"La reúma", por Miramamolín, el Moro.
Me tiene frito y no es de extrañar: ochocientos años quieto, helado en un túmulo y éste en un cabezote de Ghelbah, con el río Odiel, sus marismas y su humedad por ahí cerca es como para que los huesos, los cartílagos, las carnes y todo lo que por allí se encuentre chirríen, se jinchen, se enrojezcan, se calienten, se entumezcan, me invaliden, me cabreen -aunque luego me consuele pensando en mi edad- y me hagan tragar miringotes varios para poder moverme.
Eso cuando llevo una vida normal. Pero ahora, quieto en las esquinas de Mecca y con pocas oportunidades de moverme, en demanda de limosnas, rodeado de 60.000 policías y la muchedumbre de peregrinos, al no poder caminar mucho ni cambiar de postura veo las medias lunas como si me clavaran los picos en cada articulación.
Podría consolarme pensar que no estoy solo en la dolencia si fuese aficionado a los refranes y los dichos, pero no es así: cuando veo a millones de españoles anquilosados, sin capacidad de reacción ni respuesta a los muchos estímulos aberrantes a que son sometidos a diario; cuando veo que tantos, incluso, se sienten bien (¿cómo se llama eso de encariñarse con quien te secuestra, que no me acuerdo ahora? ¡ah, sí: síndrome de Estocolmo!) si desde el poder se les putea ("entre votar a mi jefe o a mi compañero, yo voto al jefe, que, por lo menos, me da de comer", he oído, o sea, como los perros, esperando las migajas con la lengua fuera; "lo que hace falta es que haya miedo" dice otro, pensando en los choricillos y la leña que se les podría y debería dar en cuartelillos varios como cuando Franco, e ignorando lo que merecen los banqueros, por poner sólo un ejemplo de delincuentes mayores) al mismo tiempo que se les administran chucherías narcóticas, cuando veo semejante espectáculo, desmayo, qué queréis que os diga.
Ahora tenemos a algún que otro militroncho, seguramente estimulado por politicastros, añorando guerras civiles a ver si así ganan alguna, que sólo lo hacen cuando el "enemigo" es civil, y tampoco, porque ¿quién gano la última?, el ejército oficial, no, que fueron los golpistas -autoexcluidos de la legitimidad y la oficialidad voluntariamente-. Las últimas guerras ganadas a "otros ejércitos", si no me equivoco, han sido las coloniales, o casi, como la de Perejil, la de Ifni -pírrica victoria-, la de Marruecos, entre cuyas "hazañas" figura la de emplear, por primera vez en la historia, armas químicas contra poblaciones civiles del Rif por orden expresa de un tal Alfonso XIII, familia de alguien conocido, creo, en complicidad con un tal Primo de Rivera, insigne servidor de la ciudadanía como cualquiera sabe.
Otro timbre de honor para militronchos africanistas, los de Franco, y sus herederos puede que sea el de haber sido los primeros en bombardear poblaciones a raíz de su golpe de estado. Por tanto, ¿querer volver a eso no es estar anquilosados, entumecidos, contracturados y ser incapaces de moverse?. También tienen la reúma, estoy convencido. Quizá fuesen más humildes y sensatos y se curarían si reflexionasen sobre el hecho de que durante todo el siglo XIX no hicieron más que recibir derrotas, desde Filipinas a Cuba, pasando por toda América central y del sur. ¿De dónde les vendrá el orgullo?, me pregunto. Piscólogos, a trabajar.
Y lo de los obispos es un caso clarísimo de reúma invalidante y deformante: para ellos, que andan en el siglo IV y no han sido capaces de recorrer adecuadamente el camino de la historia viva, y para quienes, inocentes, les siguen como sombras acríticas y les alimentan de sopas bobas, confiréndoles el rango de oráculos sabios y santos.
En cuanto a nuestra forma monárquica de gobierno cabe señalar que es un anacronismo impuesto por el último dictador, con una constitución perpetrada por la espalda, sin referendum sobre monarquía-república y con el posterior desmantelamiento de los movimientos ciudadanos desde el poder. Es una reúma crónica que dura siglos y que se puede curar del todo sin cirugía siquiera: para ello bastaría con que la ciudadanía tomase ideas antiinflamatorias, actitudes miorelajantes, decisiones de calor seco pero intenso y precauciones protectoras, todo ello simultaneado con intensos ejercicios de rehabilitación cívica, lo que dicho en lenguaje llano viene a significar:
Organizarse y moverse, exigir referendum aséptico entre monarquía y república, una constitución hecha desde abajo por representantes elegidos con sistema proporcional y de amplios distritos electorales (voto personal transferible, por ejemplo), sin listas cerradas por supuesto, en la que puntos básicos e inexcusables fuesen la separación de poderes, resucitando a todos los efectos a Montesquieu, laicidad del estado, la responsabilidad directa de los cargos ante sus electores en cualquier momento de los mandatos, la transparencia continua de sus bienes económicos y la incompatibilidad con cualquier otro cargo o trabajo, durante el mandato y durante largos plazos postmandato si se tratase de actividades relacionadas de algún modo con la política. Y todo en ese plan, o sea trabajar para traer la democracia, que lo de ahora es un paripé. Un paripé con reúma.
Eso cuando llevo una vida normal. Pero ahora, quieto en las esquinas de Mecca y con pocas oportunidades de moverme, en demanda de limosnas, rodeado de 60.000 policías y la muchedumbre de peregrinos, al no poder caminar mucho ni cambiar de postura veo las medias lunas como si me clavaran los picos en cada articulación.
Podría consolarme pensar que no estoy solo en la dolencia si fuese aficionado a los refranes y los dichos, pero no es así: cuando veo a millones de españoles anquilosados, sin capacidad de reacción ni respuesta a los muchos estímulos aberrantes a que son sometidos a diario; cuando veo que tantos, incluso, se sienten bien (¿cómo se llama eso de encariñarse con quien te secuestra, que no me acuerdo ahora? ¡ah, sí: síndrome de Estocolmo!) si desde el poder se les putea ("entre votar a mi jefe o a mi compañero, yo voto al jefe, que, por lo menos, me da de comer", he oído, o sea, como los perros, esperando las migajas con la lengua fuera; "lo que hace falta es que haya miedo" dice otro, pensando en los choricillos y la leña que se les podría y debería dar en cuartelillos varios como cuando Franco, e ignorando lo que merecen los banqueros, por poner sólo un ejemplo de delincuentes mayores) al mismo tiempo que se les administran chucherías narcóticas, cuando veo semejante espectáculo, desmayo, qué queréis que os diga.
Ahora tenemos a algún que otro militroncho, seguramente estimulado por politicastros, añorando guerras civiles a ver si así ganan alguna, que sólo lo hacen cuando el "enemigo" es civil, y tampoco, porque ¿quién gano la última?, el ejército oficial, no, que fueron los golpistas -autoexcluidos de la legitimidad y la oficialidad voluntariamente-. Las últimas guerras ganadas a "otros ejércitos", si no me equivoco, han sido las coloniales, o casi, como la de Perejil, la de Ifni -pírrica victoria-, la de Marruecos, entre cuyas "hazañas" figura la de emplear, por primera vez en la historia, armas químicas contra poblaciones civiles del Rif por orden expresa de un tal Alfonso XIII, familia de alguien conocido, creo, en complicidad con un tal Primo de Rivera, insigne servidor de la ciudadanía como cualquiera sabe.
Otro timbre de honor para militronchos africanistas, los de Franco, y sus herederos puede que sea el de haber sido los primeros en bombardear poblaciones a raíz de su golpe de estado. Por tanto, ¿querer volver a eso no es estar anquilosados, entumecidos, contracturados y ser incapaces de moverse?. También tienen la reúma, estoy convencido. Quizá fuesen más humildes y sensatos y se curarían si reflexionasen sobre el hecho de que durante todo el siglo XIX no hicieron más que recibir derrotas, desde Filipinas a Cuba, pasando por toda América central y del sur. ¿De dónde les vendrá el orgullo?, me pregunto. Piscólogos, a trabajar.
Y lo de los obispos es un caso clarísimo de reúma invalidante y deformante: para ellos, que andan en el siglo IV y no han sido capaces de recorrer adecuadamente el camino de la historia viva, y para quienes, inocentes, les siguen como sombras acríticas y les alimentan de sopas bobas, confiréndoles el rango de oráculos sabios y santos.
En cuanto a nuestra forma monárquica de gobierno cabe señalar que es un anacronismo impuesto por el último dictador, con una constitución perpetrada por la espalda, sin referendum sobre monarquía-república y con el posterior desmantelamiento de los movimientos ciudadanos desde el poder. Es una reúma crónica que dura siglos y que se puede curar del todo sin cirugía siquiera: para ello bastaría con que la ciudadanía tomase ideas antiinflamatorias, actitudes miorelajantes, decisiones de calor seco pero intenso y precauciones protectoras, todo ello simultaneado con intensos ejercicios de rehabilitación cívica, lo que dicho en lenguaje llano viene a significar:
Organizarse y moverse, exigir referendum aséptico entre monarquía y república, una constitución hecha desde abajo por representantes elegidos con sistema proporcional y de amplios distritos electorales (voto personal transferible, por ejemplo), sin listas cerradas por supuesto, en la que puntos básicos e inexcusables fuesen la separación de poderes, resucitando a todos los efectos a Montesquieu, laicidad del estado, la responsabilidad directa de los cargos ante sus electores en cualquier momento de los mandatos, la transparencia continua de sus bienes económicos y la incompatibilidad con cualquier otro cargo o trabajo, durante el mandato y durante largos plazos postmandato si se tratase de actividades relacionadas de algún modo con la política. Y todo en ese plan, o sea trabajar para traer la democracia, que lo de ahora es un paripé. Un paripé con reúma.
MORO: SALUD, REPÚBLICA Y LIBERTAD. PACO HUELVA