Lluvia de Abril
Lluvia de abril con aroma de azahar, cuanto mayor es la frecuencia con que tocas la realidad, tanto más fuertemente rebotas en el mundo de la ilusión. Es ella, quien sumida en el tibio portal de tus espejismos, se pregunta si acaso le quedaran anhelos y entusiasmos para seguir adelante en todas las direcciones al mismo tiempo, mientras dibuja sobre el vaho un ataque de nostalgia, conmovida por los recuerdos del día en que el sol henchido lucía.
Así fue como lo conoció: lo miró a los ojos y sintió un impacto sonoro en su corazón, una profunda impresión que parecía brotada del pasado, por la lejanía de su juventud olvidada. Se sintió sacudida por su hermoso rostro, pues era a Él a quien había buscado en los rostros de todos los hombres que en su vida conoció. Esa vez primera tuvo la certeza que, de alguna manera inconsciente, Él siempre había permanecido en un lugar cercano a Ella, escondido, observándola, con la esperanza de que llegara el momento de mostrarse a merced del acierto y con un sencillo guiño lo llevara hacia Él y Ella sucumbiera a su arrebato sin remedio.
Lluvia de abril, sobre el bermellón acre de la fresa, cuanto mayor es tu intrepidez, tanto más afluye de su memoria la sombra viva de aquella sonrisa que ahora su alma invoca, pues cada vez que Él sonreía, algo dentro de Ella, tal vez un sentido desconocido, una víscera que ignoraba, también a merced del suspiro, sonreía.
Llegará el silencio a la tormenta, para Ella seguirá siendo un amor ávido, ardoroso, al que no tapará con ungüentos milagrosos. Conservará intacto el sabor de sus labios febriles regalándole todos los largos besos y mantendrá el rescoldo en su cuerpo desnudo a salvo, estremecido contra el suyo.
Y la lluvia de abril se marchitará tras la ventana, se destapará el sol sobre la piedra. Ese será su eje, el del buen amor, aquel que la sorprendió, el que un día se marchó y le dejó el recuerdo de unos instantes que nunca morirán. Ahora quedole el consuelo de que sí un amor así hubiera permanecido, toda su belleza se habría perdido; de que al caminarse, después de sus instantes de goce, será un amor para todos los días y llegará a su vejez sin marchitarse.
Lluvia de abril
Ojos que dan agua,
Llanto de azahares
Surcando la noche.
En sueños mojados
Llueve a carmesí.
El río en su cauce
Lloviendo por ti.
Lluevo de recuerdos
De fresas, de jazmín.
Lluevo la ausencia
Vacía de su mano.
Llueve su monólogo,
Lluevo de insomnios
Llanto por abril
Lluevo a la sed
Lluevo a retazos
Lluvia o Llanto
A cantos
Sobre la piedra,
Amor y lluevo.
...cuanto mayor es la frecuencia con que tocas la realidad, tanto más fuertemente rebotas en el mundo de la ilusión.
Destaco esto que me gusta especialmente en un texto precioso, Victoria.
Un gustazo leerte en esta tarde de mareas sin mar, a nosotros los de secanos, nos llegan del cielo.
Muchos besos.