Sweet twenty
Ya hace veinte años de todo. Vamos a ver. ¿Qué hacía yo hace veinte años? Publicaba mi primer libro, Las ruinas (mi primer libro pero no mi primera publicación). Entonces vivíamos la literatura con absoluta visceralidad y los pocos poetas que vivíamos en Asturias nos matábamos por un quítame allá ese adjetivo. Andábamos a la gresca. Por un lado, Pelayo Fueyo, Lorenzo Oliván y yo. Por otro Jaime Priede, Fernando Menéndez, Jordi Doce, José María Castrillón... A veces nos juntábamos para tomar algo y discutíamos interminablemente. Éramos irreconciliables. Por entonces, una disensión estética o de escuela era un abismo que no se podía salvar. Desde las páginas de La Voz de Asturias nos dábamos palos a más y mejor. Pero luego nos encontrábamos cordialmente.
Yo que con la edad me he vuelto cada vez más radical en muchas cosas, en eso me he vuelto mucho más razonable. Como lector me he quitado de prejuicios. Hubo un tiempo en que parecía que si te gustaba Cernuda no te podía gustar Lezama Lima; si te gustaba Ángel González, Valente tenía que parecerte un cretino. Lo que ocurre después es que creces como lector. Y como ser humano. Lo bueno de los veinte años es que después vienen los treinta y los cuarenta. Y descubres que el mundo es inagotable y rico y plural. Por mi parte, he seguido leyendo los libros de Jordi Doce, de Fernando Menéndez... Aunque reconozco que lo pasábamos bien jugando a la vida gregaria y escenificando la guerra literaria a nivel doméstico.
Hoy recibo correos de mi amiga Eva de Avilés y me devuelven a un tiempo que no echo de menos (yo era entonces muy desgraciado) pero que también dicen muchas cosas olvidadas, que son parte de nosotros y que uno mira con un poco de nostalgia y un poco de rubor.
Y luego cada cual ha ido por donde le han llevado las cosas. Todos estamos vivos y eso es de agradecer. Y todos seguimos trabajando, cada uno en lo que cree. Pero qué carcajada la del tiempo, cómo nos da en la cara y nos dice: Eh, atento. Tienes 42 años, ya vas para vieja gloria y de momento sólo eres vieja. ¿Qué piensas hacer los próximos 40?
Hola, José Luis, leo con una sonrisa cómplice tu nueva entrada. Tienes más razón que un santo, la verdad, hace ya veinte años de todo aquello y todos, por suerte, somos un poco más maduros y menos infelices... o al menos así lo espero. Al final la vida nos enseña a ser más tolerantes (salvo con la maldad o la estupidez maligna) y a disfrutar de todo aquello que nos hace sentirnos un poco más vivos. La vida es egoísta, como un niño consentido. Pero así vamos aprendiendo. Por otra parte, también es divertido discutir, sobre todo si es con balas de foguero. Un abrazo, J12