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EL CONSUELO DE LA MADRE

La vida del guerrillero, lider de la causa contra la dominación del imperio y sus sicarios autóctonos, fue dura desde que se comprometió en la lucha. Desde montañas a lagos, siempre clandestino, siempre de noche, usando lo menos posible las nuevas tecnologías controladas por el mal, aparecía en los lugares menos esperados para convencer a las gentes del común de la necesidad imperiosa, que no imperial, de expulsar a los extraños que tenían sometidos a su país, a su cultura, a sus costumbres y, una vez convencidos, hacerlos sus seguidores, sus cómplices, sus encubridores.

Nadie podía hacer una descripción exacta de él porque unas veces aparecía con melena y barbas abundantes, o bien rasurado, y otras con perilla, tocado con boina, txapela o kufi, tarbush, turbante o kufiyya, siendo, además, sus apariciones fugaces y en vídeos de baja calidad técnica. Además, siendo políglota, cada vez lanzaba su mensaje en una lengua.

Hay muchas conjeturas, difícilmente contrastables, de cómo fue apresado, si bien todas coinciden en que algún agente infiltrado en su célula más íntima le vendió. No fue lanzado al mar como se dice de Ben Laden, ni asesinado por sus rebeldes custodiadores, según parece que le ocurrió a Gadafi. Pero algo es cierto: sometido a torturas impresionantes, según los forenses que lo reconocieron, murió por su causa y luego fue colgado de un anuncio de cocacola situado en el edificio más alto de la plaza mayor de la ciudad para escarmiento, como tantas veces ha ocurrido en la historia de la humanidad.

Sus compañeros se habían ocultado y nadie sabía dónde, por lo que fueron unas mujeres las que lo descolgaron y lo posaron delicadamente en el halda de su madre que, angustiada, lloraba, suspiraba y espantaba las moscas que acudían a las heridas del muerto. Se ignora qué fue del cadáver porque las mujeres no lo contaron a nadie, pero sí se ha sabido a posteriori que la madre estaba inconsolable, quizá conocedora de lo que un muy gallardo, gallardísimo, político había proclamado sobre las mujeres y la maternidad. Y ella no quiso ser menos.

De ahí que, cuando fueron saliendo de sus cubículos, los insurgentes seguidores del líder muerto, y sus mujeres, se aplicaron a fondo en consolar a la madre que, no se sabe a ciencia cierta, quizá fuese viuda y no tenía quién lo hiciese. Y hallaron lo que para unos y otras era la fórmula perfecta para consolar a una mujer: la vistiron con rasos, tisúes y terciopelos, naturalmente bordados con oro; joyas de todo tipo -oros, platas, mirras, titanios, perlas, coltan, etc...- colgaban o se posaban en todo su físico visible, y en las muñecas, amén de las pulseras más vistosas, relojes rolex; tapados con las faldas, zapatos de 90.000 €. No le pusieron un sombrero ni tocado de los usuales, sino unas como coronas de oro. Cuando, para combatir el luto, decidían sacarla a pasear no acudían a inmigrantes pobres para que la acompañaran ni se valían de leyes de dependencias o similares, sino que la subían en un carromato, a ser posible con oros y terciopelos de los más caros y, cortando el tráfico, le daban el voltio por toda la ciudad.

Eso sí, aunque consolada, ella tenía que hacer ver que sentía mucha pena para que sus seguidores se motivasen y no cejaran en el empeño de expulsar al imperio, y como no le salían lágrimas naturales les pegaban unas, hechas con perlitas o algo parecido.

Los seguidores del líder muerto, emocionados en grado sumo, estresados como hincha en partido fente al árbitro, la miraban y se enamoraban, tan triste, tan consolada, tan elegante y adornada ella, de modo que le gritaban sin cesar "guapa, guapa, guapa", y algunos, con la voz algo enronquecida le lanzaban coplas como flechas a la diana.

Hubo quien les tachó de machistas, pero habiendo consolado de modo tan perfecto a una mujer, ¿cómo se les podía acusar de tales? ¿Quizá porque la habían convertido en un objeto?