LA ESQUINA
Llevo unos días con el firme propósito de descubrir el sentido de mi vida, antes de que sea demasiado tarde. Empiezo haciendo averiguaciones sobre la interjección general: qué es la vida, para después aplicarla y beberme la pócima en primera persona. Buena hipótesis ¿no?, -Pues no, curiosamente, no-. Mal comienzo; en el primer peldaño y ya me doy de bruces con el mismísimo muro de la existencia. Cómo que no existe una definición clara sobre el término vida, ni una descripción global, al menos, que satisfaga a todas las disciplinas. Vamos, que mis investigación a lo Sherlock Holmes no fructifican, de nada me sirve partir de términos explicables pues al parecer, no puede anularse la inexplicabilidad como parte intrínseca a dicha cuestión. ¡Vaya!
Así que nada, suprimiré el primer párrafo y tendré que admitir la paradoja que subyace detrás de todo esto: Yo seré la respuesta a esa pregunta. Pero esa respuesta me llevará a otra pregunta: por qué. Y aquí, esto se complica, me temo que tendré que meter los dedos en mis entrañas y discernir sobre lo que emerja...
Mi vida es ser, es vivirla en primera persona, estando viva, fluyendo y discurriendo con ella. En la escuela nos educan para la vida; aprendemos para la escuela, no para la vida. Hasta ahora no me convenzo mucho, sigo en las ramas, me quedo en las esquinas.
¡Si, eso es, la esquina!
LA ESQUINA
Mi vida está en la esquina de una gran avenida, en un cruce entre los recuerdos y el destino. Los primeros deambulan a mi espalda, los puedo sacar en cualquier momento y son altamente manipulables, el segundo me mantiene constantemente atrapada, me siento entre sus barrotes su prisionera.
Qué hacer, hacía dónde me envío, quién dirige el tránsito...
Si me lanzo cuesta abajo, mis pies no tienen frenos, pero muchas de las cosas más maravillosas y también más tristes que me sucederán en la vida ya pasaron, no puedo ser sin ellas . Se puede observar en la gráfica como asciende la línea de mi melancolía.
Doblar la esquina, lanzarme al abismo, qué pavor -a pesar de que me paso las noches doblando esquinas a las páginas de los libros, pero no es lo mismo, o si-. Es mi miedo a doblar la esquina y no estar preparada para lo que me encuentre. Aunque, también, soy muy novelera, me gusta sentir la vida como un arte, como un lienzo en blanco. El misterio, la inseguridad, lo infinito, lo prohibido y sobretodo encontrarme con mi mayor pasión: contigo. ¡Qué rico!
¿Quién soy yo?...Pues, supongo que una enamorada de la vida, de este instante de aporía, un bolso que gira en la esquina, dejada caer y posando con una pierna flexionada y aplastando la cal viva. Este es el vértice donde te espero, el que me guía.
Victoria, amiga mía; me has dejado flotando en una nube de felicidad. Preciosa reflexión; justa y acertada, entiendo. La búsqeda constante es el único camino posible que se nos da. La exterior -en la esquina de la vida, como bien insinúas con tu bolso a la bandolera- y la interior, en ese espacio de intimidad donde solo nosotros podemos transitar y que tan desconocido nos es.
MIL BESOS, ESTA VEZ