Usted está aquí: Inicio / Miramamolín El Moro / Blog / "Lincemaquia", por Miramamolín, el Moro

"Lincemaquia", por Miramamolín, el Moro

A la sujeta esa que dijo en un parlamento que el lince ibérico no es tan listo como nos creíamos.

Hay quien, revestido de postmoderno, pone la voz campanuda y proclama "si no fuera por las corridas ya no habría toros de lidia". Es probable que no se haya dado cuenta, pero acaba de descubrir el método infalible que, a partir de ahora, evitará la extinción de nuevas especies animales amenazadas. ¡Y los animalistas perdiendo el tiempo con propuestas de leyes! ¡Y los biólogos consiguiendo que se reproduzcan los linces! Apliquemos, siguiendo al insigne Vate Orate, dicha teoría al lince ibérico, y evitaremos que se extinga. ¿Cómo? Veamos:


Crearemos ganaderías de lince ibérico de lidia a cargo de caballeros camperos de pro, con muchos zahones, facies grieteada, sombrero de ala ancha y puro en la boca, amén de dinero en bancos y fincas rurales, adobado todo ello de contactos políticos al más alto nivel de la derecha tradicional, mas sin rehuir a cierta izquierda progre.

Discurriremos y editaremos tradiciones ancestrales y poemarios (recitados, a capella o musicados) con muchas rimas en "luna", "olivo", "campo", "cortijo", "manola", etc... De las tradiciones discurridas será sobresaliente la que aluda al mito del Minogato, especialmente si viene de una isla del Egeo o por ahí.

Inventaremos la raza pura del lince de lidia, completamente diferente del lince doméstico, habituado, como se sabe, a las raspas del pescado y potitos industriales de adquisición en hipers y otros templos del consumo.

Haremos corridas de linces, normales, de beneficencia o de la prensa, para lo que empezaremos desarrollando el factor humano, en sus dos vertientes:

a) formación de profesionales del arte de la lidia en las escuelas necesarias, estableciendo los cánones oportunos para después poder diferenciar la lidia clásica de la tremendista, la pura de la "para la galería", etc.;

b) crear afición, para lo cual se organizarán campañas en la telebasura, con sus amoríos, sus novias del "lincero" o "linceador", según lo pronuncien los cabales o los guiris a lo Mérimée, corridas gratis y exhibiciones en ferias, expos y parques temáticos. Item más, para que la cosa prenda con mayor rapidez se financiarán en secreto campañas de antilincerinos que irán a Bruselas con pancartas y crearán webs en Internet dando caña. Es decir, todas las técnicas de creación de ilusiones y mercadotecnia agresiva. La inversión inicial será cuantiosa, pero los beneficios durarán siglos.

El traje del lincero ha de ser ceñido, marcador de paquete para señalar la "valentía" del artista, y de colorines, pero llevará petos de corcho, necesario para algunas "suertes" de la lidia, que un felino enrabietao araña una jartá. La montera, en sus laterales, llevará unas como orejas de gato enhiestas.

Las banderillas serán bastante estrechas o finas, sus puntas como agujas de hacer calceta. El maestro no usará estoque, sino unos fuertes alicates de manicura. En cambio las punteras de sus zapatos se reforzarán con acero para la suerte del volapié. No existirán picas ni muletas, sino que el maestro se auxiliará con un escudo de corcho. El tajador de la cuadrilla usará una buena faca de Albacete, si bien no se desdeña un buen cutter si el tipo es modelno y de parla inglesoide.

El ruedo tendrá un diámetro de unos 15 metros. Estará rodeado de altas vallas metálicas y muy pulidas en las que resulte imposible agarrarse ni con uñas ni con dientes. Sin burladeros, porque no serán necesarios; sólo una puerta por la que accede la cuadrilla y otra para el lince bravo.

En cuanto a la lidia en sí, el principio básico es que hay que ir aniquilando al lince poco a poco y con regodeo para chafarle todas sus posibles defensas, de modo que el posturitas pueda luego lucirse. He aquí sus tiempos: Paseillo, con la parafernalia al uso más la que la experiencia vaya dictando, siendo los alguaciles del SEPRONA; Suelta del lince al que, previamente, los veterinarios habrán sedado y le habrán puesto vaselina en los ojos. Evoluciona, bufa, arquea el lomo y salta de acá para allá. Suerte de banderillas: dos banderilleros, uno la clava en un ojo del animal y el segundo en el otro, con lo que se acaba con uno de los atributos más preciados del bicho, la vista. Suerte del escudo: le corresponde al maestro que merodea junto al lince diciéndole "Eje", "Iaa", "Joo" y otras onomatopeyas con el fin de irritarle, lo que no será difícil dado su estado. Cuando el lince bufa y salta ciego de rabia y dolor el maestro, adoptando diversas posturitas según arte, le va esquivando con los correspondientes jarmazos del animal; habrá un pase de especial emoción en el que, tras ir conduciéndolo hasta la valla, el lince se estrelle contra ella con el sonido correspondiente, a modo de gong. Ahí comienza la banda con la música, claro.

El último salto de la serie será sobre el escudo de corcho y las uñas del felino lo atravesarán, momento en el que el diestro -que, paradójicamente, será siniestro- hará uso de los alicates cortando con certeros chasquidos las uñas. Según la limpieza del método empleado irá ganando puntos para obtener trofeos.

Suerte de Aquiles: mientras el maestro suelta alicates y escudo y se ajusta el calzado, el tajador -otro miembro de la cuadrilla-, de certeros tajos, le corta los tendones de las patas traseras al lince. Ya está dispuesto para la faena porque ya no se puede defender: no ve, no araña, no salta. El volapié: se trata de ir dando patadas al lince con los zapatos especiales, de acá para allá, bien de puntera, bien de tacón, ora con el empeine, ora con efecto, acá raseando, acullá bombeando, etc...El golpe en los testículos del animal se llamará "pepitolina" en recuerdo de mi amigo Pepito que lo prodigaba en su niñez, pero con los gatos. El de pecho no hace falta explicarlo. Y así, cada uno puede ser bautizado según lo que evoque. Lo más normal será ir lanzando el bicho cada vez contra el vallado para traumatizarlo cranealmente poco a poco y con similicatría. A cada gong, la banda atacará "tutti" y el respetable se desgañitará con sus olés o con sus miaus, dependiendo de la peña que dé cobijo a cada aullador.

La compasión: es la suerte suprema en la que el lincero demuestra su amor a los animales. Sale a los medios, saluda al respetable y, despacio, recoge del suelo la piltrafa que ya es el otrora hermoso lince y, tomándolo de las patas traseras, lo eleva y con un golpe seco del canto de la otra mano, lo desnuca. Como a un conejo: para más humillación, que el conejo es manjar predilecto de todo lince que se precie. Pitos o aplausos, orejas, rabo, pata, ... según la faena. No hacen falta mulillas, se lleva en una bolsa de basura mismo, que cabe.

En cada corrida se lidiarán como mínimo 12 linces, por lo que la cabaña ha de ser muy abundante. Pero de eso se encargan los ganaderos, políticos, periodistas castizos y Bruselas, con subvenciones a la nueva fiesta nazional. Y, por fin, el lince se habrá salvado gracias a la existencia de la lincemaquia.