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Carmen Plácido Suárez

El año que está terminando, 2010, está siendo malo, muy malo. Si ya comenzó mal y siguió con un verano nefasto, acaba tan mal como empezó. El 25 de diciembre, por la mañana, falleció Carmen Plácido Suárez, hermana mayor de mi madre, mi tía Carmen, tras unos años de enfermedad en los que nunca se quejó y siempre dando la cara amable a la vida. El mes de abril pasado estuvo aquí en Sevilla, cumpliendo un viejo sueño, con los setenta y cinco cumplidos: estar en la Feria de abril de Sevilla. Fue feliz con nosotros unos días: casetas, coche de caballos en el recinto ferial, visita al palacio de la duquesa de Alba y comida en El Rinconcillo, uno de los sitios más hermosos de la ciudad, el bar que presume de ser el más antiguo de Sevilla. Fue feliz con nosotros y nos hizo felices compartiendo su alegría y sus ganas de vivir. Ojalá se nos haya pegado algo.

Una historia hermosa que también quiero contar: un agradecimiento. Cuando mi tía iba a venir, yo me presté a acompañarla a la Feria. Venían también mi otra tía canaria, Conchi Plácido, y por supuesto mi madre: las tres hermanas. Un par de días antes andaba muy apurado porque no tenía casetas a donde llevarlas. Se lo conté a varios amigos que no se interesaron demasiado. Pero Juan Luis León García, Jota Ele para sus amigos, sí se interesó. Me llevó a casetas de hermandades de Semana Santa, que tenían entrada libre, me dio invitaciones para otras que eran de acceso restringido y, finalmente, me dijo que le llamara si me veía apurado, que él nos acompañaría. ¿Para qué sirve un blog? Para agradecer públicamente a los amigos lo que hacen por ti. Estoy en un momento muy sentimental: es lógico o no, pero lo estoy. Detesto parecer un estúpido sentimentaloide, pero son los últimos momentos que estuve con mi tía Carmen, y también estaban sus dos hermanas, las tres juntas, y fueron momentos muy felices. Acompañarlas a casetas donde vieron bailar sevillanas como las baila el pueblo e ir a algunas otras donde pudimos tomar algo. Recordar esos momentos me pone feliz. Lloro de felicidad y lloro también de pena. Gracias desde aquí por esos momentos, Juan Luis. Te debo la vida.