El ritual de nuestras vidas
Paso los días leyendo y escuchando música. A veces, las dos cosas a la vez; a veces, por separado. Recuerdo un amigo que me decía que para él la música era una experiencia plena, que no la concebía como algo de fondo para crear ambiente. Hay veces en que a mí me pasa igual, pero la mayoría estoy haciendo otras cosas mientras escucho música. Recuerdo que hubo épocas en las que me echaba en el sillón fumando un puro y tomándome algo mientras escuchaba la banda sonora de mi vida: la vida secreta de las palabras. Tom Waits, Paolo Conte, Antony & the Johnsons y añadía algunas sonidos de mi propia cosecha, como los de CocoRosie o los de Sufjan Stevens. Los puros se me terminaban enseguida. Y tenía que llamar a Puros Julio, en Breña Alta, donde me atendía el mismo artesano que los liaba. Era especialmente motivador cuando le decía mi dirección, en la urbanización Aracenilla, y él me interrumpía diciéndome: "¡Aracenilla, ahí tengo otro cliente!" Y yo le decía que no, que era yo otra vez. Todo parecía formar parte del ritual. Lo importante era que a las dos semanas o así me llegaba un pedido. No sabían igual las canciones con otros puros o sin puros. Es eso: el ritual de nuestras vidas.