También podríamos pensar: sólo es una mesa vieja. Pero yo discrepo con los caballeros; pienso que es genial que en este mundo que todo lo conserva y fosiliza, del prohibido tocar, chis-chis pero qué hace no se acerque al cuadro por Dios... le dejen a uno sentarse y apoyarse en la mesa que usó Quevedo.
Paco, Ana:
No tengo demasiado claro qué pensar sobre el tema. Me extrañó mucho la situación, eso sí. Pero al fin y al cabo me senté en la mesa. Supongo que la silla no sería de Quevedo también. No creo. Pero sí me parece un tema interesante para reflexionar. Hoy me he puesto a escribir algo... y no veo que el "efecto Quevedo" haya hecho aún ningún efecto.
Abrazos a ambos.
Cuando cursaba bachiller, en una visita a Moguer, a la casa del porta Juan Ramón contemplé, estupefacto, algo parecido. Unos compañeros de curso de calzaron unos zapatos blancos del poeta que andaban en un cajón de una cómoda. Yo sí sé que pensar al respecto: me parece una especie de sacrilegio. A los quince años tampoco me hizo gracia.
Un abrazo
Ya, Manuel. Y ahí sí estaríamos de acuerdo. Pero entiende que ponerse zapatillas de JRJ no es exactamente lo mismo que sentarse y apoyar los brazos en la mesa donde escribió Quevedo. Quizá lo del guía... No sé...
Un abrazo.
Pues me parece una barbaridad que la tal mesa ande con esos ajetreos. Pero, en fin... Cosas peores se han visto en el solar que habitamos.
UN ABRAZO