Diez años de luto en el mar
Por fin, hoy, diez años después de la catástrofe del Prestige comienza un juicio tardío, de andar por casa, ante la mayor catástrofe ecológica de este país. Un desastre que podía haberse evitado si se hubiera gestionado mejor el suceso a manos del partido que gobernaba el país (el PP). Un barco petrolero quedó a la deriva frente a las costas gallegas y, al intentar alejarlo de las mismas, se rompió por la mitad, dejando una fuga de fuel que llegó a las cosas gallegas y cantábricas. Un verdadero atentado ecológico que enlutó de chapapote a muchos españoles.
Para mí fue una de las primeras reacciones del pueblo ante semejante torpeza política y, lo más doliente, hacia esas costas negras de fuel y tristeza. Esta mañana escuchaba en la radio al escritor gallego Manuel Rivas (una de las voces más claras del "Nunca máis", esa plataforma que salió voluntariamente y vestida de blanco a las playas contaminadas), que se encaminaba al juzgado "de juguete" en el que, después de diez años de expediente para arriba y para abajo, se supone un juicio a la altura de la catástrofe. Rivas, con su acento gallego y esa forma suya de arrancar y tomar velocidad en sus discursos, hablaba de que este juicio era un "segundo desastre", porque no calmará la sensación de impunidad que aún oscurece en nuestra retina, porque mantiene la misma incredulidad que diez años atrás en la conciencia de los españoles que salieron en masa a "despegar" ese chapapote de la mar del norte. Decía el escritor, con evidente tristeza, que todos esperábamos un juicio ejemplar sobre los delitos medioambientales, una oportunidad única para oir a tantos que deberían sentarse en el banquillo y no van a ser oídos porque no están imputados, porque con los diez años parece que a la Justicia se le ha ido la memoria mar adentro. Y yo recuerdo muy vívidamente aquel desastre y compruebo que aún hoy, después de marear el expediente de luto, volvemos a otro desastre: el del olvido.
(Publicado en El Periódico de Huelva)
Para mí fue una de las primeras reacciones del pueblo ante semejante torpeza política y, lo más doliente, hacia esas costas negras de fuel y tristeza. Esta mañana escuchaba en la radio al escritor gallego Manuel Rivas (una de las voces más claras del "Nunca máis", esa plataforma que salió voluntariamente y vestida de blanco a las playas contaminadas), que se encaminaba al juzgado "de juguete" en el que, después de diez años de expediente para arriba y para abajo, se supone un juicio a la altura de la catástrofe. Rivas, con su acento gallego y esa forma suya de arrancar y tomar velocidad en sus discursos, hablaba de que este juicio era un "segundo desastre", porque no calmará la sensación de impunidad que aún oscurece en nuestra retina, porque mantiene la misma incredulidad que diez años atrás en la conciencia de los españoles que salieron en masa a "despegar" ese chapapote de la mar del norte. Decía el escritor, con evidente tristeza, que todos esperábamos un juicio ejemplar sobre los delitos medioambientales, una oportunidad única para oir a tantos que deberían sentarse en el banquillo y no van a ser oídos porque no están imputados, porque con los diez años parece que a la Justicia se le ha ido la memoria mar adentro. Y yo recuerdo muy vívidamente aquel desastre y compruebo que aún hoy, después de marear el expediente de luto, volvemos a otro desastre: el del olvido.
(Publicado en El Periódico de Huelva)