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"La caja roja", por Miramamolín, el Moro

En muchos países del tercer mundo, ninguno de ellos bombardeado democrática ni humanitariamente por los gringos, porque sus gobiernos son falderos del imperio y carecen de petróleo, trabajan mujeres y niños en régimen de esclavitud, como se demuestra y documenta en el libro que cito a pie de página*. Algunos ejemplos nada más, contrastados y denunciados por Unicef y la ONU, para unirnos a la conmemoración del Dial Mundial contra el Trabajo Infantil:

Trabajadoras de subsidiarias de Addidas, Nike, Reebok y otras marcas han de someterse a test de embarazo, tienen prohibidas las bajas por enfermedad y han de demostrar que menstrúan desnudándose ante los médicos de las empresas. Y hablamos de horarios que oscilan entre las 60 y las 84 horas semanales, con salarios de 21 cts. de €/hora o 2 €/día. En El Salvador, niños de 12 años duermen en el suelo de la fábrica de Addidas. Naturalmente, nada de sindicarse, que te la juegas.

Y los heroicos deportistas, apuestos ellos y guapas ellas, que llevan los escuditos de las marcas en camisetas, gorras, diademas para el sudor, calzado, raquetas, chandals, balones, etc..., de modo que cada vez que los enfoque una cámara de TV nos den ganas de comprar esas marcas, cobran fabulosas cifras por exhibirlas (las que no les pagan a los trabajadores). Nosotros nos embobamos con los saltos y piruetas de estos cómplices del crimen, con las entrevistas que les hacen, con sus amoríos, y ... compramos lo que nos ordenan.

Y utilizamos sin freno los telefonillos celulares (mal traducidos como móviles en ¡¡España!!), quizá porque no sabemos que la materia prima esencial de los mismos, llamada coltan -y tantalita, porque su extracción es suplicio similar al de Tántalo-, la obtiene la firma Bayer en el Congo, a base de financiar a uno de los bandos, en cuyo territorio se encuentra dicho mineral, de la guerra civil que hay desde hace años, con resultado de unos 4 millones de muertos por ahora. Lo de Bayer -que fabricó el gas con que los nazis se cargaban a los judíos- ha merecido que en Alemania exista una organización llamada "Coordinación contra los peligros de Bayer".

Sabemos que se acaba el petróleo**, que hay para unos 30 años, y que las energías alternativas no son suficientes para nuestra forma de vivir (entre otras cosas, los aparatos que las producen necesitan... petróleo, para ser fabricados), pero hay quien se extasía con los estruendos de la fórmula uno y el motociclismo, ceremoniales del despilfarro, algunas veces agresivo y chulesco, como cuando se mete en los paupérrimos países africanos, sólo por realzar (?) la imagen de las marcas despilfarradoras.

Uno de los aspectos más lacerantes de este panorama, sobre el que someramente intento llamar la atención, es el de la obtención del cacao. Costa de Marfil es el principal país productor del mundo y la recolección está organizada del siguiente modo: camiones de las mafias empresariales secuestran en los poblados -sobre todo de la vecina Mali- a cuantos niños encuentran y los llevan a las plantaciones. Allí, sólo por mala comida, trabajan hasta que revientan. Se les entierra y nueva razzia de los camiones. Los fabricantes de chocolate obtienen la materia prima a muy buen precio, por supuesto, especialmente la suiza Nestlé, principal productora mundial de chocolate y similares.

No sé a vosotros, pero a mí se me revuelve el estómago cuando veo a la madre de cierto tenista prostituir el cariño materno, anunciando una marca de cacao, asunto sobre el que, por cierto, no he oído que la Conferencia Episcopal vaya a organizar manifestación alguna, y me parece mucho más dañino para la sociedad que una madre de semejante jaez ande suelta por las pantallas, que el hecho de que dos homosexuales adopten un niño.

¿Qué hacer? Protestar ante los fabricantes (en sus webs están los famosos "contáctenos"); presionar a los políticos para que exijan a esos países y gobiernos que paguen salarios justos; procurar consumir y demandar productos ecológicos, así como los llamados "de comercio justo"; pasar olímpicamente de marcas y comprar lo que sepamos que se fabrica en países con garantías para los trabajadores, etc... Hay muchas organizaciones solidarias en las que informarse, además del libro que cito.

Y naturalmente, nunca aceptar como regalo una caja roja de Nestlé, porque ese color es el de la sangre de sus niños esclavos, con la que probablemente hayan teñido el cartón.
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*) Werner, K. , Weiss, H.: El libro negro de las marcas; Edit. Debate, Barcelona, 2004. (Este libro debe figurar en la biblioteca de toda organización solidaria y de consumidores).
**) Talens, M.: Visiones del Apocalipsis,
en http://www.manueltalens.com/articulos/otrosmedios/index.htm