In nomine Dei

Ayer, día uno de marzo, asistí a la representación de In nomine Dei, una obra escrita en 1993 por José Saramago y ahora llevada a escena por el Centro Andaluz de Teatro (CAT), bajo la dirección de José Carlos Plaza, en el teatro del Mar de Punta Umbría.

In nomine Dei se basa en un hecho real: la gran matanza que protagonizaron en el siglo XVI los habitantes del pueblo alemán de Münster. La rivalidad entre protestantes y católicos hizo que sus 14.000 vecinos se mataran entre sí hasta que sólo quedaron 2.000. José Carlos Plaza ha contado con 26 actores, tres de ellos cantantes, que dan vida a 190 personajes. Los actores se mueven por un espacio inmenso, una puesta en escena muy cercana a la ópera, sobre las ruinas de una ciudad, donde el diálogo de los personajes mezclado con el canto coral y con el olor a incienso, rememoran, durante casi tres horas, el odio que sintieron aquellas personas.

Y, aunque se me hizo bastante larga y pesada y creo que el director no supo solucionar bien un hecho tan fundamental como es que, Saramago no es tan bueno escribiendo teatro, lo cierto es que obras como éstas ayudan a despertar la conciencia de que, aún en pleno siglo XXI, la gente siente miedo ante las grandes preguntas de su esencia y su existencia y las mentiras premeditadas y astutas continúan enajenando esas angustias.

Porque son la cobardía y la hipocresía de unos cuantos las que arrastran y utilizan el miedo de la mayoría. Porque sólo los cobardes, los que se saben injustos, los que siempre temen perder las miserias que ha arrebatado a los demás, son intolerantes. Oír al otro, intentar comprenderlo, conocer sus razones y respetarlo nos llevaría a un paraíso más cercano y útil. Pero, desgraciadamente, el fanatismo sigue entre y en nosotros, esa ira por mantener privilegios, ese miedo a compartir, a admitir la igualdad. Toda esa intolerancia sigue viva en nuestra sociedad y digan lo que digan, los que matan son asesinos y los que lo hacen en nombre de un Dios, también, puesto que lo hacen en nombre de alguien sin apariencia o mejor dicho, con la misma apariencia de todos los Dioses.