JE SUIS MORTE *Le premier épisode*
Je suis morte, ne suis pas plus franc,aise, pero es tan romántico, tan delicado y sugerente este idioma, que siempre he acudido a él en los momentos más sublimes de mi ¿vida?, como cuando posaba para las fotografías y yo, sensual y coqueta pronunciaba mis palabras magas "petite pomme" que me hacían una boca carnosa, de piñón, irresistible, atrevida, salvaje. Esa podría ser mi mejor descripción: Pequeña manzana madura y roja.
Me llamo Natalie, de Natalia, y estoy muerta. Sí, no muerta de hambre, de pena o de asco, ni muerta en vida o en la bañera. No, muerta, muerta e inmortalizada con el gesto "petite pomme"chorreando por mi rostro inerme.
La primera sensación es un tanto extraña y no me refiero a que sea diferente, es una emoción que me causa un efecto bastante excepcional y sorprendente. Parece como si no fuera la primera vez que muero ni tampoco la última, como si hubiera muerto muchas veces y aún me quedaran muchas por morir o tal que si el morir y el vivir giraran viciosos en torno al tiempo y éste fuera el único determinante de la existencia. Así, a voz de pronto, en estos momentos me tengo por un cadáver sobredotado en dones; percibo el tiempo y el espacio, lo observo todo; es más, siento el mundo de los vivos, puedo sumergirme en él hasta contener todos sus pensamientos y todas sus impresiones en mí misma. Ninguna nota se me escapa, ahora, de la escala en que me hallo inscrita.
Ayer me ahogué en el mar Mediterráneo, el mismo que le dio la vida a Joan Manuel Serrat, quizás porque desde mi niñez, también jugaba en sus playas y porque, escondido entre las cañas, dormía mi primer amor y llevaba, también, por dondequiera que iba su luz, su olor y el sabor amargo de su llanto eterno. Pero el caso es que no me suicidé, sencillamente me ahogué en sus aguas mientras asolaba un temporal de esos provenientes del levante, quedándome atrapada entre sus lenguas y los cierzos que la golpeaban. Ocurrió en la pasada noche, oscura, hace apenas unas horas, cuando el calor en casa me pareció insoportable y, como el agua del mar siempre ha ejercido sobre mí una incesante energía magnética, desperté sedienta e incitada por su pasión. Una vez atravesada la espuma plata, a cada uno de sus bramidos, más fuerza di a mis brazadas y al aleteo de mis pies, mar adentro. O, acaso pudo ser, que tengo la preeminencia de residir en primera línea de playa.
El mar me bebió con un beso profundo y líquido. Se me abrieron los ojos y la última imagen que retuvieron fueron las de unas burbujas de aire ascendiendo hacia la superficie, en ellas se iba mi último aliento de una de mis vidas, tal vez la úlñtima. Me quedé vagando como un cayuco sin rumbo, sin apenas movimiento de mis vestimentas pues estaba semidesnuda y tampoco mis cabellos parecían algas blanquecinas entonando una balada, esa misma tarde me lo habían cortado al estilo francés.
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Aplaudiré hasta que me duelan las manos, Victoria. Es fantástico este relato, es genial. Deberías mirarte esa vena creativa, parece que va a ser de las m´s altas de la clase.
Un beso.