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Carlos Edmundo de Ory

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Son tiempos malos. Sólo lo vi en persona en una ocasión. Fue en 1989. Celebrábamos un acto de homenaje a César Vallejo, en La Carbonería, y allí estaba él, uno de los más grandes, rodeados de algunos de sus mejores amigos: Rafael de Cózar y Francisco Lira. Entonces no era fácil encontrar sus poemas. Sólo estaba disponible la edición, en Letras Hispánicas de Cátedra, de Metanoia, pero ahí estaban los motivos para admirarle. Cózar recordó con emoción aquellos días preparando el libro en su casita en Francia. Hace poco me contaba otro amigo que un desconocido llamó a su puerta para ofrecerse a él como secretario o ayudante o discípulo, o como todo a la vez. El poeta le dijo que él no podía permitirse ese lujo. Es curioso: los mejores casi nunca reciben en vida lo que merecen. Y un apenadísimo Roberto Bolaño tuvo que volverse a Barcelona sin ver realizado su sueño. Hubiera estado bien algo más en vida del poeta. Ya es fácil conseguir sus libros: Música de lobo. Antología general, en Galaxia Gutemberg. Hace poco una amiga muy querida me hablaba de Melos, melancolía. Le gustaba el brillo de sus juegos de palabras: un brillo que no se apaga. Un librero al que valoro mucho, en cambio, me decía que la mayor fuerza del poeta eran sus Aerolitos, que era como el llamaba a sus aforismos. La Fundación César Manrique ha editado recientemente su tercer volumen en una edición maravillosa.
Javier Rodríguez Marcos. en su fantástico artículo en El País, recuerda uno de ellos:

Soy el vocero del Silencio.

También Carlos Edmundo de Ory sabía que su reino era el silencio, un silencio que él contribuía a hacer más hermoso con sus poemas.
Durante años releía la antología de sus Diarios publicada por la editorial Ocnos. Todavía se puede encontrar en librerías de lance. Pero hace unos años tenemos una edición que pretende ser completa de los mismos, preparada por su amigo de toda la vida y compañero en aventuras poéticas, Jesús Fernández Palacios. Recuerdo que él también estaba en aquel encuentro en La Carbonería.
Me hubiera gustado encontrarlo en algunos sitios en los que merecía estar. No sé si se hubiera sentido demasiado cómodo. Pero no se trata de comodidad, también de justicia. La vida va pasando ante nosotros con todo su peso.

Cuando unos se llenan la boca nombrándose a sí mismos poetas insumisos, yo pienso en Carlos Edmundo de Ory. Él sí lo fue.
La foto, magnífica, la he encontrado en el blog de Alejandro Luque.

archivado en: ,
Ana
Ana dice:
12/11/2010 02:46

Oh, no sabía nada... :-(

... y si me hundo, me Carlos Edmundo

y además ese poema, el de "sintigo". Me he quedado estas cositas ya para siempre. Nos ha dado.

Rafael Suarez Placido
Rafael Suarez Placido dice:
12/11/2010 12:53

Carlos Edmundo...

Nos ha dado.

Ana
Ana dice:
13/11/2010 01:18

Carlos Edmundémonos!

Si estaba bien así... :-)