La velocidad y el suicidio
Los grandes debates en el blog han pasado. Casi nadie entra en los blogs. Bueno, no me parece ni bien ni mal. Las redes sociales son fulgurantes. Quizá dentro de dos días FC sea una reliquia.
Tampoco tengo nada importante que decir hoy. Sólo me apetecía murmurar que estoy vivo, que no me quiero morir, que me apetece irme a dormir y que me apetece despertarme mañana. Y si es con sol ni te cuento. No sé si me gusta la vida pero me gusta mi vida.
Creo que debería suicidarme. No, no os asustéis. Lo digo a título meramente discursivo. Ni estoy deprimido ni haciendo chantajes emocionales. Amo la vida, mi vida. Pero es tentador, de una extraña manera. Yo creo que hay gente que se pasa media vida pensando en el suicidio, teorizando sobre el suicidio, racionalizando el suicidio. Y luego se suicidan en un acto impulsivo y quizá trivial. Bueno, la mayoría no lo hace, sobre todo los que amenazan con hacerlo. Tengo un poema que se titula más o menos así, "Amenazando con hacerlo", una réplica airada a los chantajistas del suicidio, la peor especie de depredadores que ha dado el maravilloso mundo de las relaciones emocionales entre personas, valga la redundancia.
Y, no obstante, el suicidio... Ah. Qué tentadora resulta la idea, ¿verdad? Qué acariciadora, qué consoladora incluso. Creo que la tentación del suicidio, la reflexión sobre el suicidio, ha salvado a muchos potenciales suicidas. ¿Por qué no fantasear? Es una salida... Es posible...
La idea racional del suicidio es exclusiva de los seres humanos, nos hace mejores, pues toca una parte humanísima de nosotros mismos: la acabación, la finitud. Somos más conscientes de nuestra finitud cuando pensamos en el suicidio que cuando pensamos en una muerte natural. Porque somos los únicos seres del mundo animal que se alimentan sabiendo por qué lo hacen, los únicos que han creado toda una teoría del amor a la hora de reproducirse, los únicos que saben que se van a morir. Y los únicos que saben que pueden morirse ahora mismo si quieren. Eso mi gata no lo sabe. Nana no tiene tendencias suicidas.
Yo tampoco, queridos. Me apeteció pensar en voz alta, sólo porque hoy he trabajado diez placenteras horas y me apetecía divagar, lejos de la atestada discoteca de Facebook. El suicidio es un tema literario porque es un tema humano. Reconozco que me obsesiona, desde un punto de vista teórico, no personal. Si alguien tiene una aportación y quiere dejarla aquí, desmentiremos la cruda realidad: que no hay vida fuera de facebook.
Tengo tanto que decir sobre este tema que me conformo simplemente con haberlo insinuado. Me dije: para. Paro. Tengo un libro que escribir al respecto. Toda mi poesía habla del mismo asunto, con subterfugios, maldita sea.
Hola José Luis, todo es tentador en la vida. Parece como si de pronto todo lo conociéramos y a la vez no sabemos nada, el placer de explorar y volver a sentir que ya lo vivido no tiene sentido. Parece el placer del desplacer, y aquí estamos, muriéndonos en vida.
También me gusta vivir, la muerte ya la tenemos segura. Y el fufrimiento, el dolor, pero también la oportunidad de ser feliz. Por cierto, mi gato se llama Nico y él es tan feliz que a veces ronroneo como una idiota junto a su oido.
No me gusta FC ni nada por el estilo, ya entré aquí en google y en internet y a veces me abruma. No lo llevo bien, parece tan grande estas relaciones humanas que la realidad es otra cosa. A mi me gusta la gente de la calle, el contacto y no tantas redes sociales y me encanta el blog porque como bien dices, se habla muy bajito.
Saludos