"De vidas intensas", por Miramamolín, el Moro
Al desierto, tan silencioso por la noche, me retiro sigilosamente cuando, durante ésta mi peregrinación, he de activar los sistemas del turboturbante para ponerme al día de obligaciones y noticias. Me acompañan los espectros de León el Africano, Monty, Rommel y Gary Cooper legionario, con Gino Pontecorvo que espera algo más allá, cuando me sobresaltan las bobadas que se están diciendo en los media por hacer no sé cuantos años que un niñato patoso llamado James Dean la palmó por mal conductor, borracho, drogata y no sé que virtudes más.
Dicen y escriben que es un mito, cuando sus tres películas, vistas hoy, no son más que tres enormes bolas de naftalina rellenas de american way of leches.
Estoy hasta el mismísimo turbante de que periodistas y biógrafos cutres me calienten el coco con lo intensamente que vivió el muerto de turno en el escalafón de los pretendidos hagios.
Dichos plumíferos y verborríferos siempre encuentran intensidad en la vida del mismo tipo de gentes -machos y hembras-, sean de la farándula, del deporte, de las letras, de la aventura o de cualquier otra actividad no muy reglada que, por lo visto, a sus mentes pobres parezca el colmo de lo deseable, incapaces como son de vivir ellos mismos algo excitante que no sea una oferta de agencia de viajes o una gran (siempre son "gran") final.
Casi todos los muertos que vivieron intensamente son gentes que o bien fumaron tanto que el cáncer de pulmón los despachó para el otro barrio, o la cirrosis por las trancas que cogieron en vida, ello si no fueron las enfermedades de transmisión sexual por su promiscuidad o por su incontinente infidelidad a las palabras dadas, séase, que casi todos los muertos elogiados por la intensidad de su vida fueron gentes adúlteras, desleales, borrachas, drogadictas, juerguistas, peleonas, inmaduras, prepotentes si el éxito les acompañó en vida, y que todo lo solucionaban o con un chascarrillo oportuno o una grosería inoportuna, como las de Fernán Gómez o Cela, (¿porqué será que hay gentes tan imbéciles que se rinden ante un chiste o un escupitajo aunque las estén sangrando?) o con un sablazo a algún santo amigo.
Algunos de estos personajes cuando ya son viejos y no pueden seguir con sus juergas se hacen afables y "filosofan" dándoselas de sabios (me estoy acordando ahora de otro actor) y yo creo que de lo que se trata es de que, incapaces de valerse por sí mismos para hacer frente a la vejez y a la muerte, que ven próxima, necesitan congraciarse con quienes han de cuidarles: ¡cuánta santa esposa recipiendiaria de penes desgastados por el uso externo sublima su estulticia aguantando "intensos" que no supieron domar en las épocas de esplendor! ¡Cuánto baboso amante lavando el culo a viejas ninfómanas, eso sí, de las de mucho chic o glamour, que no supieron conquistar en su juventud!
Pero estas vidas intensas acaban con frecuencia en asilos o viviendo de la caridad de quienes en vida les trataron y no porque la suya les haya sido injusta - muy al contrario, casi siempre han dilapidado las fortunas que sus carreras les han proporcionado- sino por su incapacidad para la previsión responsable.
Otros no llegan a viejos, como Hitler, Musolini o el propio James Dean.
¿Alguno de los plumíferos pelotas se ha enterado de lo intensamente que vive cualquier ciudadano medio? Les propongo que, cual cojuelos redivivos, anoten cómo viven las amas de casa corrientes, trabajando, criando niños, cuidando viejos, yendo a la compra, al médico, etc. y cómo lo hacen sus maridos, con trabajos normalmente mal remunerados si no están en el paro, con sus jefes, con los clientes o usuarios de sus trabajos, etc...Entonces se van a enterar de lo que es intensidad.
A mayor abundamiento, invitaría yo a los cojuelos propuestos para que observasen la vida de sanitarios de guardia, cooperantes, misioneros, viajantes ("comerciales", que dicen los cursis "modelnos"), azafatas de mostrador, destajistas de la construcción y otras gentes que aportan su esfuerzo al bienestar común durante muchas horas al día a base de currárselo contra reloj.
No he visto glosas pseudopoéticas sobre estas vidas y bien las merecerían. Por poner sólo unos ejemplos, ¿le parecería "intenso" a uno de los plumíferos o verborríferos que vitupero aquí que un galeno intente salvar al paciente con parada que le entra por la puerta de urgencias? Al parecer no, que sólo se acuerdan de ellos cuando alguien les denuncia, siendo así que las denuncias casi siempre acaban en sobreseimiento.
¿Habrán visto la cara de las azafatas de Iberia en los mostradores del aeropuerto cuando tienen delante a tropecientos viajeros protestando de lo mismo? Las recuerdan para ponerlas verdes si se declaran en huelga, tal que a los basureros, porque un servicio público, bla, bla, bla .... el turismo, bla, bla, bla.... la imagen de ¡España!, bla, bla, bla...
¿O la del viajante cuando analiza sus estadísticas de ventas, que no llegan a la cuota? ¿O la de mis colegas del CNI cuando se dan cuenta del olvido de su carnet durante un registro sin orden judicial?
Me corroe una curiosidad: ¿en las redacciones no tienen intensidad los magos de la tecla?, o ¿les pagan los familiares de los muertos "intensos"?, o ¿llevan en su ser el baboseo tan inherente, que basta que alguien haya destacado en algo para que automáticamente se les dispare el mecanismo de la coba acrítica, como esas personas que en cuanto suena una batería saltan como muñecos con la cuerda a tope y poniendo cara de éxtasis?
Quedaré como la mujer de Lot cuando lea la glosa de la vida intensa que llevó el subsahariano de la patera muerto en el estrecho, en la valla de Ceuta o en el confín de Marruecos, porque es evidente que atravesar medio continente africano en mano de mafias y huyendo del hambre o la guerra para acabar arrojado por la borda a causa del sobrepeso, apaleado por un civilón o deshidratado en el Sahara no es "intensidad" que merezca ser glosada: intensidad de la "gí¼ena" fue la de lady Di, hombre, con sus palacios, sus cuernos, su play boy, sus diamantes (de los que hacen huir a los subsaharianos, ¿sabete vos?), etc...
Y digo yo que vivir intensamente es saber comprometerse, es educar, es amar con generosidad. Es saber porqué se hace algo y no vivir compulsiva y atolondradamente. Todo ello depara emociones fuertes a diario, pero si se quiere alguna que lo sea más, … sólo hay que extrangular a uno de esos periodistas y biógrafos cutres que llaman asalto o ataque -¿dó los cañones, los tanques, los aviones?- a lo que no es más que salto desesperado, que por lo menos en la hora de su muerte habrán conocido también la intensidad gracias a mí, que he dado la benéfica idea.
(Y ahora es el momento de que la asociación de la prensa me imponga la medalla y me nombre socio de honor, claro).
Dicen y escriben que es un mito, cuando sus tres películas, vistas hoy, no son más que tres enormes bolas de naftalina rellenas de american way of leches.
Estoy hasta el mismísimo turbante de que periodistas y biógrafos cutres me calienten el coco con lo intensamente que vivió el muerto de turno en el escalafón de los pretendidos hagios.
Dichos plumíferos y verborríferos siempre encuentran intensidad en la vida del mismo tipo de gentes -machos y hembras-, sean de la farándula, del deporte, de las letras, de la aventura o de cualquier otra actividad no muy reglada que, por lo visto, a sus mentes pobres parezca el colmo de lo deseable, incapaces como son de vivir ellos mismos algo excitante que no sea una oferta de agencia de viajes o una gran (siempre son "gran") final.
Casi todos los muertos que vivieron intensamente son gentes que o bien fumaron tanto que el cáncer de pulmón los despachó para el otro barrio, o la cirrosis por las trancas que cogieron en vida, ello si no fueron las enfermedades de transmisión sexual por su promiscuidad o por su incontinente infidelidad a las palabras dadas, séase, que casi todos los muertos elogiados por la intensidad de su vida fueron gentes adúlteras, desleales, borrachas, drogadictas, juerguistas, peleonas, inmaduras, prepotentes si el éxito les acompañó en vida, y que todo lo solucionaban o con un chascarrillo oportuno o una grosería inoportuna, como las de Fernán Gómez o Cela, (¿porqué será que hay gentes tan imbéciles que se rinden ante un chiste o un escupitajo aunque las estén sangrando?) o con un sablazo a algún santo amigo.
Algunos de estos personajes cuando ya son viejos y no pueden seguir con sus juergas se hacen afables y "filosofan" dándoselas de sabios (me estoy acordando ahora de otro actor) y yo creo que de lo que se trata es de que, incapaces de valerse por sí mismos para hacer frente a la vejez y a la muerte, que ven próxima, necesitan congraciarse con quienes han de cuidarles: ¡cuánta santa esposa recipiendiaria de penes desgastados por el uso externo sublima su estulticia aguantando "intensos" que no supieron domar en las épocas de esplendor! ¡Cuánto baboso amante lavando el culo a viejas ninfómanas, eso sí, de las de mucho chic o glamour, que no supieron conquistar en su juventud!
Pero estas vidas intensas acaban con frecuencia en asilos o viviendo de la caridad de quienes en vida les trataron y no porque la suya les haya sido injusta - muy al contrario, casi siempre han dilapidado las fortunas que sus carreras les han proporcionado- sino por su incapacidad para la previsión responsable.
Otros no llegan a viejos, como Hitler, Musolini o el propio James Dean.
¿Alguno de los plumíferos pelotas se ha enterado de lo intensamente que vive cualquier ciudadano medio? Les propongo que, cual cojuelos redivivos, anoten cómo viven las amas de casa corrientes, trabajando, criando niños, cuidando viejos, yendo a la compra, al médico, etc. y cómo lo hacen sus maridos, con trabajos normalmente mal remunerados si no están en el paro, con sus jefes, con los clientes o usuarios de sus trabajos, etc...Entonces se van a enterar de lo que es intensidad.
A mayor abundamiento, invitaría yo a los cojuelos propuestos para que observasen la vida de sanitarios de guardia, cooperantes, misioneros, viajantes ("comerciales", que dicen los cursis "modelnos"), azafatas de mostrador, destajistas de la construcción y otras gentes que aportan su esfuerzo al bienestar común durante muchas horas al día a base de currárselo contra reloj.
No he visto glosas pseudopoéticas sobre estas vidas y bien las merecerían. Por poner sólo unos ejemplos, ¿le parecería "intenso" a uno de los plumíferos o verborríferos que vitupero aquí que un galeno intente salvar al paciente con parada que le entra por la puerta de urgencias? Al parecer no, que sólo se acuerdan de ellos cuando alguien les denuncia, siendo así que las denuncias casi siempre acaban en sobreseimiento.
¿Habrán visto la cara de las azafatas de Iberia en los mostradores del aeropuerto cuando tienen delante a tropecientos viajeros protestando de lo mismo? Las recuerdan para ponerlas verdes si se declaran en huelga, tal que a los basureros, porque un servicio público, bla, bla, bla .... el turismo, bla, bla, bla.... la imagen de ¡España!, bla, bla, bla...
¿O la del viajante cuando analiza sus estadísticas de ventas, que no llegan a la cuota? ¿O la de mis colegas del CNI cuando se dan cuenta del olvido de su carnet durante un registro sin orden judicial?
Me corroe una curiosidad: ¿en las redacciones no tienen intensidad los magos de la tecla?, o ¿les pagan los familiares de los muertos "intensos"?, o ¿llevan en su ser el baboseo tan inherente, que basta que alguien haya destacado en algo para que automáticamente se les dispare el mecanismo de la coba acrítica, como esas personas que en cuanto suena una batería saltan como muñecos con la cuerda a tope y poniendo cara de éxtasis?
Quedaré como la mujer de Lot cuando lea la glosa de la vida intensa que llevó el subsahariano de la patera muerto en el estrecho, en la valla de Ceuta o en el confín de Marruecos, porque es evidente que atravesar medio continente africano en mano de mafias y huyendo del hambre o la guerra para acabar arrojado por la borda a causa del sobrepeso, apaleado por un civilón o deshidratado en el Sahara no es "intensidad" que merezca ser glosada: intensidad de la "gí¼ena" fue la de lady Di, hombre, con sus palacios, sus cuernos, su play boy, sus diamantes (de los que hacen huir a los subsaharianos, ¿sabete vos?), etc...
Y digo yo que vivir intensamente es saber comprometerse, es educar, es amar con generosidad. Es saber porqué se hace algo y no vivir compulsiva y atolondradamente. Todo ello depara emociones fuertes a diario, pero si se quiere alguna que lo sea más, … sólo hay que extrangular a uno de esos periodistas y biógrafos cutres que llaman asalto o ataque -¿dó los cañones, los tanques, los aviones?- a lo que no es más que salto desesperado, que por lo menos en la hora de su muerte habrán conocido también la intensidad gracias a mí, que he dado la benéfica idea.
(Y ahora es el momento de que la asociación de la prensa me imponga la medalla y me nombre socio de honor, claro).