Otro diario disperso de Islantilla
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Por mi parte, me había hecho ilusiones de descansar al menos el mes de agosto pero, si subo a Asturies, tendré que llevarme trabajo. El ocio es algo que no puedo permitirme y ando muy enredado con un Twain especialmente difícil. Tenía la ilusión de volver a escribir poesía pero ese es ejercicio de engañosa brevedad: requiere mucho tiempo libre para malgastar, para pensar, para no pensar.
Al menos el calor es sofocante, como a mí me gusta, el cielo está azul y el vino blanco convenientemente frío.
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Vuelvo a ver esa obra maestra que es Raíces profundas, una película que representa la gran épica del western, toda la trascendencia anterior a la posmodernidad y su abolición de los grandes discursos. Y luego llega la realidad con su risible lado chusco: buscando anécdotas y detalles de la película, tecleo el nombre del niño actor, Brandon de Wilde, y, junto a sus imágenes, aparecen las de un actor de cine porno gay, Brandon Wilde, trempando alegremente. ¡Oh, épica! ¡Oh, tiempos!
Por cierto, hay algo que siempre me gusta comentar. Y es que con el actor que hace de malo malísimo en Raíces profundas, Jack Palance, tuve ocasión de tomar una botella de sidra en un llagar de Xixón. ¿No os lo creéis? Pues os prometo que es la pura verdad. Y aún diré más: el otro comensal presente era Martin Landau, otro malísimo, el sicario de James Mason en Con la muerte en los talones, que trataba de matar a Cary Grant y a Eve Marie Saint en el monte Rushmore. Pequeños detalles para contar a los nietos. ¡Oh, épica!
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Alterno relecturas (Sacra Némesis, de Jon Juaristi) con pocas lecturas nuevas (Teoría de las inclinaciones, de Javier Sánchez Menéndez). El análisis de Juaristi del nacionalismo vasco (o del nacionalismo en general) es demoledoramente lúcido, independientemente de la deriva del autor, uno de los grandes poetas y ensayistas que ha dado este país (este o aquel). Por lo demás, todo afán nacionalista sólo ha producido sufrimiento, sea español, vasco... No lo digo yo sino la historia. El nacionalismo es la anti-historia, el atajo de teorías políticas que eran caducas cuando se formularon y que hoy buscan el sendero de la sentimentalidad más básica, formuladas de una manera cursi para consumo de una amplia gama de personas: los irredentos pero también los transigentes y posibilistas. No hay que preocuparse: todo lo que va contra la historia y contra la realidad muere solo. Aparte de eso, algún día os contaré mis jugosas experiencias con los independentistas asturianos (que los hay), muchos de los cuales me dedicaban insultos como "españolazo" cuando ellos no hablaban asturiano (mi amada llingua asturiana) ni la mitad de bien que yo. Idiotas, fanáticos...
Y con Javier Sánchez Menéndez suelo privadamente discrepar. Se le va la boca. Pero me gusta su tono agonista y su radicalidad antimoderna. Puedo identificarme mucho con él sin compartir sus visiones. Porque Javier es un visionario. Es un alucinado. Se equivoca en casi todo. A veces creo que está loco. Pero necesitamos locos. Y es cuerdo cuando debe serlo. Lo cual le honra.
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Por lo demás, no se me pidan más esfuerzos que la mera comunicación de unas nociones vitales básicas e incompletas. No sé por qué mantengo un blog pero cuando lo actualizo me parece que es poner puentes a ciertas personas. Así que debe servir para algo y a mí me gusta. Si sólo uno me anima seguiré cuando se pueda.
Tengo todas las ilusiones. Y todos los deseos.
Y ni un sólo franco.
Que bueno lo de Martin Landau y Jack Palance, eso no lo sabía, y mejor aún lo del niño de raices profundas.
Te mando un montón de animos para que sigas con esto cuando se pueda y poder seguir vistandote.