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"La fabla del muerterete", por Miramamolín, el Moro

Que los muertos hablan con quien les place resulta ser una creencia muy antigua, según demuestra la antropología siempre que se le antoja. Y algo socialmente aceptado desde antiguo -si lo sabré yo-, es que a quien dice que habla con los muertos se le considera un majara, si se trata de un pobre o si su interlocutor finado es un familiar o un don nadie. Si afirma que su muerterete parlanchín es un personaje, se le toma por chiflado con pretensiones, como uno que yo conozco que siempre decía hablar con Franco y con Cleopatra.

Ahora bien, si un individuo pertenece a una clase social alta y dice hablar con un finado de su mismo status, puede ocurrir alguna de estas cosas: que le hagan un programa de televisión con Pitita Ridruejo (¿vive aún?) como partenaire, que los grandes de las finanzas y la política le pidan opinión sobre las más diversas cuestiones, que escriba libros valiéndose de "negros" intertextualizadores, o que se le considere un elegido de alguno de los múltiples dioses que el miedo, la ignorancia y la miseria han creado.

Para hablar con sus muertos, o con los cascados en general, estas gentes se han valido tradicionalmente del espiritismo, aunque ahora hay una modalidad más científica que se llama espitismo, como se demuestra por la concentración del concepto al eliminar una sílaba. Y el espiritismo clásico se practica ahora de modo tecnológico, incluso por internet. Es decir, que se ha pasado de los porrazos en las paredes a los ordenatas.

Piezas clave en el proceso son los mediums, poltergeist, psicofonías y sus variantes.

Se admite generalmente en psicología que las personas que mantienen la clase de diálogos a que me refiero, presentan antecedentes de traumas, estrés, neurosis, histeria, copropraxia, ecolalia y/o desajustes sexuales (¿abstinencia prolongada entre ellos, voluntaria o forzada?). Y se admite, también, que tras los primeros encuentros llega a producirse psicodependencia, con mono y todo. Y que normalmente quien quiere hablar con un difunto acaba por escucharse a sí mismo.

Recientemente, y en sesión ultrasecreta, ha sido elegido un señor para un alto cargo político y supersticioso. Parece ser que los electores estaban sentados alrededor de mesas y, según cuenta toda la prensa dependiente, había por allí un espíritu que marcaba el compás con mucho poderío -¿quién lo vio?-, lo que hace pensar, indefectiblemente, en una magna sesión de espiritismo aunque, preciso es reconocerlo, no sabemos si hubo golpes en las paredes, en las mesas, psicofonías, o simples cosquis en los cocos.

Aunque sí sabemos que el electo ha declarado casi al momento que habla con un muerto llamado Karol (a) Giovanni Paolo, su antecesor en el cargo, que le dice lo que tiene que hacer y que esté tranquilo. Se nos ha repetido hasta la saciedad que ambos son célibes -¿desajustes sexuales?-, lo que parece ajustarse a la lista de posibles antecedentes. Y a juzgar por el duelo y el dolor que expresó ante la muerte de su conmilitón, el trauma y el estrés han estado presentes. No hay datos para afirmar que haya histeria, neurosis, copropraxia ni ecolalia (aunque en lo referente a ésta, tengo mis dudas: ya veremos si repite la misma palabrería que el compadre muerto).

Lo que sí parece evidente es que traiciona el declarante al propio catecismo que él mismo impulsó, en su número 2116, cuando establece que "Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone "desvelan" el porvenir (cf. Dt 18,10;Jr 29,8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a mediums encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios."

Aunque, naturalmente, desde su Organización nos querrán comer el coco con que el tal electo es un místico y por eso habla con sus muertos, como nos decían que Karol era un santo porque hablaba con su dios, tirado panza abajo en el suelo, que lo único que demuestra es que él no tenía que lavar la ropa y le importaba un comino darle más trabajo al personal del servicio. Si su dios está en todas partes, como se atreven a decir ¿porqué no podía hablarle sentado, haciendo el pino o a la pata coja, pongo por caso?.

¡Cualquier día me iba a revolcar yo con la chilaba limpia! Si hasta cuando rezaba mirando a la Meca, ponía una esterilla en el suelo. ¿O es que inventamos los baños en Al-Andalus por guarros?