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PERSECUCIÓN - 3

(OCÉANO)

Abordaje en el océano como objetivo de toda una vida de acción. Entre dos aguas, y el sesgo de las rutas de la mar, los enemigos se suceden en la singladura de la incomprensión-odio que dura ya demasiado tiempo: un inocente que no comprende porque nada sabe, y el cruel que no ceja en su acoso.

Hay conmoción en los bancos de peces con el estrépito y el resplandor de los intrusos que, actuando como nautas, someten la ingeniería más avanzada a una durísima prueba. El torbellino de los remolinos circunda los islotes rodeados de escollos que ahora alcanzan.

Zumban los sistemas, el piloto joven y rubio mira una vez más y una vez más le amarga la impotencia. Son muchos los días, incontables las horas y no hay explicación. Su soledad le ha oprimido de tal modo que ha comenzado a perder la fe en su existencia, capacidad y técnica. Teme no poder seguir eludiendo el ataque, ya ha visto la faz de su enemigo que no por desconocida deja de resultarle temible. Esa negra mirada, esa torva expresión, la decisión de embestirle que lee en cada rasgo, en cada músculo del cetrino rostro.

Cuando menos lo esperaba ha logrado un fugaz contacto con su base y ahora sabe que todo su equipo técnico le espera en la costa, prolongación del desierto, rumbo oeste. Sabedor de que los últimos islotes son éstos que ahora rodea acciona los mandos y los sistemas aerodeslizantes entran en acción proporcionándole los momentos más silenciosos de la huida. Navega y navega rumbo al oeste. No se molesta en zigzaguear, que ahora confía en su equipo como grupo protector.

El que persigue no entiende lo que a simple vista semeja ser cándida ingenuidad y, no recelando nada, aplícase a la caza con el encarnizamiento y la constancia de siempre. Está seguro de su triunfo y piensa que no ha de tardar en producirse, pues cree que la perplejidad de su víctima actúa contra ella misma y que ha de flaquearle el temple por fuerza.

(Continúa)

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