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LA TIERRA DE MI PADRE


images8.jpgCuenta la tradición que los latinos, cuando se mudaban de un lugar a otro, tomaban un poco de la tierra de su lugar de origen y la echaban en un bolsito que llevaban amarrado a la cintura. Durante la travesía, una vez en el lugar de destino, abrían el bolso y regaban la tierra que llevaban dentro mientras pronunciaban la frase "Pater terra" (La tierra de mi padre). Esa tierra que bautizaban con esta frase era la que en adelante habrían de cultivar. Como sabemos, nuestra palabra "cultura" se deriva de la palabra latina que significa cultivar; cultivar "La tierra de mi padre".


Yo heredaré la tierra de mi padre, esa sabiduría del campo por donde ya empiezan a manifestarse mis raíces. Seguiré conservándola, cuando se haya perdido la cultura de los agricultores, cultivándola cuando tengamos contaminadas todas las aguas, protegiéndola cuando se hayan talados todos los árboles y se den por perdidas todas las semillas. Nunca la abandonaré, aunque me enseñen sus garras el hambre de los grandes latifundios.


Él siempre ha trabajado la huerta, con sus manos, de sol a sol; yo lo haré, con mis palabras, de luna a luna. Sólo utilizaré semillas recogidas de las plantas sembradas; cada historia de un silencio, un recuerdo, un sueño o un secreto que sea lo suficientemente imaginativo para mentir y falsear sin dejar de comunicar verdades, como me enseñó mi viejo padre. Le daré a beber agua de rocío, gotas de lluvia, el sudor de mi frente y también algunas lágrimas. Buscaré el abono ecológico de una mirada, de un lamento o, quizás, de alguna sonrisa. Mis cosechas no tendrán intermediarios, ni manufactureros, ni empaquetadores, ni repartidores, ni vendedores; serán para mi propio abastecimiento, para saldar mi amor por la tierra.


Sobrellevaré con calma, como mi padre, el empobrecimiento, sí la escarcha hiela mi corazón o el fuego la convierte en cenizas, sí el relente hace tiritar mis raíces, sí una plaga de topillos me roen las entrañas o sí me asola en algunos momentos el olvido del barbecho. Aún así, porque ambos sabemos que el trabajo duro del campo, no siempre reporta en beneficios y en la recolección de buenos frutos, seguiremos con el dedo levantado, humedo de saliva y con la cabeza hacia arriba, pendientes del cielo, porque el mañana...el mañana nos deparará un nuevo día.




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PACO HUELVA CALA
PACO HUELVA CALA dice:
05/08/2007 09:43

Precioso recuerdo, precisa verdad. Quienes no alimenten el camino del futuro con el abono del pretérito y de la génesis que le dio vida se perderán por las veredas del olvido y de la orfandad más absolutas.
UN BESO, VICTORIA

MANUEL RUBIALES REQUEJO
MANUEL RUBIALES REQUEJO dice:
07/08/2007 11:09

Bellísimo artículo. Al leerte casi se puede sentir en las manos las aspereza trágica de los aperos de labranza, el terrón reseco que se deshace bajo las pisadas, el sentimiento de la tierra madre alojado en el centro del espinazo. Yo, al igual que los clásicos, como sabes, me traje desde mi origen un botecito con arena de playa y agua de la bahía, para que esosw orígenes pretéritos nunca caigan en el olvido.
Vino y besos.

VICTORIA
VICTORIA dice:
08/08/2007 00:52

Para mi padre, el campo ha sido mucho más que un trabajo, ha sido su vida, hasta el punto que nació y se crió en él. Ahora en su vejez, cuando ya no puede cuidarlo cómo quisiera, tiene miedo de lo que le ocurrirá en el futuro, a sabiendas que nosotros, sus hijos, estamos en otras cosas bien distintas. De ahí esa reflexión sobre mis raíces, sobre mi herencia. Y de ahí, esa deducción de que no puedo desahacerme de ellas, porque están dentro de ese saco de tierra amarrado a la cintura y debo transportarla como él lo hizo, aunque solo pueda cultivarlas de literatura.

Gracias por vuestra lealtad a mis letras pequeñas.

Unos besos bien sinceros

calle quimera
calle quimera dice:
10/08/2007 02:40

Mal puede crecer un árbol sin raíces, y por derroteros poco precisos puede ir la vida de quien no tiene arraigo. La tierra de uno se ama porque de ella venimos, porque es nuestro punto de referencia.. Y supongo que cuando se ha vivido trabajándola, como tu padre, más todavía. Ha sabido inculcarte el amor y el dolor por la tierra, a la vista de tu hermoso artículo. Porque la tierra duele...

No dejes nunca de cultivarla con tus palabras, de luna a luna, de abonarla con tus sentimientos, porque siempre tendrás frutos que recoger. Y sobre todo porque ella se lo merece.

Un abrazo, y enhorabuena por llevar siempre un poquito de tierra en ese saco amarrado a la cintura.

VICTORIA
VICTORIA dice:
10/08/2007 20:40

Benienvenida siempre la quimera a esta casa. MI CASA. Es curioso, pero hasta ayer en que describiste este lugar como mi casa no había tomado tal conciencia sobre ello. Gracias.
Si, mi padre, como muchísimas otras personas de mi alrrededor, pues esta zona sigue siendo eminentemente agrícola, mantienen sus tierras durante generaciones y forman parte de su alma. Y los mayores aceleran su envejecimiento y enfermizan cuando comprenden que bajo los últimos árboles sembrados nunca se sentarán.

Me siento afortunada con vuestra visita.

Un beso