Una Marioneta
Érase una vez una marioneta que pasaba sus días animada por finas tanzas invisibles, desprovista de voluntad propia. Sus movimientos flacos y débiles se deslizaban perezosos en el fondo, anhelantes de reposo, obligados en el avance y desprovistos de cualquier atracción vital. Ingenuamente se dejaba llevar, era como si la empujaran. Bajo la corteza de su piel enjuta lucía un tatuaje hecho con hierro y fuego, de su diseño se traslucía el sello de la coacción. Con levedad se zarandeaba al ritmo que marcaba su titiritero, impulsados los dos por la misma fuerza; la misma fuerza que le impedían fundirse sobre el sol. En la oscuridad sólo una débil redondez de luz hacía su puesta en escena, ella entonces era la estrella de los sin motivos y sin causalidades. De sus rasgos prominentes iba esbozando una tensión acumulada que la obligaba a forzar sus posturas en diacronía con la negra figura de su peón, precipitándose vanamente en medio de la confusión. El estruendo de risas llegaba desde el patio de butacas y los gritos también. ¡Cómica, burlesca, caricaturesca, grotesca!
Se pasaba las noches lánguida entre bastidores, sobre el viejo diván, dotando de vida la mentira de su existencia. Entonces era que su terquedad quería respuestas pero no se hacía preguntas, quería soluciones pero no ponía remedio a sus problemas, deseaba pero sin deseo sincero. Con despecho ansiaba las cosas que no le pertenecían, se creía merecedora de todo, se volvía egoísta y obstinada, como sí todo le debiera corresponder tras la comedia, sin ver más sentimientos ni necesidades que las suyas.
Y al final, cuando ha pasado el tiempo y tantos han sido los golpes, los giros, los trotes, sus hilos de plata terminaron por romperse y herida pero al fin sóla, desterrada al olvido de quién un día la mantenía, con un tímido pestañeo comienza a abandonar su pasado para comenzar un futuro nuevo. Tomará la medicina de Pinocho y quizás descubra que la libertad no es sólo un mito. Colorín colorado...
Magnífico cuento, Victoria; ese es el camino y aún más, no hay que esperar que las tanzas se rompan desgastadas por el tiempo, a veces hay que romperlas anuque sea a mordiscos.
SALUDOS