Ocho escenas de Tokio, de Osamu Dazai
VIVIR AL MARGEN
Ocho escenas de Tokio
Osamu Dazai
Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Sajalín Editores
ISBN: 978-84-939076-2-4
158 págs.
Barcelona, 2012
16 euros
El lector hispano ya tenía a su disposición traducciones de las dos principales novelas de Osamu Dazai, El ocaso e Indigno de ser humano, ambas traducidas por Montse Watkins. Es curiosa la historia de esta mujer que fundó en Kamakura, muy cerquita de Tokio, una editorial que se iba a especializar en libros de autores japoneses en castellano. La mayoría de esos libros no habían sido traducidos; la mayoría de ellos ni se conocían en España, por lo que la clave iba a ser el equipo voluntarioso de traductores y el enorme campo de acción que tenían por delante. Esta editorial se llamó Luna Books y en su breve catálogo tenía estos dos títulos de este autor, uno de los más importantes de la primera mitad del siglo XX japonés. Estas mismas traducciones fueron recuperadas por Txalaparta y Sajalín, respectivamente, para editarlas en España. Se ve que la coyuntura es favorable y la acogida suponemos que también, porque ahora presentan esta antología de relatos breves del autor, traducidos esta vez por el tándem que forman Yoko Ogihara y Fernando Cordobés que ya se está haciendo habitual en nuestra biblioteca.
Lo verdaderamente sorprendente es que Osamu Dazai no fuera ya un autor ampliamente reconocido en nuestro idioma, como sí lo son Bukowski o Carver, o Fante o Selby (estos dos últimos, por cierto, editados también por Sajalín Ediciones). Bueno, ¿para qué nos vamos a engañar? No es sorprendente: ellos son autores que escriben en inglés y Dazai lo hizo en japonés. También podríamos elegir como término de la comparación la creación de ambientes claustrofóbicos de Dostoievsky, o algo más atrás a Baudelaire o a Rimbaud. ¿Y en nuestra lengua? ¿Hay autores que hayan recreado en sus obras el infierno que puede llegar a ser el mundo para nosotros? ¿Autores de primer nivel que hayan sucumbido personalmente en el infierno de las drogas o el alcohol?
Tengo un amigo que me dice que Mishima era un loco peligroso. Creo que cuando me lo dijo no conocía a Dazai. De no haber sido así habría sido inevitable la comparación. Los dos son japoneses, aunque de distintas generaciones. Ambos procedían también de familias de alta clase social. Dazai pasa toda su obra disculpándose por proceder de la aristocracia de su región. Ambos fueron muy atractivos y debieron resultar fascinantes en sus tiempos. La diferencia era que Dazai hizo todo lo que estaba en su mano para evitarlo y Mishima, en cambio, se moldea física y espiritualmente para perfeccionarse, aunque no lo consiguiera. Buscaba revivir el ideal clásico en sí mismo; Dazai sólo deseaba la autodestrucción. A partir de ahí todo son diferencias entre ellos hasta que ambos deciden poner fin a sus vidas. Dazai viaja a Tokio a estudiar Lengua y Literatura francesa, pero no terminará de graduarse. Por una parte el alcohol y por otra su afiliación activa al entonces incipiente movimiento comunista, ocupan todo su tiempo. Cuando escribo "el alcohol" es difícil imaginar el resultado: destrozar todo lo que se toca, el deseo de no vivir, o de no ser consciente de estar haciéndolo es la clave que nos podría permitir entenderlo. Al poco tiempo de llegar a Tokio, aún muy joven, tiene una experiencia devastadora. Conoce a una joven camarera con la que deciden poner fin a sus vidas, arrojándose al mar en la zona de Kamakura, "la misma que ya he mencionado al inicio de este artículo". Cuando lo hacen, ella fallece pero él es salvado por unos pescadores. No sé si pueden alcanzar a imaginarse lo que esto significa. Cronológicamente el primero de los relatos del libro es "Femenino" (1936), donde se menciona la historia. Termina así: "Murió porque se dio la vuelta en la cama. Yo sobreviví. Han pasado siete años desde entonces y aún sigo con vida." Todo el libro, y no sólo este, sino también las otras dos novelas que le conocemos, son un intento de explicar por qué sigue vivo, un intento que ni a él mismo parece que llega a convencerle. Cada relato de este libro se inicia con una fotografía. En casi todas aparece él. En la que inicia este relato, "Femenino", sólo aparece una chica joven vestida con un kimono claro y muy sonriente. Parece muy feliz y llena de vida. El pie de foto es: "Tanabe Shimeko, fallecida en la primera tentativa de suicidio en pareja de Dazai."
El resultado es aterrador. Si nos cuentan una historia, por muy bien que esté contada, sabemos que es ficción. Incluso aunque sepamos que se pueda basar en hechos más o menos reales. En este libro cada historia va acompañada de una imagen que se puede decir que pasa a formar parte de ella. Ya conocíamos este primer intento de suicidio fallido, que aparece en Indigno de ser humano. Allí el personaje femenino se llama Tsuneko y de ella escribe el narrador que fue la mujer a la que más había amado en su vida.
Volviendo a Ocho escenas de Tokio, diré que se trata de nueve relatos fechados entre 1936, precisamente este "Femenino" es el primero, y 1948, y cada uno está acompañado de una fotografía más o menos personal y relacionada con el propio relato. Los tres que prefiero son el que da título a la recopilación, de 1941, "La mujer de Villon", de 1947 y "Demonios apuestos y cigarrillos", de 1948, el año en el que falleció de nuevo en un suicidio en pareja y también arrojándose al mar.
"La mujer de Villon" es de algún modo el precedente de su novela más reconocida, Indigno de ser humano, y cuenta la historia de su postrero matrimonio desde el punto de vista de su pareja. Se puede decir que fue un borrador de su novela, aunque en esta el narrador va a ser el marido. Dazai nunca entendió a las mujeres. No estoy seguro de que llegase a intentarlo pero, desde luego, nunca lo consiguió. Tenía un poder extraño que las fascinaba y les hacía desear cuidar de él, perdonándole todo. Y cuando digo "todo" es todo. Sí utilizó la voz femenina en la narradora de El ocaso, su otra gran novela, y con cierto éxito. Yo diría que necesitaba comprender a la mujer aunque no hiciera demasiado por intentarlo. Sus novelas no son una sucesión de hechos que ocurren en el tiempo sin más, sino que están acompañados y enriquecidos por las reflexiones que hacen los narradores. En este sentido es una concepción de relato muy moderno, lo que en "Demonios apuestos y cigarrillos" da lugar a un híbrido entre el relato de ficción y el testimonio en el que la acción no es tan importante como el pensamiento que quiere dar a conocer. Su interés por la Literatura Francesa es notorio en toda su obra. Además de la obvia referencia a Villon citada, el momento clave de este relato es una cita de Valery, que resume algo que él no podía soportar: "Cuando uno realiza un acto de bondad, debería disculparse siempre. Nada arremete más a los demás que la amabilidad." Precisamente él no podía comprender esa amabilidad que le mostraban la mayoría de las mujeres de su vida. Aunque en el relato "Paisaje dorado", de 1939, este hecho no le molesta tanto como sí le emociona. Con el tiempo esta emoción se va tornando en estupor y, posteriormente, en rechazo.
No sé si fueron los traductores o los editores los que decidieron el título de este libro, pero sí que se trata de su mejor relato. Probablemente diría que es lo mejor que he leído del autor: mejor que sus dos novelas traducidas y que todos los otros relatos. "Ocho escenas de Tokio" es una muestra fehaciente de por qué está considerado Dazai uno de los mejores narradores del siglo pasado japonés. Y la historia es aparentemente deslavazada, salta de una situación a otra, parece que esté siendo improvisada sobre la marcha. Se trata de un apunte autobiográfico, como por otra parte son todos estos cuentos, en el que desde uno de sus momentos de mayor estabilidad emocional y vital cuenta cómo ha llegado allí. Es una de sus épocas más productivas, cuando ya ha alcanzado algún reconocimiento como escritor, aunque esto sólo le permite mantenerse a sí mismo escribiendo relatos que va vendiendo a revistas y editoriales. Dice que empezó a escribir para redactar lo que serían unas notas de suicida. Uno tiene la sensación de que, efectivamente, es así. No sólo en este relato: toda la obra de Dazai, es una excusa para permanecer vivo. No fue suficiente: en 1948, cuando aún no había cumplido los cuarenta años volvió a intentar suicidarse con su amante. Fue el cuarto intento. Esta vez lo consiguió. Dejó tras sí una vida de calamidades, para él y para todos los que sintieron cercano su influjo y magnetismo, y una serie de historias que quizá puedan ser justamente considerados la primera obra moderna de la Literatura Japonesa y una de las visiones de la vida más pesimistas que conozco.