Usted está aquí: Inicio / El Barbonauta / Blog / LA IRA DE LOS DIOSES - (V)

LA IRA DE LOS DIOSES - (V)

Introito: he contado que un tal Homan nació en un mundo en el que todo era natural, empezando por las tetas femeninas y los alimentos. Y he tratado de expresar sus adolescentes balbuceos sexuales en aquel mundo, así como el modo de hacer deporte que tenía. También me he referido a su frialdad religiosa y a sus estudios. Por último, y ya poniéndome poético, he narrado cómo conoció a Heman en un sueño. Y cómo la conoció en una piscina, se enrollaron y supo su historia, excepcional.

ooooooooo


La mujer Heman era muy vital y en determinadas habilidades aventajaba notablemnte a cualquier varón. Trepaba a los árboles con la misma naturalidad que sobrevolaba las dunas y era capaz de comer animales marinos crudos. Sincera hasta rozar lo patológico, lo mismo comparaba a un sacerdote con las heces humanas si era preciso, que le cantaba las cuarenta a su padre cuando venía a cuento. Éste sólo una vez tuvo el valor de abofetearla por creer, erróneamante, que había peligrado su virtud.

Una de las características de Heman, demostrativa de su procedencia alteroplanetaria, era que, para dormir, necesitaba oscuridad absoluta y un alto nivel de ruido, por lo que sus dormitorios carecieron siempre de ventanas y estaban dotados de toda suerte de mecanismos reproductores de sonidos. Cuando quería relajarse acudía a las ferias y entraba en los "infiernos", de los que salía a punto de ronquido. También, y quizá como reminiscencia de la rama que en sueños fue, había veces que dormía cabeza abajo.

Carecía de experiencia sexual, pero cuando los jefes de su clan decidieron trasladarse por un tiempo al mundo de Homan, tuvo un sueño en el que conoció que iba a comenzar una nueva vida para ella: se vio, como rama florida, brotar de un tronco arbóreo y, tras dormir un rato de duración imprecisa, transformada en la espléndida mujer que era y mirando a un joven hermoso que ocupaba el lugar del tronco y que la observaba sudoroso y complacido. El tronco estaba junto a una piscina y ésta en un balneario.

Tomó su novela de humor y los cigarrillos y planeó por sobre collados y oteros hasta dar con el lugar, en una de cuyas hamacas ubicó sus nalgas con toda naturalidad. Esperó y el sueño se hizo realidad.

Apreció en Homan su aire bondadoso que reflejaba ternura, mas no sin un cierto orgullo en la mirada. A Heman le complació especialmente que Homan no fuese un tipo musculoso e, incluso, cierta blandura de su carne, ¿el vientre blando y depresible, quizá?, le sugirió la idea de confort. Cuando le oyó hablar, algo jadeante porque era obvio que él no volaba y había tenido que correr para llegar allí, supo que aquel hombre confortable que acariciaba con la voz hasta el último poro de su piel, iba a ser, lo era ya, el hombre de su vida.

Heman se miró los codos, sonrió, dejó caer los brazos con naturalidad, y se abandonó al primer abrazo.

Lo que no esperaba era la comezón en la entrepierna, cuando advirtió que la esencia del tronco que Homan había sido en su sueño le apretaba por el bajo vientre, mientras que la lengua viril -más sabrosa que los moluscos lamelibranquios que degustaba crudos junto al mar- indagaba curiosona hasta los últimos pormenores de su cavidad bucal. Y gozó cuando sintió que sus tetas eran acariciadas por Homan, al principio tanteando, después con decisión, mientras susurraba: "por fin, por fin...".

Entonces Heman supo que su obsesión por los codos era una trochería.

Y lo compartieron todo con pasión y felicidad. El tiempo no existía para ellos. Los trabajos no eran más que el medio de obtener alimentos y sólo consideraban estar vivos cuando estaban juntos, porque sentían exclusivamente la necesidad de tenerse el uno al otro.

Pero los dioses, en su morada, tenían otros planes porque veían que Homan y Heman, con su satisfacción, podían ser el fermento de algo que acabase con su poder.

Continuará.