"Monumento a la tortura (y 5)", por Miramamolín, el Moro
Vengo transcribiendo aquí, de modo fiel, las reflexiones que mi amigo, viajero que llegó a la ciudad y tuvo una serie de experiencias fantásticas con las rotondas de la principal vía de acceso, me ha contado y yo he recogido valiéndome de mi atención y de mi turbante, que es un prodigio tecnológico. Llevamos unos días con la impresión que le produjo ver un monumento a la tortura casi en el centro de Gí¼erva. Sigue objetando mi amigo, al taurino que le quiere vender la tauromaquia:
"El toreo no es cultura, es tortura, es injusticia. Todo lo que se opone a la justicia es incultura, barbarie, porque la humanidad deja de ser bárbara cuando aparece el derecho, la noción de justicia. El papel de los animales en la tierra no es divertirse a costa de ellos, si acaso con ellos, es mantener el equilibrio ecológico entre especies, servir como alimento unas de otras, pero no de objetos de los que burlarse o con los que ensañarse por considerarlos inferiores: si por ello fuese se podrían organizar fiestas de burla y tortura de quienes la caverna reaccionaria, históricamente, ha considerado como seres inferiores: homosexuales, retrasados mentales, jorobados, enanos, etc..., v. gr. lo de los bufones en las cortes, ¿lo veríamos bien hoy día? Al toreo sólo se le podría aplicar el concepto de cultura en el sentido que se le aplica al pelotazo, cultura del pelotazo, cultura del toreo, como conductas injustas y antisociales.
Por lo que expongo en el punto anterior, precisamente, el toreo es antiecológico, toda vez que subvierte el orden de la naturaleza: se fabrican toros artificiales y ello para fines que no son los propios de su especie. Pero hoy día lo ecológico vende y algún “intelectualoide” ha lanzado esa idea basándose en que las dehesas se perderían (supongo que se fía de los ganaderos menos que yo y barrunta que, desaparecido el negocio del toreo, les importaría un carajo lo que fuese de las dehesas). Digo, ¿y por qué habrían de perderse? ¿No hay dehesas sin toros? Siempre la misma tergiversación. De lo que estoy seguro es de que ninguna organización ecologista admitiría a socios taurinos.
Yo como ternera, y pescado, y cerdo, y pollo. Claro está, como claro es que una cosa es comer proteínas animales por supervivencia y otra gozar con la tortura de los animales por mero placer, fama o dinero. Hay que saber distinguir entre necesidad y placer, como entre la caza y la pesca deportiva y la caza y la pesca para alimentación. Anteriormente mencioné el canibalismo: recordemos ahora el caso de los viajeros del avión estrellado en los Andes hace unos años. Pues eso. De cualquier forma, el día que los científicos se pongan de acuerdo y nos digan que con las proteínas vegetales es suficiente, pues me hago vegetariano y asunto concluido.
Quiero dejar clara una cosa: por circunstancias que no hacen al caso, vi muchas corridas en mi juventud y además desde la barrera, por lo que la sangre, los mugidos y las miradas de los toros las percibí clarísimamente, así como la forma de escarbar con las picas y no vi arte, ni cultura en ello. Por tanto, querido Miramamolín, yo no le compraría tauromaquia al taurino que me la quisiera vender. Es más, estoy seguro de que, al ver cómo le echaba por tierra su argumentario falaz, recurriría a los gritos de taberna, dado su entrenamiento en la violencia. Pero bueno, confiemos en que haya mucha población que considere una absoluta vergí¼enza ese monumento a la tortura en la ciudad y que no tarde el día en que los ciudadanos obliguen a los próceres a quitarlo: la ciudadanía civilizada de Gí¼erva no se merece ese insulto".
Quedó pensativo unos momentos mi amigo y luego soltó una carcajada. Ante mi sorpresa, me explicó la causa:
"- Me río por las idioteces tan absurdas que se llegan a esgrimir para justificar la tauromaquia, concretamente eso de que se puede extinguir una raza especial si no hay corridas. Si aplicásemos ese criterio a las especies en vías de extinción, llegaríamos a formular la necesidad de corridas de linces ibéricos o de atunes rojos (nadadas en este caso) con lo cual se salvarían y serían mimados. Nuestro común amigo El Vate Orate publicó un extenso estudio sobre el asunto en la primera etapa de utopiaverde.org. Y hablaba de los mitos del Minoatún y del Minogato… entre otras cosas. Y hace poco ha estado en Sevilla un taurino, diz que filósofo (que a saber qué sofía fila el tío) y ha sentenciado en un acto público que "… si amamos a los animales nos hacemos animales", así que, ya lo sabes Miramamolín, no ames a una monja, que acabarás en clausura, ni a una policía, que pondrás multas …"
Dicho lo cual, relajados ambos y con un revoleo de mi chilaba, brindamos con agua clara por la desaparición de las estatuas de toreros, o sea de MA-TA-DO-RES, y la reeducación de los mismos para que se puedan reinsertar en un mundo sin barbarie, sin picas, espadas ni banderillas y con mucho, muchísimo respeto a los animales, incluidos los racionales.
"El toreo no es cultura, es tortura, es injusticia. Todo lo que se opone a la justicia es incultura, barbarie, porque la humanidad deja de ser bárbara cuando aparece el derecho, la noción de justicia. El papel de los animales en la tierra no es divertirse a costa de ellos, si acaso con ellos, es mantener el equilibrio ecológico entre especies, servir como alimento unas de otras, pero no de objetos de los que burlarse o con los que ensañarse por considerarlos inferiores: si por ello fuese se podrían organizar fiestas de burla y tortura de quienes la caverna reaccionaria, históricamente, ha considerado como seres inferiores: homosexuales, retrasados mentales, jorobados, enanos, etc..., v. gr. lo de los bufones en las cortes, ¿lo veríamos bien hoy día? Al toreo sólo se le podría aplicar el concepto de cultura en el sentido que se le aplica al pelotazo, cultura del pelotazo, cultura del toreo, como conductas injustas y antisociales.
Por lo que expongo en el punto anterior, precisamente, el toreo es antiecológico, toda vez que subvierte el orden de la naturaleza: se fabrican toros artificiales y ello para fines que no son los propios de su especie. Pero hoy día lo ecológico vende y algún “intelectualoide” ha lanzado esa idea basándose en que las dehesas se perderían (supongo que se fía de los ganaderos menos que yo y barrunta que, desaparecido el negocio del toreo, les importaría un carajo lo que fuese de las dehesas). Digo, ¿y por qué habrían de perderse? ¿No hay dehesas sin toros? Siempre la misma tergiversación. De lo que estoy seguro es de que ninguna organización ecologista admitiría a socios taurinos.
Yo como ternera, y pescado, y cerdo, y pollo. Claro está, como claro es que una cosa es comer proteínas animales por supervivencia y otra gozar con la tortura de los animales por mero placer, fama o dinero. Hay que saber distinguir entre necesidad y placer, como entre la caza y la pesca deportiva y la caza y la pesca para alimentación. Anteriormente mencioné el canibalismo: recordemos ahora el caso de los viajeros del avión estrellado en los Andes hace unos años. Pues eso. De cualquier forma, el día que los científicos se pongan de acuerdo y nos digan que con las proteínas vegetales es suficiente, pues me hago vegetariano y asunto concluido.
Quiero dejar clara una cosa: por circunstancias que no hacen al caso, vi muchas corridas en mi juventud y además desde la barrera, por lo que la sangre, los mugidos y las miradas de los toros las percibí clarísimamente, así como la forma de escarbar con las picas y no vi arte, ni cultura en ello. Por tanto, querido Miramamolín, yo no le compraría tauromaquia al taurino que me la quisiera vender. Es más, estoy seguro de que, al ver cómo le echaba por tierra su argumentario falaz, recurriría a los gritos de taberna, dado su entrenamiento en la violencia. Pero bueno, confiemos en que haya mucha población que considere una absoluta vergí¼enza ese monumento a la tortura en la ciudad y que no tarde el día en que los ciudadanos obliguen a los próceres a quitarlo: la ciudadanía civilizada de Gí¼erva no se merece ese insulto".
Quedó pensativo unos momentos mi amigo y luego soltó una carcajada. Ante mi sorpresa, me explicó la causa:
"- Me río por las idioteces tan absurdas que se llegan a esgrimir para justificar la tauromaquia, concretamente eso de que se puede extinguir una raza especial si no hay corridas. Si aplicásemos ese criterio a las especies en vías de extinción, llegaríamos a formular la necesidad de corridas de linces ibéricos o de atunes rojos (nadadas en este caso) con lo cual se salvarían y serían mimados. Nuestro común amigo El Vate Orate publicó un extenso estudio sobre el asunto en la primera etapa de utopiaverde.org. Y hablaba de los mitos del Minoatún y del Minogato… entre otras cosas. Y hace poco ha estado en Sevilla un taurino, diz que filósofo (que a saber qué sofía fila el tío) y ha sentenciado en un acto público que "… si amamos a los animales nos hacemos animales", así que, ya lo sabes Miramamolín, no ames a una monja, que acabarás en clausura, ni a una policía, que pondrás multas …"
Dicho lo cual, relajados ambos y con un revoleo de mi chilaba, brindamos con agua clara por la desaparición de las estatuas de toreros, o sea de MA-TA-DO-RES, y la reeducación de los mismos para que se puedan reinsertar en un mundo sin barbarie, sin picas, espadas ni banderillas y con mucho, muchísimo respeto a los animales, incluidos los racionales.