Analógica
Me estoy dando cuenta de que mi ritmo y mi vida no son procesados por ordenadores, tablets, móviles con mil funciones y tanto etc. Soy una resistente. Hoy he preparado un cocido de cuchareo que me ha alimentado como una placenta. Vale, no logré sacar la música que me grabó mi hija en el reproductor del móvil que suena a lata. Me he llevado toda la vida comprando vinilos con sueldos raquíticos y ahora con escuchar la música por el móvil los chavales entran en el limbo. Y el guatsap. Menudo invento. Yo que escribo como si tuviera dos dedos me vuelvo loca porque mis dedos son más gordos que las teclas de la pantalla táctil: le doy a la M y me aparecen los contactos de la L, la M, la N y la O, Y total para qué. Son conversaciones de un minuto de gloria y una vida inexistente. Como las fotos. Me regaló una compañía de telefonía un móvil que te hace el pino puente. Y para qué, para hablar de conversaciones insustanciales o hacer fotos con un montón de megapíxeles que luego no sabré descargar. Para que estén ahí dentro, en esa pantalla enana y engreída. Cuando quería fotografías de momentos bonitos compraba una cámara de usar y álbumes de foto. Ahora no, se mueren dentro del aparatito sin pena ni gloria. Estoy cansada de tanta prisa, de vivir sin recuerdo de lo vivido, de vivir a medias, porque vivir con una maleta de piedras (un pasado) no interesa. Y es que no interesa la vida intensa; lo que interesa es la vida rápida, la vida que se adelanta a tu sombra. La vida en blanco y negro. La vida que pronto se pudre, la vida que dura un instante y que ni siquiera es un instante bonito.
(Columna publicada en El Periódico de Huelva
Me encanta este texto sobre las prisas,la tecnología...los recuerdos.. Un abrazo Eva