"De inquisidores, poetas y genios (y 3)", por Miramamolín, el Moro
Con lo que sigue concluyo las peligrosas reflexiones a que me abocó el intento de conato de atisbo de minidebate a que me refería el otro día:
"¿quién tiene el rasero para medir semejante virtud (la genialidad)? Personalmente yo uso el rasero de la emoción…"
Teleserie gringa de adolescentes, vomitivamente doblada. Dice uno:
- ¡Te invito a una pizza!. Contesta el otro:
- ¡Genial!
Me parece que estamos ante una de esas palabras que han perdido su signicado, adulteradas por las traducciones a "mocosuena" y de "falsos amigos" a que nos tiene acostumbrados el mundo del doblaje. No obstante, yo he reflexionado sobre la base del significado español correcto.
El concepto de genialidad no es cosa de emoción solamente, creo, ni siquiera en arte. Si el escritor no domina la técnica, la sintaxis, la semántica, dificilmente podrá expresar las ideas de modo que emocionen: el mejor soneto se basa en el mejor conocimiento de la lengua, como bien debieran saber los fans del señor Martínez Sabina, exitoso publicador de sonetos ... cuando ya era conocido como ¿cantante?, se hubo quitado el Martínez y recuperó cosillas de cuando el grupo Tragaluz (últimos 60 del siglo XX), que nadie le publicó hasta que el marquetin lo aconsejó.
Igual el músico: la música es, antes que nada, matemática (series) como puede explicar cualquier compositor auténtico (no un músico de los llamados "pop", a propósito de lo cual sugiero la lectura del artículo
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23291
aparecido en Rebelión hace unos días, escrito por un compositor, Mickie Willis, que antes fue roquero).
Si la genialidad fuese cosa de emoción, cualquiera que haya hecho la mili afirmaría que el autor del himno de la legión, o del de infantería, o del que sea, es un genio porque emociona a los militares y a muchos soldados, que inflan los pechos y marcan el paso a su son con renovados bríos, tal que guardiamarinas USA ante O'Bush (¡Pum!) ¿Es O'Bush (¡Pum!) un genio?. Ridículo, ¿verdad? ¿Y a cuánta gente emocionó Manolo Escobar? ¿Cuántos se emocionaron con Lady Di o Wojtyla? ¿O con Zorrilla, que fue aclamado en vida como no soñarían muchos de los héroes actuales, sin que hubiese entonces marquetin? Y nadie medianamente informado les puede llamar genios.
La emoción propicia muchas trampas, una de las cuales, hoy de plena actualidad, es el consumismo, habida cuenta que la psicología del consumo gira alrededor de las emociones, hasta el punto de que en marquetin es básico establecer los planes de venta basados en los argumentos emocionales, no en las características objetivas de los productos: véanse anuncios de coches, por ejemplo, que convencen de que se podrán ligar señoras espectaculares con autos en los que lo importante es la línea, el detalle, etc… E igual en "música" o en "libros". Es el sistema el que impulsa a llamar genios a quienes no lo son, porque emocionan.
Claro que sí hay un rasero, dado por la historia, para definir la genialidad, un rasero objetivo (es decir, contrastable y falsable) consistente en reconocer la creación de algo nuevo, revolucionario y que abra vías inéditas en su campo. Cuando se dice que Mozart es un genio hay que olvidarse del "Amadeus" del cine (con la emoción que pueda despertar) y pensar en todas las armonías, los compases, los contrapuntos, los efectos musicales que antes nadie había compuesto y que propiciarán después la eclosión de la música romántica, con sus disonancias que, a su vez, darán paso más tarde al dodecafonismo y la atonalidad.
Toda esa técnica compositiva, esos conocimientos, esa precocidad, tan lejanos del oportunismo, hacen que el oyente o espectador se emocione. No el marquetin.
Y nada de esto ocurre con los músicos "pop", que sólo aportan de nuevo el volumen que les da la tecnología, las contorsiones y los gritos que lanzan, pero sus melodías y acordes son los mismos de hace siglos. No llegan a más porque, o no saben o no están dotados. (Es curioso que los grandes instrumentistas y cantantes ejecuten obras dificilísimas sentados tranquilamente entre los demás músicos de una orquesta o en un diván, etc... y un "pop" tenga que brincar, retorcerse, arrastrarse y demás para machacar una guitarra o tararear una melodía simplona, que cualquiera puede entonar afeitándose: ¡puro camelo para inocentones!).
Podrán emocionar, pero no son genios: la inmensa mayoría, productos del marquetin, dentro de un rato nadie los recordará, porque nada nuevo aportan (no olvidemos que lo que hoy emociona, mañana puede resultar cursi, como mucho de lo escrito en siglos pasados nos parece. El ejemplo de Zorrilla compárese con el de Shakespeare. Del primero, salvo la bobadita del Tenorio en España, no se acuerda nadie, pero el segundo sigue plenamente vivo, precisamente por su genialidad, en todo el mundo). Hace unos días ha muerto Gloria Lasso, cantante que emocionó - y mucho - a los jóvenes de los años 50 a 70 aproximadamente: ¿cuántos jóvenes de hoy podrían decir que han oído sus canciones? ¿A cuántos gustaría su estilo, pese a su impresionante voz y su exquisito gusto al cantar, que quizá hoy considerarían cursi? Tampoco fue un genio, sino una excelente artesana de una época.
Por otra parte, la genialidad no hay que circunscribirla sólo al mundo del arte: ¿emocionan Einstein con sus fórmulas, el descubridor del microondas o el científico que, paseando por un fiordo, observa el detritus de un hongo y de ahí logra el medicamento que evita los rechazos en los trasplantes? Parece que no mucho, pero la vida de las personas ha cambiado en buena medida gracias a ellos: son genios, por sus aportaciones objetivas, contrastables y falsables.
Para ser un genio hay que tener unos conocimientos excepcionales en su campo, que van mucho más allá del oficio repetitivo, y una creatividad que permite vincular planos que antes nadie vinculó -lo que implica conocimientos en materias que no son de su especialidad-, obteniendo resultados que nunca obtuvo nadie y abriendo perspectivas impensadas antes.
Es decir: aquello de convertir el número nueve en el número seis, haciendo un solo trazo, sin levantar el lápiz del papel. Probad a hacerlo y sabréis si sois creativos.
Como el que diseñó mi turboturbante, gracias al cual, en ruta hacia Mecca como estoy, podéis leerme, que tiene su mérito.
"¿quién tiene el rasero para medir semejante virtud (la genialidad)? Personalmente yo uso el rasero de la emoción…"
Teleserie gringa de adolescentes, vomitivamente doblada. Dice uno:
- ¡Te invito a una pizza!. Contesta el otro:
- ¡Genial!
Me parece que estamos ante una de esas palabras que han perdido su signicado, adulteradas por las traducciones a "mocosuena" y de "falsos amigos" a que nos tiene acostumbrados el mundo del doblaje. No obstante, yo he reflexionado sobre la base del significado español correcto.
El concepto de genialidad no es cosa de emoción solamente, creo, ni siquiera en arte. Si el escritor no domina la técnica, la sintaxis, la semántica, dificilmente podrá expresar las ideas de modo que emocionen: el mejor soneto se basa en el mejor conocimiento de la lengua, como bien debieran saber los fans del señor Martínez Sabina, exitoso publicador de sonetos ... cuando ya era conocido como ¿cantante?, se hubo quitado el Martínez y recuperó cosillas de cuando el grupo Tragaluz (últimos 60 del siglo XX), que nadie le publicó hasta que el marquetin lo aconsejó.
Igual el músico: la música es, antes que nada, matemática (series) como puede explicar cualquier compositor auténtico (no un músico de los llamados "pop", a propósito de lo cual sugiero la lectura del artículo
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23291
aparecido en Rebelión hace unos días, escrito por un compositor, Mickie Willis, que antes fue roquero).
Si la genialidad fuese cosa de emoción, cualquiera que haya hecho la mili afirmaría que el autor del himno de la legión, o del de infantería, o del que sea, es un genio porque emociona a los militares y a muchos soldados, que inflan los pechos y marcan el paso a su son con renovados bríos, tal que guardiamarinas USA ante O'Bush (¡Pum!) ¿Es O'Bush (¡Pum!) un genio?. Ridículo, ¿verdad? ¿Y a cuánta gente emocionó Manolo Escobar? ¿Cuántos se emocionaron con Lady Di o Wojtyla? ¿O con Zorrilla, que fue aclamado en vida como no soñarían muchos de los héroes actuales, sin que hubiese entonces marquetin? Y nadie medianamente informado les puede llamar genios.
La emoción propicia muchas trampas, una de las cuales, hoy de plena actualidad, es el consumismo, habida cuenta que la psicología del consumo gira alrededor de las emociones, hasta el punto de que en marquetin es básico establecer los planes de venta basados en los argumentos emocionales, no en las características objetivas de los productos: véanse anuncios de coches, por ejemplo, que convencen de que se podrán ligar señoras espectaculares con autos en los que lo importante es la línea, el detalle, etc… E igual en "música" o en "libros". Es el sistema el que impulsa a llamar genios a quienes no lo son, porque emocionan.
Claro que sí hay un rasero, dado por la historia, para definir la genialidad, un rasero objetivo (es decir, contrastable y falsable) consistente en reconocer la creación de algo nuevo, revolucionario y que abra vías inéditas en su campo. Cuando se dice que Mozart es un genio hay que olvidarse del "Amadeus" del cine (con la emoción que pueda despertar) y pensar en todas las armonías, los compases, los contrapuntos, los efectos musicales que antes nadie había compuesto y que propiciarán después la eclosión de la música romántica, con sus disonancias que, a su vez, darán paso más tarde al dodecafonismo y la atonalidad.
Toda esa técnica compositiva, esos conocimientos, esa precocidad, tan lejanos del oportunismo, hacen que el oyente o espectador se emocione. No el marquetin.
Y nada de esto ocurre con los músicos "pop", que sólo aportan de nuevo el volumen que les da la tecnología, las contorsiones y los gritos que lanzan, pero sus melodías y acordes son los mismos de hace siglos. No llegan a más porque, o no saben o no están dotados. (Es curioso que los grandes instrumentistas y cantantes ejecuten obras dificilísimas sentados tranquilamente entre los demás músicos de una orquesta o en un diván, etc... y un "pop" tenga que brincar, retorcerse, arrastrarse y demás para machacar una guitarra o tararear una melodía simplona, que cualquiera puede entonar afeitándose: ¡puro camelo para inocentones!).
Podrán emocionar, pero no son genios: la inmensa mayoría, productos del marquetin, dentro de un rato nadie los recordará, porque nada nuevo aportan (no olvidemos que lo que hoy emociona, mañana puede resultar cursi, como mucho de lo escrito en siglos pasados nos parece. El ejemplo de Zorrilla compárese con el de Shakespeare. Del primero, salvo la bobadita del Tenorio en España, no se acuerda nadie, pero el segundo sigue plenamente vivo, precisamente por su genialidad, en todo el mundo). Hace unos días ha muerto Gloria Lasso, cantante que emocionó - y mucho - a los jóvenes de los años 50 a 70 aproximadamente: ¿cuántos jóvenes de hoy podrían decir que han oído sus canciones? ¿A cuántos gustaría su estilo, pese a su impresionante voz y su exquisito gusto al cantar, que quizá hoy considerarían cursi? Tampoco fue un genio, sino una excelente artesana de una época.
Por otra parte, la genialidad no hay que circunscribirla sólo al mundo del arte: ¿emocionan Einstein con sus fórmulas, el descubridor del microondas o el científico que, paseando por un fiordo, observa el detritus de un hongo y de ahí logra el medicamento que evita los rechazos en los trasplantes? Parece que no mucho, pero la vida de las personas ha cambiado en buena medida gracias a ellos: son genios, por sus aportaciones objetivas, contrastables y falsables.
Para ser un genio hay que tener unos conocimientos excepcionales en su campo, que van mucho más allá del oficio repetitivo, y una creatividad que permite vincular planos que antes nadie vinculó -lo que implica conocimientos en materias que no son de su especialidad-, obteniendo resultados que nunca obtuvo nadie y abriendo perspectivas impensadas antes.
Es decir: aquello de convertir el número nueve en el número seis, haciendo un solo trazo, sin levantar el lápiz del papel. Probad a hacerlo y sabréis si sois creativos.
Como el que diseñó mi turboturbante, gracias al cual, en ruta hacia Mecca como estoy, podéis leerme, que tiene su mérito.
Me ha convencido usted. Acabo de abandonar Kiss FM en beneficio de Radio Clásica. Después de varios minutos creo que la elección es la acertada. Ahora le dejo, para poder disfrutar plenamente de un concierto a base de violines y compañía. :)