Me queda el desaliento de quien plantó en la tierra yerma
Me queda el desaliento de quien plantó en la tierra yerma,
El embargo entre los dedos de lo que me embriagaba entonces.
Me queda entristecer a la sombra de todas las cosas bellas
Entre el cielo y el infierno, siempre al borde del abismo.
Me queda vivir bebiendo la sed maldita del olvido
En el fondo oscuro de todas las noches que creí en lo nuestro.
Me queda andar por todos los otoños pisando hojas secas
Sin seguir ni volver, con el alma en un infinito letargo ciego.
Me queda tener para siempre este dificultoso respirar,
Este caminar distanciado, este pesar sin senderos ni zapatos.