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Cordones pareados (2014)


El color no importa. Lo que interesa es que sean fuertes y de la misma extensión. Se toman por pares y se anudan. Primero por un extremo y luego por el otro.
Han de ser nueve, nueve pares.
Luego, cada par se ata a otro hasta obtener uno solo de longitud algo superior a la distancia existente entre el barrote de la ventana, detrás de la cual está la vida, y la altura de nuestro cuello.
En el reformatorio hay nueve guardias, de ahí el número de pares de cordones necesarios para no levantar sospechas. Diremos que los nuestros están rotos y le pediremos un par a cada uno de los vigilantes; así nadie sospechará nada.
Una vez amarrado a uno de los barrotes, la decisión de cuándo marcharse de esta mierda de mundo depende sólo de nosotros.
Yo he elegido la siesta, que me parece una buena hora. Cuando se duerma Salvador, mi compañero de cuarto, sólo me restará enlazar el otro extremo alrededor del cuello y encoger... encoger las piernas para que no rocen el suelo hasta que pierda totalmente la memoria de lo que soy, que es lo que deseo: dejar de recordar, de pensar en qué cosa me he convertido: sólo eso.
Paco Huelva
Junio de 2014
archivado en:
Benito A. de la Morena Carretero
Benito A. de la Morena Carretero dice:
27/06/2014 00:35

Profundo, muy profundo y significativo. Rebosa calidad.