LA TIERRA DE MI PADRE
Cuenta la tradición que los latinos, cuando se mudaban de un lugar a otro, tomaban un poco de la tierra de su lugar de origen y la echaban en un bolsito que llevaban amarrado a la cintura. Durante la travesía, una vez en el lugar de destino, abrían el bolso y regaban la tierra que llevaban dentro mientras pronunciaban la frase "Pater terra" (La tierra de mi padre). Esa tierra que bautizaban con esta frase era la que en adelante habrían de cultivar. Como sabemos, nuestra palabra "cultura" se deriva de la palabra latina que significa cultivar; cultivar "La tierra de mi padre".
Yo heredaré la tierra de mi padre, esa sabiduría del campo por donde ya empiezan a manifestarse mis raíces. Seguiré conservándola, cuando se haya perdido la cultura de los agricultores, cultivándola cuando tengamos contaminadas todas las aguas, protegiéndola cuando se hayan talados todos los árboles y se den por perdidas todas las semillas. Nunca la abandonaré, aunque me enseñen sus garras el hambre de los grandes latifundios.
Él siempre ha trabajado la huerta, con sus manos, de sol a sol; yo lo haré, con mis palabras, de luna a luna. Sólo utilizaré semillas recogidas de las plantas sembradas; cada historia de un silencio, un recuerdo, un sueño o un secreto que sea lo suficientemente imaginativo para mentir y falsear sin dejar de comunicar verdades, como me enseñó mi viejo padre. Le daré a beber agua de rocío, gotas de lluvia, el sudor de mi frente y también algunas lágrimas. Buscaré el abono ecológico de una mirada, de un lamento o, quizás, de alguna sonrisa. Mis cosechas no tendrán intermediarios, ni manufactureros, ni empaquetadores, ni repartidores, ni vendedores; serán para mi propio abastecimiento, para saldar mi amor por la tierra.
Sobrellevaré con calma, como mi padre, el empobrecimiento, sí la escarcha hiela mi corazón o el fuego la convierte en cenizas, sí el relente hace tiritar mis raíces, sí una plaga de topillos me roen las entrañas o sí me asola en algunos momentos el olvido del barbecho. Aún así, porque ambos sabemos que el trabajo duro del campo, no siempre reporta en beneficios y en la recolección de buenos frutos, seguiremos con el dedo levantado, humedo de saliva y con la cabeza hacia arriba, pendientes del cielo, porque el mañana...el mañana nos deparará un nuevo día.
Precioso recuerdo, precisa verdad. Quienes no alimenten el camino del futuro con el abono del pretérito y de la génesis que le dio vida se perderán por las veredas del olvido y de la orfandad más absolutas.
UN BESO, VICTORIA