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Disentir perjudica a la salud (2016)

Foto: palestina.sodepaz.org
El pensamiento ha de preceder a la palabra. El pensamiento debe de ser la génesis desencadenante de la misma; y ésta, la palabra, ha de hacer posible la dialéctica, la discusión esclarecedora que permita en su caso llegar a la acción si fuera menester, al movimiento coordinado.
Sin embargo, las cosas no ocurren así las más de las veces.
Por lo general, los detentadores del poder real, todos sin excepción, principian por la acción para coartar el diálogo que incita, que suma, que corrige en su caso, que matiza o que niega, consiguiendo así evitar las palabras y a su vez, hacer innecesario el pensamiento individual, y por supuesto, aquel que resulta discordante que es de lo que se trata.
Lo suyo, lo ideal para ellos es que dispongamos de un solo credo, de un solo libro, de una sola ideología, de una filosofía de vida dominante con el aberrante objetivo de entronizar el pensamiento único.
Todo lo que se salga del marco diseñado por los estrategas de la comunicación, cuyo fin es epatar hasta la ceguera a la inerme ciudadanía, será considerado como anatema, como pecado, como delito, como afrenta... con consecuencias que pueden oscilar entre el ostracismo -el silenciamiento de tu obra, sea cual fuere-, la amenaza y, en los casos graves, con la cárcel e incluso la muerte.
Disentir es lo que tiene, que no está bien visto por los que mandan. Y esta es una de las losas más pesadas que la humanidad tiene encima, el que le coarten la palabra, el verbo libre, la creatividad.