¡ESA INGRATA VIRGEN!
La señá Cinta, una de las comadres más populares del barrio, docta en programas del cardias y enciclopedia de trayectorias vitales del vecindario, llegó renqueante a la mercería y con mucha dificultad superó el tranco de la puerta. No había terminado el jadeo cuando algunos de los presentes le preguntaron, muy interesados y con afecto, que qué le pasaba. La señá Cinta estaba deseando contarlo y, aunque lamentando para sí la ausencia de cámaras, no perdió ni un segundo en comenzar el relato con aire de gran protagonista:
"¡Ay! -suspiró-, qu'el otro día pensé qu'había que limpiar el cuadro de la virgen del Rocío que tengo'ncima la cama y le dije a mi marío que me lo descolgara, pero como los hombres son como son
(dos que había alli se miraron y se encogieron de hombros)
cogió y se fue dando un portazo. Ansí que pensé: bueno pos lo descuelgo yo. ¡Ay! Y lo descolgué subía en la escalerilla. Y lo limpié la mar de bien, pero cuando estaba otra vez en la escalerilla pa ponerlo, pues se me cayó y se rompió el cristal porque dio en el cabecero de la cama, y la almohada de mi marío se llenó de cristales, que se podía cortar si no la limpiaba bien; pero con el sofoco de ver cómo se caía el cuadro m'estiré pa cohelo y me caí de la escalera, que me podía haber desnucao, ¡ay! Y me costó mucho trabajo levantarme del suelo, y me llevaron al médico y parece que tengo dos huesecillos de los de atrás rotos, y me duele una jartá, ¡ay!"
- ¡Señá Cinta, pues menos mal que era la virgen del Rocío, que si llega a ser un cuadro del demonio ...!
- Pos mir'usté, castigá la tengo, que no le doy besos, que ahora se los doy a la virgen del Pilar y a la de las Angustias, pero a ella no, y tengo el cuadro mirando a la paré, hasta que me cure por lo menos ...
Los presentes, sin perder la compasión por la dolorida vecina, no sabían si reir o permanecer serios, que buen trabajo les costaba. Mientras, la narradora seguía:
- Y m'han dao cita pa meterme en el túnel ...
- ¡Hala, señá Cinta, entonces podrá Vd. decir que está como un tren!.
Y ahora sí que sonó la carcajada general, más por la liberación de las risas contenidas que por la ocurrencia en sí. Y la Cinta:
- Pos tengo yo la fuerza d'un tren, que seis hijos he parío y yo no'speraba a las matronas ni ná, que cuando llegaba el momento empujaba y cuando salía la criatura le levantaba la patita y miraba, ¡un niño!, pos mu bien. Y cuando llegaba la matrona me regañaba, pero Cinta ¿porqué no ha llamado? Y yo les decía, es que esto de parir es asunto mío, y ahora, pues ¡ea! a curarme y hasta la próxima ...
No sé cómo acabaría la disertación porque, esperándome mi tarea en el cementerio, tuve que marcharme, pero allí quedó la comadre rodeada de vecinas y un par de vecinos, todos con ansia de noticias vitales y no de telediarios. La mercera, mientras, medía dos metros de cinturilla antes de envolverla junto al cordón de estores y los broches pedidos por la señá Montemayor.
Fray Fossor de Onuba dixit
Si es que no hay na peor que enredarse con vírgenes con lo quisquillosas que son.
Abrazos.