CITIUS, ALTIUS, FORTIUS.
¡Nos invaden los chinos! Grita por Youtube un iluminado que de compases y cartabones debe de saber mucho, pero de historia y de chinos, poquito, poquito ...
Para empezar no se ha enterado de que en Al-Ándalus ya hace unos cientos de años fueron vistos dos millones de chinos que iban llorando por una calle más bien estrecha. Alguien les preguntó "pero ¿porqué lloráis, chinitos?" y ellos respondieron "porque nos hemos perdío ...¡buaaaa!".
Y sabe tan poca historia que aún no se ha enterado de que invadirnos, invadirnos, lo que se dice invadirnos, lo hicieron los gringos a mediados del siglo XX, comandados por Eisenhower en complicidad con un gallego de apellido Franco (incoherente el tío, mandar en España siendo ... franco, séase francés: así se explican sus traiciones, obviamente, porque quizá fue recluta con Napoleón) y que el tal gallego les regaló tierras y poder militar con bases y todo, y que, desde entonces, proliferan empresas de supercapitalistas gringos en todo el territorio ¡español!, desde burgers hasta fábricas químicas contaminantes, desde periódicos hasta casinos, y gorras de béisbol con la visera para atrás que no falten, etc ...
El iluminado en cuestión sabe tan poca historia que proclama a los cuatro bytes que una tal Aguirre, que accedió al poder sobornando a otros "honrados" de la competencia, y una tal Díez, que vivió de las autonomías unos añitos en tierra vasca ahora es centralista, y que, viviendo del cuento en la eurocámara, preparaba un nuevo partido para competir con el que le había proporcinado el chollo europeo, son dos políticas honradísimas.
Como sabe quien me lee ya llevo por andurriales desérticos una buena temporada, de modo que para estar al día de lo que pasa por la península, cotilla y espía que soy, me paso el tiempo trasteando en los nanoprodigios de mi turboturbante y lo cazo prácticamente todo. Pues bien, de un tiempo a esta parte hay un runrún que no ceja, coincidente con las tesis del iluminado citado supra (¡jo, estoy aprendiendo latín!): los chinos son malísimos porque ponen tiendas en las que todo es muy barato y muy malo, que no dura nada, y son malísimos porque no pagan impuestos, y requetemalísimos porque le cambian de nombre a las tiendas. ¿Que los inspectores de hacienda y hasta el presi de la patronal de las pymes demuestran lo contrario? No importa: mi vecina dice que ... y eso va a misa; ¿que una cosa es el nombre de una tienda y otra la razón social de la empresa? Psss ...Las conclusiones son obvias:
- las tiendas chinas están siempre llenas de gente delgada (los gordos no pueden moverse, que las calles entre estanterías son muy estrechas);
- los "patatriotas" jurgoleros hispánicos compran allí sus banderas y sus camisetas de la "roja" (¡claro: la China es roja!) y adornan los balcones con banderitas, como los gringos con las suyas, según se ve en las pelis.
Bueno, ¿y a qué viene todo esto? Pues a que hoy, 2 de julio de 2012, día de exaltación "patatriótica" deportiva yo sigo practicando el latín y ahora lo hago con aquello de "citius, altius, fortius" que en español significa "más rápido, más alto, más fuerte" lema de las olimpiadas modernas (supongo que en las antiguas el lema sería en griego y no en latín). Y en esas andaba cuando he descubierto un libro así titulado:
Citius, altius, fortius
El libro negro del deporte
Federico Corriente y Jorge Montero
Desde la transformación de las fiestas y juegos populares en deportes, pasando por las distintas nociones de cultura física que se han sucedido desde la Antigí¼edad hasta llegar a nuestros días, este ensayo analiza el proceso de difusión internacional del deporte y su evolución en el seno de la sociedad moderna, prestando especial atención al papel de los deportes en la configuración del liberalismo decimonónico, el colonialismo y el imperialismo, y haciendo especial hincapié en el destacado lugar que ocupan en el discurso ideológico totalitario.
El deporte no solo es una válvula de escape y un mecanismo de control social sino también una ideología de la competición, de la selección biogenética, del éxito social y de la participación virtual. Lejos de limitarse a reproducir en formato espectáculo las principales características de la organización industrial moderna (reglamentación, especialización, competitividad y maximización del rendimiento), cumple además una misión ideológica de trascendencia universal: encauzar y contener las tensiones sociales engendradas por la modernidad capitalista.
Este libro es un trabajo crítico, riguroso, muy bien documentado y de lectura ágil, que aborda la relación entre deporte, democracia y totalitarismo desde una perspectiva completamente inédita tanto dentro como más allá de nuestras fronteras.
* * *
[...] El deporte ha dejado de ser un espejo en el que se refleja la sociedad contemporánea para convertirse en uno de sus principales ejes vertebradores, hasta el punto de que podríamos decir que ya no es la sociedad la que constituye al deporte, sino este el que constituye, en no poca medida, a la sociedad. El deporte es la teoría general de este mundo, su lógica popular, su entusiasmo, su complemento trivial, su léxico general de consuelo y justificación: es el espíritu de un mundo sin espíritu. [...]
* * *
Federico Corriente (El Cairo, 1965) es traductor. Ha traducido entre otros a Guy Debord, Alí¨ssi dell"™Umbria, Lewis Mumford, William Morris, Henry James, Oscar McLennan o Irvine Welsh.
Jorge Montero (Teruel, 1961) ha colaborado en la publicación de diversos artículos y folletos contra el militarismo y fue uno de los editores de la revista Stop Control.
Ambos han participado desde los años ochenta en diferentes proyectos de crítica social, huyendo siempre del aire viciado y enrarecido de la militancia política.
Bien, pues ya he leído el prólogo y merece la pena, porque hace reflexionar sobre esta sociedad en que vivimos, unos más y otros menos, que parece preocuparse tanto por lo deportivo y casi nada por lo serio, la prepotencia de los poderosos. Sociedad del homo videns, sociedad del espectáculo, que dirían Sartori o Debord.
Recomendado queda.