Usted está aquí: Inicio / El Barbonauta / Blog / HOY HE VUELTO A CASABLANCA

Y VINIERON LAS FLORES

(vídeo de amor dedicado a Concha Caballero Díaz por Manuel Gualda Jiménez)

HOY HE VUELTO A CASABLANCA

La famosa película, estrenada en España en 1946, yo no la vi por primera vez en un cine sino en un colegio de monjas cuando tenía 12 años y estaba en 3º de bachiller, o sea en 1953.

Quien esto lea puede preguntarse ¿cómo es posible que en un colegio de monjas de aquella época se proyectase una película contrafascista en la que se planteaba el adulterio de la protagonista? Pues la respuesta tendrían que dársela las monjas que la seleccionaron, quizá inspiradas por Jesús o su María, que siempre les hacían compañía (¡que rima me ha salido!). En el cole que yo estudiaba el cura que se encargaba del cine, cuando se estrenaba en la ciudad una peli de Marilyn Monroe, al anochecer se vestía de paisano y se escapaba a verla, de manera que se pueden hacer toda clase de elucubraciones sobre el asunto.

Mas lo cierto es que sucedió lo siguiente: mi hermana, tres años mayor que yo, estudiaba en el cole monjil citado 6º de bachillerato y era una superalumna, nº uno de su promoción, y de algún modo convenció a las monjas para que un amigo y yo fuésemos a ver Casablanca. No sé si las monjas y mi hermana conocían el argumento, pero si sé que lo normal era que allí no podían ir chavales, pero nosotros fuimos. Era un domingo y tuvimos que ir de traje y corbata.

En la puerta del colegio, antes de entrar, unas monjas nos preguntaron si habíamos ido a misa (se ve que ignoraban que en mi cole eso era obligatorio los domingos, como los demás días de la semana), nos hicieron otras preguntas más, especialmente si habíamos comulgado. Y oídas nuestras respuestas afirmativas, nos llevaron a la sala de proyección.

Era una sala rectangular, con la pantalla de lona en un extremo y la máquina proyectora en el de enfrente. La niñas sentadas en las sillas, pero no podían vernos por ser chaveas, de modo que entramos por una puerta que había tras la proyectora. Allí estaba el operador que, tras poner en marcha la proyección, tuvo que salirse y quedó una monja para vigilarnos a la proyección y a nosotros.

Y el punto culminante llegó cuando Ingrid Bergman y Humfhery Bogart se dieron uno de los besos más famosos de la historia del cine. Como eso no podían verlo las niñas cristianas la monja puso la mano ante el proyector y sólo ella, mi amigo y yo vimos el besazo. Curioso modo de funcionar la censura, ¿verdad?. ¡Que la pura mano de una monja nos mostrara a dos adolescentes un acto erótico, y más que si se viese en la lona blanca, por verse en carne humana ... !

Hoy he vuelto a Casablanca y, sin pasar por París, me he dado un lote de reír.