Un navegador inteligente
A los pocos kilómetros ya se había hecho de noche. Desde un punto del mapa de su navegador inteligente, GPS, comenzó a parpadear un destello luminoso y, a la vez, una voz femenina le anunció su propia muerte en la próxima curva que tomara a la derecha. Atónito frenó bruscamente y tras detener su deportivo en el arcén, toqueteó todos los botones, comprobando que no había sido una alucinación. Sí bien sus primeros pensamientos fueron hacia quién le habría gastado una broma de tan mal gusto, poco a poco el temor se instaló, haciéndose hueco, en el lúgubre silencio de la noche. Entonces el parabrisas se volvió pantalla TFT por donde uno a uno fueron desfilando retales de su vida que, de alguna manera, convergían hacia un mismo fin. Se frotó los ojos y no tuvo menos que reaccionar, tantos sueños no iban a derrumbarse así, debía seguir como dueño absoluto de su destino, no había llegado hasta aquí para nada, no estaba dispuesto a correr el menor riesgo. Así pues, arrancó de nuevo y observando que no aparecían vehículos por la curva de la izquierda y con un vistazo al retrovisor, tampoco por detrás, giró deprisa el volante, aceleró y en pocos segundos cambió el sentido de su marcha y de su catastrófico final. Satisfecho por su decisión se fue relajando, encendió la radio y al son de Resurrección de Amaral tomó la primera curva a la derecha sin poder evitar el choque frontal con un camión que venía haciendo eses desde unos metros más atrás.
Ya la primera vez que te lei, Victoria, supe que eras una cuentista, je, je.
Un abrazo
Rafa