Una declaración de amor
No sé quienes de los que lean esto conocen Plasencia. Pero, aparte de ser una ciudad muy elegante y tener dos catedrales (cosa de la que, según creo, sólo puede presumir, además, Salamanca), en ella viven algunos de los que considero mis amigos. ¡Y la aventura completa de la amistad está aún por escribir!
Normalmente (porque va en el oficio) voy a leer a sitios. No pagan mal y siempre te tratan muy bien. Pero hay lugares especiales en los que te tratan excepcionalmente bien. Y en los que leer es un gusto. De las dos lecturas que di, me quedo con la del instituto Pérez Comendador (aunque, por obras en el centro, el acto fue en la Universidad). Les eché un pulso a los alumnos y ellos aceptaron el reto, con valentía. Y me quedo sobre todo con una muchacha que, al final, pidió la palabra sólo para decir que le gustaba lo que había escuchado. Y no me quedo con ella porque le gustaran mis poemas ni porque fuera halagador (que lo fue) sino porque tuve el vislumbre de alguien que piensa por su cuenta y que toda su vida será rebelde, es decir: auténtica. A ella, de la que no sé nada, ni su nombre, van dedicadas estas líneas, y espero que las lea.
A ella y a mis amigos de Plasencia. A Myriam, cuya intensidad nos alimenta y que la quiero. Ha escrito algún poema inmenso y merece más de uno. Myriam y yo nos desorientamos pero nos encontramos: somos muy parecidos. Siento que me cuida pero soy yo el que la cuida. A Miguel, que estaba lejos esta vez pero que sentimos muy muy cerca y es parte de todo esto. A Nicanor, ese hombre que abruma con su presencia y es tan generoso y tiene esa voz y es fiable. A Manu, que en cinco minutos nos hizo sentir como de toda la vida y con quien intercambiamos confidencias que crean cosas. A Rosa, que era amiga nuestra antes de serlo y que llenó su soledad con nosotros cierta vez y esta otra vez nos llenó hablando y compartiendo. Es elegante. A Julia y a su hija (la que conocimos de las dos -o tres), tan dulces ambas. A Montse, que mira con ironía y eso nos gusta y tiene un anillo a medias con Eva y con Myriam. A Juanra, con quien hablé de literatura y escritores y disfruté. A José Luis y Jesús Carlos, por su extrema cordialidad, su conversación y sus palabras. A Emilio y su entusiasmo por la vida, su radical amor por las cosas buenas y su generosa lectura. A Gonzalo (gracias por quedarte a cenar), con quien compartimos paraíso. Y a María, amiga de mi padre en la poesía García Martín, lectora y compañera de espacios literarios.
Estas son palabras privadas que digo en público.
Yo si conozco Plasencia.Allí están mis amigos Myriam,Miguel,Rosa.. amigos que ahora compartimos.Fue su calidez,su cercanía y su instinto protector lo que me hicieron sentirme alguien especial. Fue una suerte conocerles.Me hubiera gustado compartir con ellos tus lecturas en Plasencia, se que has dejado huellas profundas. No pudo ser, pero compartí con vosotros unas horas mágicas. Eva y tu a la puerta del colegio. Yo con mi bata de cuadritos azul de maestra de escuela de pueblo.Y entre los niños y la valla metálica un saludo al reconoceros tan cercanos. En el taller literario que comparti con Myriam envié un relato que al tutor le pareció muy cursi. Su argumento fué: "Recuerda Manuela que Jose Luis Piquero dice en sus poemas: En mi familia nunca se dijo te quiero." Hay que distanciarse -continuó explicando.
No sé si ese tutor te conoce personalmente o sólo leyó tus poemas. No podría haberme dicho hoy esas mismas palabras porque yo le respondería que Jose Luis Piquero también sabe decir :te quiero.
Un beso y algún día nos volveremos a encontrar en este círculo que nos va envolviendo a todos los que sentimos.
Manu