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La doctrina Parot y la razón

Es un sueño. Uno vive en esta vida que nos han diseñado como si fuera el único que se da cuenta de todo, como si nadie más entendiera lo que realmente ocurre. Y lo cierto es que, muy al contrario, a todos los que piensan igual les va bien o, al menos, ellos mismos se creen que les va bien, y nos transmiten esa extraña y ridícula felicidad fingida de las cosas bien hechas, bien pensadas, cuando no hacen más que repetir lo que nos dicen en la tele. Bueno, todos no. Menos mal que aún nos queda Gaspar Llamazares. Debe ser que ya se ha alejado de la política activa, aunque es cierto que siempre actuó así: guiado por la razón. Un filósofo español, de los pocos que dicen lo que piensan y que, además de eso, piensan, define la razón como aquello en lo que están de acuerdo la mayoría de las personas cuando están tranquilas. En España, tengo la sensación de que la mayoría de las personas o nunca están tranquilas o nunca piensan, porque aunque todos estemos de acuerdo en que los políticos de los dos partidos mayoritarios lo están haciendo fatal y están constantemente perjudicándonos, a nadie se le ocurre una alternativa y mayoritariamente salen los mismos. Gaspar Llamazares sí habría sido una alternativa. En su momento, no pudo serlo, pero ahora que se plantea un posible horizonte en el que otros partidos consigan presencias considerables y algo más que simbólicas en el Parlamento, sí que lo sería. Probablemente, si volviera a la primera línea política, habría que considerarle la única alternativa digna de confianza y, desde luego, razonable. Esa es mi opinión. Ahora resulta que hay sorpresa e indignación porque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha fallado en contra de la doctrina Parot. ¿Qué esperaban? ¿De verdad esperaban algo diferente? ¿De verdad quiere alguien hacernos creer que pensaba o piensa que es una "doctrina" o una "lectura de la ley" aceptable, justa o digna? Una persona es sentenciada por la ley a una pena y algunas personas que no tienen valor para cambiar las leyes, probablemente porque hoy día plantearse la cadena perpetua es un completo anacronismo, deciden que con algunas personas sí puede hacerse y que, como ellos son los que mandan, pues ellos deciden por decreto quién sale de la cárcel y quién no sale, saltándose a la torera las leyes establecidas. Nunca entenderé la popularidad que tiene el endurecimiento de las penas. Precisamente, uno de los artículos que más me gustó de la Constitución era aquel que decía que en nuestro país la prisión tenía el fin de la reinserción. Podemos reconocer que hemos fracasado en ese aspecto, sí. Podemos pensar que algunas personas no van a reinsertarse o que incluso no lo merecen. Aunque ya aclaro de entrada que yo no lo pienso. Podemos pensar que a los familiares de las víctimas no les gusta pensar que a los verdugos se les da la posibilidad de reinsertarse. Incluso más, de que cumplan sus penas y vuelvan a la sociedad, como antes, aunque con veintitantos años más pasados entre rejas. No creo que a ningún familiar de una víctima de cualquier crimen le guste la idea de que quien haya cometido ese crimen pueda reinsertarse en la sociedad. A mí, en cambio, sí me gusta pensar eso. Si a un familiar mío le pasara algo así, es casi seguro que cambiaría de opinión y no atendería a razones. Es por eso por lo que ese filósofo decía que la razón es lo que piensan la mayoría de los hombres cuando están tranquilos. Me gusta pensar que en España gobierna o legisla alguien que está en condiciones de razonar. El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos ha concluido que no es así. ¿Quién gobierna, quién legisla, quién imparte justicia en España?