"El espíritu deportivo", por Miramamolín, el Moro
Anda cabreada la afición jurgolera porque el final del partido entre el Levante y el Barcelona fue un aburrido tongo, con el clásico peloteo insulso para perder el tiempo y que no varíe el marcador, algo visto miles de veces cuando a los dos contendientes les interesa el resultado que haya en ese momento. No sé porqué se mosquean los jurgoleros, cuando el tongo y el juego sucio son inherentes a todo espectáculo deportivo "mediático" y a todo lo que implique competitividad.
No podría ser de otro modo, porque se juegan millones en el asunto. Lo que pasa es que lo suelen disfrazar muy bien todos los carotas que viven de estas cosas, empezando por los dueños de los clubes y acabando por los propios currantes (llamarles jugadores es, simplemente, una idiotez porque se ganan un jornal, sustancioso o no, pero jornal: y eso no es jugar que, en su primera acepción -mírese a los niños-, significa hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse). Un político del PSOE, hoy cátedro de Derecho Laboral, creo que fue pionero en considerar a los jurgolistas como trabajadores por cuenta ajena.
Los clubes son entidades mercantiles (con alguna variante o excepción) pero engañan, con la complicidad bien pagada de los ágrafos plumíferos o verborríferos, a las masas bobas diciéndoles que si los "colores de la ciudad", que si el equipo que "representa" a la ciudad y otras majaderías por el estilo.
¿Quién ha votado a unos cuantos tíos en calzoncillos para que representen a qué ciudad?
Y cuando en una ciudad hay más de un equipo, ¿cuál lo representa?, ¿por cuántos votos de diferencia?
El origen de esas rivalidades que tanto se pregonan para que pase más gente por las taquillas, está en los principios, cuando los mozos de un pueblo competían con los del de al lado, y eran capaces de matarse si hacía falta, y, por supuesto, de matar al árbitro (o aplicarle el gore, como en la oriental Motril de Al-Andalus, cuyo grito de ánimo al equipo era "musho Motrí, mierda p'al chaquetas", prendas que vestían los árbitros, de negro y con solapas). Eran rivalidades de pueblos vecinos; es decir, cosa de catetos.
Como ahora. La diferencia es que hoy los catetos llevan móviles, pero siguen tragando lo que les echen, siempre que al Poder, en sentido amplio, le interese que así se despreocupen de cualquier cosa que a él le haga perder sus canonjías.
Yo le he preguntado a muchos de la afición: ¿quién prefieres que gane más dinero, tal fabricante de zapatos o tal otro? Y me contestan que les da igual; pero si se trata de júrgol siempre quieren que gane más dinero una sociedad anónima que otra.
Porque se creen que están hablando de deporte, cuando el asunto es de negocios, normalmente gestionados por negociantes sucio/mafiosos (¿hay que poner ejemplos? Por favooorrr…).
Porque se creen que hablan de deporte, cuando el asunto es un espectáculo. Más deporte sería lo que hace un trapecista en el circo, sobre todo cuando lo hacían sin red, y nadie se forofiza, ni se embrutece por ellos.
Porque se creen que hablan de su tierra, cuando los currantes son simples mercenarios. ¿Recordáis a aquél insoportable -para la afición del baloncesto- Drazen Petrovic, "jugador" yugoslavo que cuando fichó por el Madrid fue amado con pasión por los mismos que le insultaban, chillaban y odiaban antes? ¿Cabe mayor imbecilidad en la masa?
Todo esto tiene sus matices, sus variantes, claro está: desde adorar, como española, a una tenista que tributaba en Andorra -¡"representaría" los colores de Andorra, digo yo, no los de España!- hasta llorar de emoción por darle la mano … ¡a Jesús Gil!, como me contaba el propio protagonista de la gesta; desde formar bandas neonazis para "animar" y de paso asesinar a hinchas del otro equipo, como ha ocurrido alguna vez, hasta hacer ofrenda de los trofeos a iconos religiosos que, naturalmente, deben de ser muy rivales del icono -misma dama con distinto atuendo- del pueblo de al lado,...
Ahora que lo pienso: si el Barí§a gana y ofrenda el trofeo a la Virgen de Montserrat (supongo), la de la Almudena y todas las demás deben cabrearse la tira; ahora bien, si la virgen es la misma, pues sólo varían el maquillaje y la ropa, la pobre debe de estar hecha un lío próximo a la esquizofrenia. Es como cuando los obispos de una nación bendicen a las tropas que guerrean con las de otra, bendecidas, a su vez, por sus obispos propios. En definitiva, cosa de tontitos.
Así que le toman el pelo a toda la afición, porque siempre hay quien paga para que se lo tomen: ¿de qué se quejan, si les va la marcha?
No podría ser de otro modo, porque se juegan millones en el asunto. Lo que pasa es que lo suelen disfrazar muy bien todos los carotas que viven de estas cosas, empezando por los dueños de los clubes y acabando por los propios currantes (llamarles jugadores es, simplemente, una idiotez porque se ganan un jornal, sustancioso o no, pero jornal: y eso no es jugar que, en su primera acepción -mírese a los niños-, significa hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse). Un político del PSOE, hoy cátedro de Derecho Laboral, creo que fue pionero en considerar a los jurgolistas como trabajadores por cuenta ajena.
Los clubes son entidades mercantiles (con alguna variante o excepción) pero engañan, con la complicidad bien pagada de los ágrafos plumíferos o verborríferos, a las masas bobas diciéndoles que si los "colores de la ciudad", que si el equipo que "representa" a la ciudad y otras majaderías por el estilo.
¿Quién ha votado a unos cuantos tíos en calzoncillos para que representen a qué ciudad?
Y cuando en una ciudad hay más de un equipo, ¿cuál lo representa?, ¿por cuántos votos de diferencia?
El origen de esas rivalidades que tanto se pregonan para que pase más gente por las taquillas, está en los principios, cuando los mozos de un pueblo competían con los del de al lado, y eran capaces de matarse si hacía falta, y, por supuesto, de matar al árbitro (o aplicarle el gore, como en la oriental Motril de Al-Andalus, cuyo grito de ánimo al equipo era "musho Motrí, mierda p'al chaquetas", prendas que vestían los árbitros, de negro y con solapas). Eran rivalidades de pueblos vecinos; es decir, cosa de catetos.
Como ahora. La diferencia es que hoy los catetos llevan móviles, pero siguen tragando lo que les echen, siempre que al Poder, en sentido amplio, le interese que así se despreocupen de cualquier cosa que a él le haga perder sus canonjías.
Yo le he preguntado a muchos de la afición: ¿quién prefieres que gane más dinero, tal fabricante de zapatos o tal otro? Y me contestan que les da igual; pero si se trata de júrgol siempre quieren que gane más dinero una sociedad anónima que otra.
Porque se creen que están hablando de deporte, cuando el asunto es de negocios, normalmente gestionados por negociantes sucio/mafiosos (¿hay que poner ejemplos? Por favooorrr…).
Porque se creen que hablan de deporte, cuando el asunto es un espectáculo. Más deporte sería lo que hace un trapecista en el circo, sobre todo cuando lo hacían sin red, y nadie se forofiza, ni se embrutece por ellos.
Porque se creen que hablan de su tierra, cuando los currantes son simples mercenarios. ¿Recordáis a aquél insoportable -para la afición del baloncesto- Drazen Petrovic, "jugador" yugoslavo que cuando fichó por el Madrid fue amado con pasión por los mismos que le insultaban, chillaban y odiaban antes? ¿Cabe mayor imbecilidad en la masa?
Todo esto tiene sus matices, sus variantes, claro está: desde adorar, como española, a una tenista que tributaba en Andorra -¡"representaría" los colores de Andorra, digo yo, no los de España!- hasta llorar de emoción por darle la mano … ¡a Jesús Gil!, como me contaba el propio protagonista de la gesta; desde formar bandas neonazis para "animar" y de paso asesinar a hinchas del otro equipo, como ha ocurrido alguna vez, hasta hacer ofrenda de los trofeos a iconos religiosos que, naturalmente, deben de ser muy rivales del icono -misma dama con distinto atuendo- del pueblo de al lado,...
Ahora que lo pienso: si el Barí§a gana y ofrenda el trofeo a la Virgen de Montserrat (supongo), la de la Almudena y todas las demás deben cabrearse la tira; ahora bien, si la virgen es la misma, pues sólo varían el maquillaje y la ropa, la pobre debe de estar hecha un lío próximo a la esquizofrenia. Es como cuando los obispos de una nación bendicen a las tropas que guerrean con las de otra, bendecidas, a su vez, por sus obispos propios. En definitiva, cosa de tontitos.
Así que le toman el pelo a toda la afición, porque siempre hay quien paga para que se lo tomen: ¿de qué se quejan, si les va la marcha?