No me aburro nada (otro diario de Islantilla)
Y bien, no escribo. Pero ya escribiré. El mío es un ritmo prudente. Como diría Borges, para qué añadir más símbolos, etc. En cambio practico vicios privados e inconfesables. ¿Diré cuáles? Sí, los digo: me he hecho adicto a "Master Chef" y a "Pesadilla en la cocina". Y eso que yo nunca ando entre fogones...
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Cuando tenía unos 12 o 13 años fui a un campamento en Llanes con un grupo de chicos españoles y otro de franceses. No sólo lo pasé muy bien e hice un montón de amigos sino que allí se produjo (oh, mon Dieu!) mi primer beso.
Hace unos días, no sé por qué, me puse a recordar aquellos días de hace más de treinta años. Y me vinieron a la cabeza el nombre y el apellido de una chica francesa. Me pregunté: ¿qué habrá sido de ella? Y se me ocurrió hacer una búsqueda en internet. Por increíble que parezca, di con ella y se acordaba de mí. Ahora llevamos unos días escribiéndonos, en mi francés macarrónico, poniéndonos al día de hijos y matrimonios y todas esas cosas que suceden en tres décadas. Pequeños o grandes milagros de la red. Me parecen grandes. A veces nuestra memoria es amplia pero difícil de recuperar. Ah, el tiempo... Ya todo se comprende.
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Y, como me gusta dar la nota, os informo de que he casado civil y legalmente a una pareja. Así como suena. Ante cien invitados. Es muy largo de contar. Pero como no es mi historia no puedo dar más detalles. Ojalá fuera libre de colgar alguna foto del evento.
Como veis, no me aburro nada. Aunque lleve tiempo sin colgar "Fragmentos de unas memorias inéditas". (Un smile). Permitidme ser un poco feliz, mes enfants, aunque el mundo sea horrible.
Cómo me alegro de que te haya gustado Bret Harte. Aunque, la verdad, estaba segura. Ya sabes que escribió un libro a medias con Twain, al que todos reconocen como maestro. Se lo he recomendado también a la bloguera Elena Ríus, que escribe cosas interesantes en "Notas para lectores curiosos". Allí encontré lo del origen del título "De ratones y hombres". Para mí, es un enigma que no sea más conocido y publicado, y que anden tantos tostonazos entronizados por ahí. Cosas oscuras, libros oscuros, tediosos, donde ni aparece la joyería del idioma, ni la de la imaginación. En fin, que me alegro.
Yo ahora estoy leyendo un libro de Sigfried Lenz que sí, que está bien, pero no tiene ni la gracia ni la locura de "Qué bello era Suleikem" ( otro caballo de mi escudería de "Ediciones del Viento" ) Sólo el primer capítulo, titulado "El demonio de la lectura", merece un monumento. Y únicamente vale once o doce euros. No te lo pierdas.
Steinbeckianamente