El cuento de nunca acabar
Yo no digo ni que si ni que no, qué sí quieres que te cuente
el cuento de la buena pipa...
Yo no digo que los siete tripulantes del avión de la compañía española Girjet, detenidos el pasado jueves por las autoridades de Chiad por transportar a más de un centenar de niños y niñas desde el país africano para ser adoptados por varias familias francesas, estén implicados en esta trama de presunto tráfico infantil, ni sí eran conscientes y por tanto cómplices de los hechos.
Yo no digo que "El Arca de Zoé" sea una ONG con pretensiones humanitarias y que el objetivo de la operación fuera salvar a mil huérfanos de la región en guerra de Darfur o, una tapadera en la clandestinidad, sin otro oficio o beneficio que el aprovechamiento de la pobreza negra africana para el rapto y la venta de pequeños, por los que ya varias familias francesas habían pagado.
Yo no digo que los pequeños fueran huérfanos o que tuvieran padres y madres y éstos hayan vendido a sus hijos a cambio de una miseria, por supervivencia o con el consuelo de que tuvieran una vida más digna y siguieran a los blancos por unas golosinas y unas galletitas.
Ni que el fuego se esté avivando hasta el punto de que la olla tenga intenciones de explotar por tanta acumulación de vapor.
Sólo tengo palabras de desconsuelo y de tristeza para estos niños y niñas a los que la pobreza les priva de su infancia, les priva de las capacidades para sobrevivir, desarrollarse y de prosperar, les impide la igualdad de oportunidades y se vuelven tan vulnerables a la guerra, a la explotación, al abuso, a la discriminación, al secuestro y a la venta como esclavos...cuando tendrían que estar jugando, solo jugando...
Cuando Hamza partió de su pueblo, en la frontera entre Chad y Sudán, su padre "se encontraba allí". "Fue él quien me confió a los blancos", asegura este chico del orfelinato de Abeché, en el este chadiano, donde se encuentra con los demás niños que la asociación Arca de Zoé intentó llevar a Francia."Los blancos nos explicaron que iríamos a la escuela y que cuando fuéramos mayores, tendríamos vehículos", cuenta, en árabe, Hamza, de menos de diez años de edad, vestido con una camisa de aspecto militar y un pantalón caqui. Miriam, de diez años, la mayor del grupo y, por ello, la más interrogada por las delegaciones cuenta "Mi madre murió, y mi padre se encontraba en el campo. Yo estaba con mi hermana menor. Unos blancos nos ofrecieron chucherías por acompañarlos", dice recordar la niña, oriunda de Tiné, una localidad fronteriza del noreste de Chad. "Quiero volver a casa", repite Ousmane Dafallah, que intenta hacer oír su vocecita en medio de los gritos de los otros niños. "Puedo incluso volver a pie". Y si muero, no pasa nada", insiste Ousmane.
Y...cuento contado ¿cuento acabado?
Lo cierto es que entre tanto dimes y diretes de diplomacia, de juzgados, de negociaciones..., ¿quíen se acuerda de esos niños...? Por lo visto la mercancia no importa, sólo el fin, solo los medios, el pecado y no el pecador.