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PERSECUCIÓN - 1

(FANGO Y LLUVIA)

Denso y oscuro fango salpicó violentamoente cubriendo todo el lateral izquierdo del vehículo. Al mismo tiempo, éste rebotó con fuerza sobre los surcos de la pista mientras su piloto controlaba enérgicamente los mandos. Aunque avezado a toda suerte de incidencias la sorpresa era la sensación predominante en su clara mirada. Sin perder de vista los controles giró levemente la cabeza hacia su izquierda tratando de adivinar o comprender las circunstancias que habían producido tan peligrosa situación y, al hacerlo, la sedosa y ondulada cabellera rubia vibró un instante en dulce contraste con los grises metalizados de la máquina.

Nada vio que le hiciera comprender. El otro vehículo, tan potente y rápido como el suyo, parecía negro entre el fango y la lluvia. Se distanciaba. Los sensores se lo confirmaron del mismo modo que le habían anunciado su proximidad cuando estuvo a punto de producirse el impacto.

Con un profundo suspiro normalizó su respiración y verificó que todos los indicadores funcionasen correctamente. Tecleó con cadencia constante y pareció satisfecho de la información recibida. En el exterior todo era lluvia. Intensa, persistente, diríase que con vocación de diluvio bíblico. Los sistemas autolimpiantes apenas si eran suficientes para cumplir su trabajo librando a las escotillas del fango que las cubría.

Trepidaba la máquina al tiempo de mantener el rumbo que, perseverante, le marcaba el piloto. Aunque lejano aún, le parecía atisbar ya su objetivo. Continuaba, continuaba, ... Súbitamente una cegadora luz lo envolvió procedente de su derecha y un rectángulo luminoso se agigantaba conforme se le acercaba velocísimo, mientras dos espesas cortinas de fango lo flanqueaban ya que el deslizameinto del atacante, muy rápido, las producía. El piloto rubio ya sabía que era un ataque: no se pueden cometer dos errores iguales en tan poco espacio de tiempo.

Comenzó a indignarse, más que por el hecho en sí, violento, injusto, por no saber la causa ni la personalidad del agresor, respecto de cuya ruindad no albergaba duda alguna.

De nuevo hubo de emplearse a fondo para eludir el choque ¿suicida? que le amenazaba. Su viraje fue de tal violencia que mientras el agresor se empotraba en el arcilloso talud, el propio fugitivo dio varias vueltas sobre su eje teniendo, al cabo, la fortuna de quedar situado en posición de marcha. El piloto no lo dudó, exigió la máxima prestación de todos los sistemas y se zambulló en la espesa cortina líquida que le circundaba, alcanzando su rebufo de barro varios metros de altura, con lo que movilizó toneladas del pegajoso elemento. Dos relámpagos casi simultáneos iluminaron fugazmente el espacio recién abandanado. Cuando la otra máquina logró salir del talud no pudo determinar la trayectoria de su víctima porque la distancia era tal que los sensores no abarcaban el radio necesario.

Su piloto, moreno, cetrino, con evidente crispación se golpeó la palma de la mano izquierda con el otro puño. Lentamente, abandonó también el escenario de la frustrada cacería penetrando a su vez en el muro de agua.

(Continúa)

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PACO HUELVA CALA
PACO HUELVA CALA dice:
07/11/2009 10:58

Esto pinta pa bueno, que dicen los argentinos.
UN ABRAZO