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El progreso

Igual antes cuando el humo de los coches no era sino una simpática rareza cuando el humo de los coches añadía una nota de color a las ciudades más cosmopolitas o cuando por fin acabó la guerra de una vez por todas y para siempre que una mujer pasara la vida entera esperando al único novio formal que nunca tuvo aquella mujer era algo que se hacía incuestionablemente habitual.

El amor verdadero "” dijo alguien que nunca supo ni sabrá el daño que hizo "” sólo se vive una vez como aquellas canciones que bailaron en la plaza de las Monjas.

Pero es que los coches fueron corriendo más y más el humo se empeñó con lúcida insistencia en asfixiar cada una de las ciudades también las ciudades más pequeñas sus hermanas terminarían casándose y aquel hombre al que un triste día conoció aquella mujer se iba a encargar de enseñarle de una vez por todas que nada es para siempre sólo el dolor.

Las hermanas vivirían felices con sus hijos con el tiempo se iban a convertir ya lo eran en su único consuelo.

Algún día una esquela perdida entre tantas una esquela de un periódico local le iba a ayudar a liberar las pocas las últimas casi secas y últimas lágrimas que aún escondían sus ojos verdes.

Casi no iba quedando más que el recuerdo de unas citas para bailar en la plaza de las Monjas y algunas proposiciones que se iban espaciando y no lograban satisfacerle.