Usted está aquí: Inicio / Victoria Caro Regidor / Blog / Femenino Plural

Femenino Plural

femenino-plural.jpg

Sin ánimos de controversia por mi parte; lo cierto es que, desde hace ya bastante tiempo, como mujer, no me siento representada dentro de los masculinos, singulares o plurales. Ya no comparto la postura de la RAE, formada en su mayoría por hombres, cuando puntualiza que tales piruetas lingüísticas son innecesarias; y que, son fruto del deseo de ciertos colectivos feministas de presentar la lengua como rehén histórico del machismo social. Tampoco me conformo con la respuesta de que, el uso genérico del masculino gramatical, tenga que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación. O sea, obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos.


Dos cuestiones evidentes y que nadie puede negar son por una parte, el lenguaje es la trascripción del pensamiento; pensamos con palabras y así construimos la identidad y la realidad y, por otra, está la visión de quién transcribe, de quién escriba la historia. Por tanto, es lógico descubrir, que nuestro lenguaje es sexista en cuanto han sido los hombres los únicos artesanos, los que han utilizado el poder del lenguaje para mover todas las mentes, provocando, no afirmo voluntariamente, una sociedad patriarcal que ha denigrado e insensibilizado a las mujeres a lo largo de los siglos. Y aún a sabiendas, de que la lengua española es extraordinaria, culta y hablada por cuatrocientos millones de personas y fruto de un proceso cultural, cuajada durante siglos, también es un sistema de signos dispuestos de forma arbitraria cuyo único fin es la comunicación. Si este sistema queda anticuado por la evidente realidad de la discriminación que hemos sufrido las mujeres desde los tiempos de Adán, este es el momento adecuado para adaptarlo a la nueva sociedad, ahora que aboga por conseguir una verdadera igualdad.


Afortunadamente, desde hace unos quince años y debido, fundamentalmente, a mujeres claves, que ocupan sitios dónde se escuchan más, el lenguaje está cambiando y, aunque sea difícil y dé cierta pereza, debemos contribuir a la paulatina erradicación del lenguaje sexista, a romper lo aprendido por propio convencimiento, sin que para ello tengamos que hacer pinitos en el aire. Algunas opciones pueden ser: optar por términos genéricos, elegir nombres abstractos, usar femenino o masculino según la forma, desusar la arroba porque no es un término lingüístico, flexibilizar el orden de las palabras y dotar al discurso de homogeneidad y simetría.


Las mujeres ni queremos el poder, ni desplazar a los hombres, simplemente, luchamos por estar en el sitio que nos corresponde.

MANUEL RUBIALES REQUEJO
MANUEL RUBIALES REQUEJO dice:
01/10/2007 10:32

Querida Victoria, tú sabes que yo de machista tengo lo justito, pero ciertos experimentos del lenguaje, en pro de la igualdad de sexos, no puedo evitar que me causen ciertos ecos chirriantes. A mi lo de "los (barra)las" para textos oficiales o prospectos de medicina me parece bien, pero para la literatura, el periodismo o el uso social de la lengua me suena un tanto excesivo. Ciertamente hay otras soluciones menos drásticas, pero el lenguaje no debe imponerse, ni para lo uno ni para lo otro, es un recurso comunicativo de extraordinaria agilidad y vitalidad y solo sus usuarios darán, con el tiempo y la práctica, el justo sentido a la utilización de los géneros. Creo que la lucha por la igualdad va por otros senderos, el laboral, por ejemplo, para que no existan "limpiadoras" y "mozos de limpieza" con diferentes salarios, o en el social, para que no existan padres y madres con diferentes derechos sobre los hijos o en el meramente humano, para que no haya putas de fin de semana o machotes de barra en función de la promiscuidad del personal. Supongo que la lengua es un reflejo de los flujos que zarandean a la sociedad y si esta camina por caminos igualitarios, antes o después, sin dudas, el lenguaje, al igual que las leyes, la política, el deporte o la educación acaban por absorver esas reformas. Aún así, estoy contigo Victoria, que de vez en cuando no viene mal un empujoncito.
Vino y besos

calle quimera
calle quimera dice:
01/10/2007 12:55

Estoy con Manuel a saco . Saludos cordiales.

Maria
Maria dice:
01/10/2007 15:28

Creo que Manuel lleva toda la razón del mundo, Victoria.
A mí no me parece mal que a las mujeres que escribimos se nos denomine escritores más que escritoras, y, por ejemplo, la palabra poetisa me suena mal, prefiero poeta.
Un beso.

ana
ana dice:
02/10/2007 01:41

Acabo de leer tu comentario en mi space.

Me reconforta tus palabras un montón. Muchísimas gracias, ya esta aclarado, me sentía mal por un malentendido con un amigo, y claro, hasta que no hemos hablado pues no lo hemos solucionado.

A veces no se puede ir pensando por los demás y queriendo hacer todo lo bien que esté en nuestras manos si cada uno pensamos de distinta manera, ¿no crees?. Creo que estoy liando la cosa.

Que bueno, he pasado un poco del bajón que tenía, yo me creía fuerte y me estaba afectando esto. Ahora estoy mejor.

Y ya pasaré con más atención por aqui. Me has cogido muy tarde, mañana brillará (eso espero) otra vez el sol.

Un beso, querida amiga.

Mamen.
Mamen. dice:
02/10/2007 14:11

Estoy de acuerdo contigo, Victoria, aunque debo de confesar mi rabia cuando todo este tema se relativiza y sirve de mofa y escarnio, al son de... os/as, para todo. Sospecho que es trabajo lento y pesado pero tengo la seguridad de que al fin todo será una anécdota más que añadir para los señores de la RAE.
Pero te hablo desde mi humilde punto de mira. Como madre puedo educar a mis hijos frente a esto, pero tú como profesora tienes mucho más campo que trabajar. Te mando mi ánimo y mi apoyo.

Muchos besos :).

calle quimera
calle quimera dice:
03/10/2007 01:17

Siempre he defendido la igualdad de derechos y deberes entre ambos sexos, Victoria, y de oportunidades. La discriminación que ha sufrido la mujer a lo largo de los siglos en una sociedad eminentemente patriarcal y machista es algo público y notorio sobre lo que no voy a abundar ahora mismo. Por suerte se han conseguido ya muchos logros, y queda aún muchísimo más camino por andar hasta lograr que la igualdad sea un hecho real, y no solo una consigna, como en tantas veces se queda. Todos sabemos de sueldos menores para mujeres a igualdad de trabajo con hombres, de problemas laborales a causa de embarazos y un largo suma y sigue.

Sí, queda mucho por andar, pero hay dos tendencias actuales en ese sentido que no me parece que favorezcan precisamente ese derecho que nos asiste a ser consideradas y tratadas igual que los hombres. Una es la discriminación positiva, que, ya solo por el hecho de constituir una discriminación, no me parece camino adecuado. A veces ese tipo de actitud me da la impresión de ser un golpecito amistoso en la espalda, y sinceramente, no me gusta. Reclamo el derecho a que la mujer ocupe el lugar que por dercho le corresponde, no a que se lo "regalen", merecida o inmerecidamente.

Y el otro es el uso del lenguaje. Es cierto que en muchas ocasiones resulta sexista, pero creo que nos estamos pasando... Hace unos meses leía en una noticia la propuesta (creo recordar que surgió en Córdoba) de feminizar vocablos como "líder", "marido" y otro m´s que no recuerdo ahora, de manera que quedarían en femenino "lideresa" y "marida". A mí esto ya me resulta como poco chocante.. Lo mismo que esa avalancha de "alumnos y alumnas", "padres y madres"..etc, etc. cuando el masculino es gramaticalmente el término no marcado, que engloba femenino y masculino a la vez, y el femenino el término marcado y excluyente.

Por supuesto que estoy a favor de eliminar el sexismo del lenguaje, pero creo que es algo que requiere cautela y prudencia para no acabar cayendo en extremismos e incluso en el ridículo. porque lo de "marida" tiene usía, niña..

En fin, perdona por haberme extendido tanto, pero es un tema que me apasiona.

Besos.

Victoria
Victoria dice:
03/10/2007 01:30

* Para empezar quisiera deciros que me cuesta muchísimo utilizar un lenguaje no sexista, aunque lo intento, pero estoy convencida que se puede llegar a ello con sensibilización, educación y retoques lingí¼ísticos.

* Con el artículo no pretendo la controversia, pero está realizado con la intención de conocer vuestras opiniones al respecto, de saber cómo respira el mundillo de la escritura por estos espacios y, de camino, intentar sensibilizar en la medida de mis posibilidades.

* Yo estoy con Manolo (pero sólo a medias), en cuanto a evitar los experimentos con el lenguaje y en la necesidad de apostar por la igualdad de género en todos y cada uno de los aspectos. Ahora bien, se pueden evitar los experimentos buscando soluciones creativas entre la riqueza de nuestro idioma, Tampoco creo que se deba acudir primero a uno y después a otro aspecto, para alcanzar la igualdad de género; hay que actuar de forma pareja y, si me apuráis, opino que cuando transformemos el lenguaje, transformaremos la realidad.

* A mí me gustaría que la lengua representara a las personas por igual, pero lamentablemente, todavía, silencia a las mujeres detrás de falsos genéricos (cómo un genérico que abarca a ambos se estudia en la escuela y aparece en el diccionario como masculino) y las desprecia con sustantivos (zorro/zorra, verdulero/verdulera o, víbora, arpía...), adjetivos, refranes, frases hechas, adivinanzas, retahilas... ... ... ...

* Yo pienso que hay genéricos reales como víctimas, personas, vecindario, profesorado, gente, pueblo andaluz (por andaluces), abstractos como la dirección y no los directores, la redacción y no los redactores......En fin, como dice Fanny Rubio: La lengua será neutra pero no es neutral.

* Creo que decir niños y niñas o madres y padres no es una repetición, no es duplicar el lenguaje. Duplicar es hacer una copia igual a otra y éste no es el caso. La diferencia sexual está ya dada, no es la lengua quien la crea. Tampoco encuentro diferentes lenguajes según las ciencias o las artes, el lenguaje es siempre el mismo, lo que cambian son los método, los objetivos, los estilos, los ritmos, los tonos,...

* Para terminar os dejo unos apuntes de Teresa Meana Suárez, por sí tenéis curiosidad.

MUJERES ESCRITORAS: HEROíNAS MEMORABLES Y OCULTADAS
Más sancionando que el hablar, el escribir para las mujeres ha sido visto como la usurpación de un derecho que no les pertenece y además como una práctica inútil, como lo que no les corresponde. Dice Virginia Woolf: Creo que pasará aún mucho tiempo antes de que una mujer pueda sentarse a escribir un libro sin que surja un fantasma que debe ser asesinado, sin que aparezca la peña contra la que estrellarse.
Del libro de Yadira Calvo A la mujer por la palabra, me permito entresacar algunas historias. La de Fanny Burney quemando todos sus originales y poniéndose a hacer labor de punto como penitencia por escribir. La de Charlotte BríƒÂ¶nte poniendo a un lado el manuscrito de Jane Eyre para pelar papas. La de Jane Austen escondiendo los papeles cada vez que entraba alguien por la vergí¼enza de que la vieran escribir. La de Katherine Anne Porter declarando haber tardado veinte años en escribir una novela. Fui interrumpida por cualquiera que en un momento dado apareció en mi camino. Porter calculaba que sólo había podido emplear un diez por ciento de sus energías en escribir. El otro noventa por ciento lo he usado para poder mantener mi cabeza fuera del agua, decía.
Recuerdo esa foto de María Moliner remendando calcetines con un huevo de madera, mientras ésa su ingente obra, Diccionario del uso del castellano iba naciendo entre ollas y coladas. Leo las quejas de una Katherine Mansfield reprochándole a su marido: Estoy escribiendo pero tú gritas: Son las cinco, ¿dónde está mi té? O el dulce lamento de una cubana del siglo pasado que no firmó sus obras: ¡Cuántas veces lentamente/ con plácida inspiración/ formé una octava en mi mente/ y mi aguja inteligente/remendaba un pantalón! Por eso dijo Virginia Woolf a propósito de la duquesa de Newcastle: Sabía escribir en su juventud. Pero sus hadas, caso de que sobrevivieran, se transformaron en hipopótamos.
Otro hecho gravísimo: la atribución de las obras de las mujeres a otros, y en especial a sus maridos. Debe haber sido un fenómeno muy frecuente pues tenemos bastantes referencias. Desde el artículo publicado en 1866 por Rosalía de Castro Las literatas: carta a Eduarda, en el que la autora advierte de ello, hasta estas palabras de Adela Zamudio, escritora boliviana del siglo XX: Si alguno versos escribe /de alguno esos versos son,/ que ella sólo los suscribe./ (Permitidme que me asombre.)/ Si es alguno no es poeta,/ ¿Por qué tal suposición?/ ¡Porque es hombre!
Están también los hechos históricamente comprobados: el célebre caso de María Lejarraga, autora de las obras firmadas por su marido Gregorio Martínez Sierra. Y el hecho de que a Zelda Fitzgerald también fue su marido quien le prohibió publicar su Diario porqué él lo necesitaba para su propio trabajo. Y el que las primeras obras de Colette aparecieran firmadas con el nombre de su marido, quien incluso cobró el dinero de su venta. Alguien me dirá que voy muy atrás y que la humanidad ha cambiado en los últimos veinte siglos. Pues bien, en España sólo un diez por ciento de los libros publicados están escritos por mujeres.
GRACIAS Y BESOS

Calle Quimera, he respondido a los comentarios y no había llegado el tuyo. Estoy, casi, en total acuerdo.
Acuerdo absoluto en: a favor de eliminar el sexismo del lenguaje, pero creo que es algo que requiere cautela y prudencia para no acabar cayendo en extremismos e incluso en el ridículo. porque lo de "marida" tiene usía, niña. lo de niños y niñas lo expreso más arriba.

No te importe la extensión, que el tema lo merece, yo también llevo unos meses a la caza y captura de lo que se está haciendo o diciendo y, hay tela. De momento, por lo menos, va calando, que ya es decir.

GRACIAS Y BESOS

Soledad
Soledad dice:
07/11/2007 21:52

Llego cuando Victoria ha respondido a "todos".
Primera cuestión: ¿Cómo habría que decirlo? "A todos y todas, a todas" (porque hay ocho 8 comentarios y 7 parece que son mujeres uno de Manolo = ocho), "a todas y a Manolo" (para no discriminarlo), "a todas y a todos" (parece porque hay más mujeres que hombres. Bueno, buscando una fórmula no sexista -aunque en contra del principio de economía lingí¼ística- podría decir: "a todas las personas". En fin, ¡aquí mi duda!
Lo que pienso es que el lenguaje no discrimina, que somos nosotros [y nosotras] las que lo hacemos al utilizarlo. No son las palabras en sí; sino como las manejamos. El español, como otros idiomas, tiene gramática y no se puede hacer caso omiso de ésta. Claro, eso no indica que las mujeres tengamos que vivir bajo el paraguas masculino (ni en singular ni en plural) pues a las mujeres, hay que nombrarlas: presidenta, jefa, cancillera (que ya hay una), consejera, directora, etc., etc.; también azafato, niñero, secretario, etc. etc. Pondo estos ejemplos de femeninos y masculinos porque trabajos y oficios pueden desempeñarlos mujeres o varones indistintamente.
Ahora viene otra cuestión: Si hubiese un adjetivo acompañando al masculino y femenino plurales, ¿como sería la concordancia?, ¿"niñas y niños estudiosos"?, ¿"niñas estudiosas y niños estudiosos? Uffff, ¡qué lío!
Imaginaros cualquier texto así escrito, y no me refiero a un texto periodístico ni jurídico. ¿No os parece que con estas cosas nos perdemos por las ramas de la igualdad? Yo , como mujer, quiero guarderías, igualdad de oportunidades, el mismo trato e igual respeto para todas las personas (niños, niñas, mujeres, varones, ancianos, ancianas y jóvenes (que no "jóvenas" ni "miembras", como han dicho algunas políticas y ningún político); quiero que las personas que me representen (mujeres o varones) lo sean por su capacidad, no por trepas [y trepos], por cuotas no floreros, por pantalones ni faldas, por tener un sexo u otro.
El español es rico en léxico, ¿no sería mejor representar con palabras lo que pensamos que imponer palabras para imponer formas? Todo se queda en los gestos, yo quiero actuaciones.
El lenguaje evoluciona con el pensamiento, con la sociedad. Por ejemplo: ¿quién asimila hoy "candidato" con el varón vestido de blanco que opta a alguna magistratura, como se entendía en la antigua Roma?
¡Vaya rollazo que he escrito! Se acabó.

Victoria
Victoria dice:
08/11/2007 22:11

Soledad, agradezco tu participaión en este debate, pienso que aportas aspectos muy importantes, no sólo con este comentario, sino a través de tus artículos relacionados con este tema que aparecen en tu web, la cual he visitado y me parece extraordinaria por los contenidos que tratas y la forma de escribirlos, supongo que fruto de un pensamiento crítico y bastante responsable. Te felicito.
Con respecto a la cuestión tratada en este artículo, comparto plenamente contigo que existe bastante confusión con los términos género y sexo, los cuales no siempre son bien utilizados y conducen a la falta de clarificación en bastantes situaciones. Mientras el sexo viene determinado por naturaleza y por tanto es en lo único que nos diferenciamos los hombres de las mújeres, el género nace como la construcción social de nuestra cultura, que asigna a cada sexo una serie de atribuciones a lo largo de la historia y según cada sociedad y ha contribuido transformando las diferencias entre los sexos en desigualdades.
Con respecto al lenguaje ha ocurrido lo mismo, yo tampoco pienso que sea el lenguaje el que discrimina, somos las personas. Pero, lo cierto es que, el lenguaje se creo en una sociedad de dominio exclusivo de hombres, cuando las mujeres estaban privadas de todo, excepto parir y llevar la casa. Hemos heredado el lenguaje de las lenguas romanas y, ya sabemos qué tipo de sociedad era aquella. Ahora, cuando las cosas, afortunadamente, están cambiando, no debemos conformarnos con la herencia, debemos, también, de buscar soluciones a todos los temas que engloban las diferencias de género, incluido el lenguaje.

Te voy a poner algunos ejemplos de mi trabajo diario:
Soy maestra y llevo bastantes años en el equipo directivo. Cómo desde los colegios, donde la mayoría somos maestras se nos llama maestros. Cómo, dentro de las familias, siendo casi siempre las madres las que asistimos a las tutorías y nos encargamos de las cuestiones educativas, recibamos el tratamiento de padres. Cómo clasificas en clase las diferencias de sexo entre niños y niñas -somos niños, todos, pero hacemos dos conjuntos: en uno metemos los niños y en otro las niñas-, en qué quedamos, se preguntan. Le pones una actividad con nombres para que escriban al lado sí son femeninos o masculinos y qué responden. En la dirección ocurre lo mismo, en el cuerpo casi todas maestras, pero en los equipos, siempre los pocos hombres del centro. Cómo crees que se te pone el cuerpo cuando recibes al día decenas de llamadas preguntando por el director y respondes decenas de veces, soy yo, Victoria, una mujer, o debería callarme...No sé, quizás el artículo iba por ahí, por la empachera de tanto o, o, o.

Yo pienso que el lenguaje es un sistema de signos dispuestos de forma arbitraria, moldeable y adaptable y debe ir acorde con las nuevas perspectivas de la sociedad. No es fácil, también me cuesta y no pienses que utilizo un lenguaje totalmente igualitario, entre otras cosas, porque de momento, no se han dado buenos pasos ni soy experta para encuentrar soluciones, pero sigo creyendo en el futuro de nuestra lengua.

Tampoco quiero extenderme mucho, pero el tema me apasiona. De nuevo decirte que tienes unos artículos buenísmos y que estoy dispuesta a seguir con el tema cuando quieras e incluso, quién sabe, encontrar alguna solución juntas.

Un abrazo