Elecciones (2016)
Dostoievsky era un nacionalista exaltado, un chovinista que despreciaba la ciencia, que defendía la autocracia más retrógrada y tenía una idea mesiánica del destino y de la misión de Rusia en el mundo, además de ser un antisemita furibundo.
Dicho lo anterior y puesto en su sitio el tal desde un punto de vista conceptual e ideológico, resultó ser uno de los novelistas más excepcionales y vigorosos de todos los tiempos, en cuanto al diseño y conformación de unos personajes inigualables. De donde se infiere que el oficio de escribir va por un lado y la adscripción política por otro.
Hay personas que confunden al escritor con lo que escribe. Craso error. La historia de un relato o de una novela es un universo cerrado, único e irrepetible, acotado por el creador de la misma, y en donde lo que sucede tiene como objeto impulsar la acción hasta llegar a un desenlace marcado o no de antemano por el amanuense, dado que los personajes también tienen mucho que decir y pueden rebelarse contra las intenciones primarias que les han sido asignadas. Pero sea de una u otra forma, la ficción desplegada por un escritor en sus novelas nada dice sobre sí, o como mucho dice bien poco.
Podría decirse, que en el proceso de gestación, la novela, es una obra de teatro con múltiples variaciones, que se escenifican una y otra vez en la mente del escritor y en donde de acuerdo con la idiosincrasia de cada uno de los personajes, el resultado final que pasará al papel se supone que cierra el puzle narrativo con mayor o menor acierto.
Pero, al igual que el escritor inventa personajes de acuerdo con sus intereses literarios, los políticos, los sindicalistas, los curas, los vendedores de peladillas, de coches, de pescado o de lo que sea, también fabrican el suyo para amoldarse a un mejor hacer en el resultado final de su encomienda: lograr la mayor rentabilidad en votos, afiliados, fieles o compradores de lo que fuera. Punto.
El sufrido votante patrio ha de pasar en breve, por unas nuevas elecciones generales, como si de lo ocurrido en estos últimos meses no estuviera hasta el hartazgo -por decirlo en forma lábil.
El problema estriba en que a las personas y a los personajes que encarnan cada uno de los líderes de las formaciones políticas que repiten -por incompetencia manifiesta para formar un gobierno estable-, los tenemos más vistos que al tebeo. Es decir, esta novela ya la hemos leído. Y no nos ha gustado. Nada. ¡A ver qué nos cuentan ahora!
Pues si la primera parte de la novela nos pareció de final fullero, imagínate esta segunda. En la que los personajes no cambian y no ha pasado tiempo suficiente para que las circunstancias les muerdan los tobillos. Pero a diferencia de las novelas, esta pantomima no la podemos cerrar y pasar a otra cosa. Mi postura es la de no estar muy atento y mantenerme crítico. Concentrarme en las personas y exigirle al sistema. Un abrazo