Momentos de cine
Hace poco, Tom Waits se autoentrevistaba en un dominical y, por el gusto de contestarla, se formulaba la siguiente pregunta: ¿Qué escenas de películas recuerdas? He pensado que también yo recuerdo unas cuantas. Hablando sobre el tema con mi amigo Jorge Ordaz, hemos convenido en recordar algunas, cada uno en su blog (podéis encontrar la dirección del blog de Jorge en la columna de la derecha, con perdón). De mano, ahí van tres.
Toda la escena de Brick y el Abuelo en el sótano, al final de "La gata en el tejado de zinc", cuando el Abuelo le confiesa que no ha querido a nadie como a su padre, un viejo vagabundo que no le dejó más que una vieja maleta y su uniforme de la guerra de Cuba. "Y cariño", añade Brick. Mientras, suena una música lejana que parece llevar dentro toda la esencia del viejo Sur, de la nostalgia y de la vida que se termina.
"Cría cuervos". Cuando las niñas escuchan "Por qué te vas" y suena el timbre. Es la abuela que llama. Está en una silla de ruedas y no habla. Sólo sonríe. Ana Torrent baja y le pone su canción favorita, "Mari Cruz", de Imperio Argentina. La cámara se acerca al rostro sonriente y silencioso de la abuela, ausente en sus recuerdos, lejos, lejos...
"Ojos negros". Cuando Romano escucha a una profesora traduciéndole la carta de su amante rusa y de pronto se da cuenta de que está enamorado y recuerda la leve pelusilla de su nuca. Y más adelante, ya viejo y acabado, cuando pronuncia sollozando ese conmovedor monólogo que dice así: "He vivido mi vida como si se tratara de una parodia, de una mala imitación. Lo he tenido todo y no he tenido nada. Ni una verdadera casa, ni una verdadera familia. Ni siquiera a mi hija, que nos parecemos como dos gotas de agua. No me acuerdo de nada... Si ahora mismo me muriera y el buen Dios me preguntara: Romano, ¿qué recuerdas de tu vida?... La canción que me cantaba mi madre cuando niño. El rostro de Elisa en la primera noche. Y las nieves de Rusia...".
La verdad es que la autoentrevista de Waits está muy bien, recién acabo de leerla. Dejo los dominicales para hojearlos durante la semana. Pero la autoentrevista tiene un truquillo evidente, José Luis, y es que uno se hace sólo las preguntas que desea y, de alguna forma, eso suena a autocomplacencia. No sé qué hubieran pensado de ello Kerouac, Burroughs o Ginberg...