñana es una diosa de la Naturaleza rodeada de depredadores afines al dinero fácil y rápido.
Por eso cuando oigo hablar de almacenamientos de gas en Doñana la sangre me bulle, los nervios se me contraen y me digo: ¡En Doñana, no! Dejen a la diosa como está y métanse el gas y las ansias mercantilistas en otro lugar. De paso lean el libro, por lo menos aprenderán algo.